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Discurso de Gabriel Boric
Alex FERGUSSON, para SudAméricaHoy
Como si fuera poco la terrible crisis económica, social, política y cultural en la cual vivimos inmersos los venezolanos, además nos tocará sufrir en el futuro inmediato, las consecuencias del apoyo incondicional a la Rusia de Putin por su invasión a Ucrania, especialmente, por el impacto que tendrán sobre nuestra escuálida economía, las sanciones financieras y comerciales que le han sido impuestas a ella.
Eso se sumará a los efectos catastróficos que han tenido y tendrán, dos eventos globales importantes: La pandemia de Covid-19 y el Cambio Climático.
Sobre la pandemia, ya parece claro que llegó para quedarse y que sus efectos podrían durar décadas, configurando así la primera catástrofe sanitaria global de este siglo, con las consecuencias económicas, laborales, sociales, ambientales y psicológicas que tiene.
Respecto al Cambio Climático, necesitamos ponernos al día con lo que sabemos que está ocurriendo, y con lo que nos espera en la sociedad que viene, pues juntos, estos eventos conforman un panorama de posibilidades, aterrador.
Ya se ha hecho público el informe de los resultados del Panel Internacional sobre Cambio Climático (IPCC), al cual, por cierto, perteneció el Ing. venezolano Juan Carlos Sánchez, quien recibió junto con sus más de 200 compañeros, un Premio Nobel.
Este informe fue elaborado por 234 expertos de 66 países tras revisar más de 14.000 artículos y referencias temáticas, y arroja luces sobre los efectos físicos que ya ha tenido el calentamiento global y los posibles escenarios en función del impacto de los gases con efecto invernadero (CO2 y metano, principalmente) que emita la humanidad en los próximos años.
La principal causa de ese aumento es, fundamentalmente, el uso creciente de los combustibles fósiles (petróleo y carbón) para calefacción y para mover vehículos automotores así como toda la maquinaria industrial. La situación es de tal gravedad que a menos que se produzcan reducciones profundas en las próximas décadas, será difícil mantener el límite de 1,5 grado establecido como barrera para frenar la catástrofe ambiental.
Y es que el cambio climático inducido por el hombre, se ha venido expresando en eventos extremos como: olas de calor, sequías, incendios forestales, fuertes precipitaciones, inundaciones y derrumbes masivos, granizadas inusuales, aumento de la frecuencia y magnitud de huracanes y ciclones tropicales y desaparición de los glaciares.
Lo que las noticias nos han estado contando no son más que leves atisbos de lo que nos podría esperar en el mundo que viene.
Frente al panorama que hemos descrito, los expertos han señalado que, de no detenerse el proceso, muchos de esos cambios se harán irreversibles en las próximas décadas y podrían mantenerse durante siglos o milenios, a menos que declaremos de inmediato un código rojo para la humanidad, pues la viabilidad de nuestras sociedades dependerá de la actuación de gobiernos, empresas y ciudadanos para limitar el aumento de la temperatura media atmosférica a 1,5 grados.
En este sentido los pasados anuncios de la Conferencia Mundial sobre Cambio Climático (COP26) no fueron muy alentadores. Muy a nuestro pesar, los principales contaminadores (China, Estados Unidos, la Unión Europea, India, Rusia, Japón, Brasil, Indonesia, Irán y Canadá), a pesar de las buenas intenciones declaradas, siguen lejos de alcanzar ese objetivo.
El problema estriba en que tales propósitos no suelen coincidir con los intereses de las grandes corporaciones y empresas generadoras de un alto porcentaje de las emisiones en entredicho, así como de sus socios políticos instalados en los gobiernos y parlamentos, genéticamente incompetentes para comprender la importancia de la conservación ambiental, pero donde se toman las grandes decisiones.
Para los países productores de petróleo, como Venezuela, decisiones de este tipo están exigiendo desde hace tiempo y entre otras cosas, el replanteamiento de la industria petrolera como la conocimos a lo largo del siglo XX, pues ya sabemos que la economía mundial apunta a un cambio del patrón de producción y consumo, a favor de la ecoeficiencia energética, el uso sustentable de los materiales, la conservación del ambiente y la economía circular.
Agréguele usted, ahora, los problemas ambientales que han sido puesto de relieve en el Informe ambiental 2021 presentado recientemente por el Observatorio de Ecología Política de Venezuela, en el cual se destacan siete situaciones, cada una mas importante que la otra. Estas son: El impacto de las actividades extractivas mineras, especialmente el caso del Arco Minero del Orinoco a la que se suma la minería ilegal en Bolívar y Amazonas.
También se suma la explotación de recursos mineros no metálicos (carbón, arenas, granito y otros); Sobreexplotación con fines turísticos y recreativos elitescos en Parques Nacionales emblemáticos como Los Roques, Canaima, El Avila y Morrocoy, violentando la normativa legal vigente; La inacción sobre los efectos del Cambio Climático, previstos como catastróficos para nuestro país; La inacción sobre la producción, manejo y disposición de desechos domésticos, especialmente los plásticos y la ausencia de políticas adecuadas de reciclaje.
Hay más, el incremento de los derrames petroleros y de gasolina en el Lago de Maracaibo, las costas marinas de Falcón y algunos ríos en el oriente del país, especialmente en Anzoátegui. (73 derrames en total durante el 2021). Se suman las explosiones e incendios en instalaciones petroleras, particularmente en Falcón, Anzoátegui y Monagas; El incremento de las actividades de deforestación para uso agrícola o para extracción y el tráfico ilegal de madera. Ya van 131 reportes en 16 estados del país, especialmente en Miranda y Distrito Capital; Afectación de cuencas hidrográficas, deficiente manejo de embalses y colapso de las instituciones responsables del manejo del agua. Al respecto hubo un promedio de 85 protestas mensuales en todo el país.
Si continuamos por este camino, y no atendemos los impactos que ha causado la pandemia de Covit-19 y las consecuencias que ha tenido y que nos han predicho que tendrá; si tampoco actuamos con diligencia y compromiso respecto a los efectos devastadores proyectados del cambio climático, y no encontramos la manera de poner fin a la barbarie ambiental desatada, serán nuestros hijos y nietos quienes nos reprochen haberles robado su hábitat y su derecho a vivir en un mundo más sano, más armonioso, más respetuoso de la vida y más digno de ser vivido.