miércoles, 19 de junio de 2019
Adolfo Athos Aguiar

Por Carmen DE CARLOS, para SudAméricaHoy

Abogado de 58 años. Especialista en Asesoría Jurídica de Empresas; posgrados en Management y Filosofía de la Ciencia. Ex Militante y Dirigente del Partido Socialista Democrático y de Colegios de Abogados. Ex integrante y Asesor en los Consejos de la Magistratura de la Provincia de Buenos Aires de la Nación. Ex directivo e investigador de institutos de Formación e Investigación. Disertaciones y publicaciones sobre organizaciones y ética. Investigaciones sobre organizaciones judiciales. Este es el párrafo que me envió Adolfo Athos Aguiar para su perfil, cuando aceptó ser columnista de SudAméricaHoy. Desde entonces pasaron cinco años y Athos, como todos le llamamos, me envió cerca de medio centenar de colaboraciones. Todas ellas iban precedidas de algo parecido a una justificación, “si te sirve”, “si no te parece un galimatías”, “si te gusta” y expresiones similares. De inmediato, se me escapaba una sonrisa porque la columna, siempre me servía y me gustaba. No había galimatías en su redacción ni en su cabeza. Este jurista, de profundas convicciones y principios, tenía las idea claras. Las buenas y las malas. Las suyas y la de los otros. Y yo, no tenia nada que aportar.

Mi trabajo para editar a Athos, en realidad, consistía en buscar fotos acordes al contenido  y un titular adecuado.  A veces, no resultaba fácil ya que sus análisis eran de gran calado y localizar una imagen que condensara el mensaje se complicaba. El recurso en esos casos era recurrir al simbolismo. En el último, «Argentina en justicia, pato rengo entre chanchos rengos» seleccioné una imagen de una camada de cerditos chupando de las ubres de su madre. Athos analizaba la resolución de la Corte Suprema que podía convertir el proceso judicial a Cristina Fernandez en una historia interminable. Es decir, en impunidad. Se me ocurrió una  estampa que más que provocar repulsa generaba ternura entre el fango. Él, lo advirtió y me envió otro mail donde, además de felicitarme por mi cumpleaños, comentaba jocoso, “entiendo tu intento de suavizarlos disfrazándoles de  tiernos lechoncitos”, en alusión a los jueces.

Leer a Athos implicaba un esfuerzo similar al que requiere el alumno que asiste a una clase de alto nivel. Combinaba el conocimiento profundo del derecho con una dosis de acidez. Los juicios solían ser acertados, corrosivos y difícilmente encontraba espacio para conmiseración o perdón. Entre otras razones, porque corrupción, deshonestidad, trampas y tramposos eran los términos que se atravesaban en unos textos reflejo de buena parte de la justicia Argentina. Le dolía escribirlos y nos dolía leerlo.

Adolfo Athos Aguiar creyó durante un tiempo que las asignaturas pendientes del atentado a la AMIA podrían aprobarse. Estaba convencido de que, con Mauricio Macri, la nueva Unidad Especial de Investigación Amia podría hacer un trabajo redondo que permitiera dar por cerrado, definitivamente, aquel episodio. Trabajó codo a codo con Laura Pérez Membrade y el resto del grupo de la unidad para lograrlo. Con Natalia Aguiar y Mario Cimadevilla (titular de la Unidad Especial de Investigación de la AMIA), recuerdo una noche donde defendió, como luego insistiría por mail, sus recursos de trabajo: “…lo que los muchachos de inteligencia llaman “open source”, confundiendo a los informáticos que creen que significa otra cosa. Eso, lleva una parte artesanal y otra con fuerte sostén tecnológico”. Durante meses y meses que se hicieron un par de años, creyó que, por fin, podría lograrlo y tener el equipo y el “software” que precisaba. La realidad le demostró que, lamentablemente, estaba equivocado.

Una hernia de disco le trajo a mal traer pero Athos siempre se recuperaba y cumplía con su trayecto de Junín a la ciudad de Buenos Aires. El corazón, ese músculo que parecía resistir todo, le frenó en seco. Fiel a su naturaleza, se resistió y cuando parecía que había superado el desafío de la muerte, otro infarto se lo llevó. Le acompañan en se viaje, el amor de su familia y amigos, el respeto de sus colegas y el cariño de todos los que le apreciamos. Descansa en paz.

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