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Discurso de Gabriel Boric
Por Carmen DE CARLOS, para SudAméricaHoy
España acaba a de dar luz ver de a la ley de eutanasia. La muerte, en cualquiera de sus versiones, resulta poco grata y casi siempre, inoportuna. Pasa en los seres vivos y en los partidos políticos que, un día, se soñaron eternos hasta que la realidad les abrió la puerta del cementerio. El último en enfilar ese camino, al no va más, es Ciudadanos, un proyecto que nació con valentía y fuerza en una Cataluña tomada por violentos nacionalistas, déspotas, manipuladores, insolidarios y poco agradecidos a la democracia en España.
Ciudadanos fue el sueño de Albert Rivera y de millones de españoles. El partido se colocó en un centro moderno aunque luego la veleta le hizo perder el rumbo. Se convirtió en pesadilla del relato (falso siempre por definición) de los indepes pero también del Partido Popular y del PSOE. A estos les mordía votos con una voracidad preocupante.
Ciudadanos también fue el azote de la demagogia de Podemos y de su caudillo, Pablo Iglesias. A él y a Pedro Sánchez les destapaba las vergüenzas, sus trampas y contradicciones. Rivera fue un amor político de verano que aguantó un puñado de temporadas pero honesto y coherente. En menos de 24 horas presentó su dimisión tras estrellarse en las urnas. Le cedió el testigo a Inés Arrimadas, la gran esperanza, la promesa de un modo de hacer política recto y de fajarse en el congreso con armas de mujer y de hombre con principios. Se equivocó la paloma. Se equivocó Inés y jugó sucio bajo la mesa de Pedro Sánchez. Traicionó su palabra y estuvo a un paso de entregar Murcia y hasta Madrid al sanchismo con operaciones fracasadas. Creyó la, finalmente aprendiz de político, que acercarse al poder era tenerlo. El resultado fue el contrario. Estampida de los suyos y un partido hecho trizas. Una pena.