viernes, 4 de octubre de 2013
Amia, el terrorismo continúa

marta nercellas Por Marta NERCELLAS, para SudAmericaHoy (SAH)

La tarea de los terroristas no ha terminado, las esquirlas de la bomba a la Amia lastiman todavía hoy la piel social. Se desafía a las víctimas. No lo hacen  sólo  los autores de la masacre, sino también el Gobierno que dirige los destinos de la Nación agredida por aquel acto de guerra.

La crisis de confianza nació en una investigación que supo de marchas y contra marchas. Casi dos décadas y miles de fojas escritas. Muchas sin sentido y otras que, pese a encerrar  verdades de a puño, se fueron poniendo amarillas por la falta de respuestas concretas.

Indicios vehementes señalan que  los funcionarios  iraníes encendieron  la mecha de la bomba asesina Pese a los cambios de gobierno el agresor  no contesta  los oficios que se le envían. En los pocos casos que se consiguió que al menos los recibieran, las contestaciones fueron sólo agravios o recriminaciones por investigarlos.

Años ignorando, obstaculizando y denostando nuestra  investigación. Hasta que un día (23 de enero del 2011)  inconsulta y ocultamente, el Canciller Argentino con la intermediación del tirano sirio se reúne en Alepo con los agresores,  para comenzar a abrochar clandestinamente un pacto con ellos .

Luego de negar nacional e internacionalmente que esas reuniones existieran, la Presidente argentina “instruye” públicamente  a su Canciller para que se reúna con su par iraní Ali Akbar Salehi con el propósito de  intentar un acuerdo que “contribuya”  a esclarecer el atentado a la Amia . Quien siempre obstruyó ahora iba a colaborar. Pero el giro copernicano de nuestras autoridades se había producido  con vergonzantes escaramuzas bastante antes.

La parodia concluyó con el claudicante memorando firmado casualmente el día en el que se conmemora mundialmente  el holocausto ( 27 de enero de este año). El país que lo niega también decidió ignorarlo para fijar la fecha del acuerdo ( ¿Lo ignoró o fue otro agravio?)

A los nueves meses de la firma del inconstitucional Memorando, Argentina ruega información a los que acusa de asesinar a 85 personas. En tono altisonante se descifró una súplica en el discurso presidencial ante la Asamblea General de la ONU el pasado 24 de septiembre: «Esperamos que nos digan si se ha aprobado el acuerdo (de entendimiento sobre AMIA, cuándo se va a aprobar en caso negativo y que, además, pudiésemos tener una fecha de conformación de la comisión, una fecha, también, para que el juez argentino pueda ir a Teherán.”  Repitiendo, “sí, a Teherán”, porque aclaró, “no tenemos miedo”.  Aunque en rigor pienso que no se trata de miedo sino que lo que no tenemos es dignidad cuando rogamos ir a la guarida del agresor para interrogarlo, alarma  pensar cuál es el diálogo entablado que deben rogarle en público que le den alguna satisfacción de lo que acordaron  a escondidas de las propias víctimas.

El país agredido -nosotros- no  vaciló en convocar a sesiones en el verano, en transgredir las normas legales y éticas para lograr aprobarlo con urgencia. Los agresores -Irán-  no sólo se tomaron el tiempo que les pareció conveniente, sino que se permitieron desairarnos sin siquiera notificarnos formalmente que había ocurrido  con el Pacto.

No importó que Argentina cediera su Jurisdicción y se sometiera a ir al País sospechado de atacarnos a ver si tienen la gentileza de contarnos cómo nos agredieron. Toda la investigación fue puesta en crisis  decidiendo que se forme “una Comisión de la verdad” para analizar las pruebas, tal y como si lo hecho hasta entonces hubiera sido una mentira. Va a necesitarse  mucho  tiempo para poner en marcha esa comisión, habrá que entregarles la prueba  convenientemente traducida al idioma que dominen los juristas elegidos  y decidir quien se hará cargo de los gastos que demanden tales acciones. Pero esas prórrogas no son suficientes para la milenaria diplomacia persa, hay que alargar todo lo posible  cada paso.

La consigna parece ser humillar a quien se animó – cuando internacionalmente reinaba el silencio a ese respecto- a llamarlos asesinos, porque cuando Argentina señaló a Irán como instigador de la masacre,  el mundo lo miraba de reojo pero no lo acusaba como patrocinador del terrorismo. En esa época Argentina se quedó sola en el escenario internacional, nos daban la razón en privado pero nadie nos acompañó en público cuando los acusamos.

Para continuar con el avasallamiento no nos comunicaron formalmente   qué hicieron con el infamante pacto que nosotros  aceptamos con urgencia. No sólo debían despreciarnos sino que tenía que notarse públicamente  que lo hacían.

Nos rendimos pero no alcanzó, era necesaria la degradación,  que se les implorara en  público que nos escucharan. Nuestras autoridades nos hablaron de diálogo con el invasor para avanzar en la solución pero resulta difícil entender  a qué diálogo se refieren si ni siquiera sabemos la suerte que corrió el Memorando.

Reclamamos la detención de ocho iraníes y un libanés, pero aceptamos que tal vez cinco puedan ser interrogados en su País violando las leyes argentinas en un acto que conforme al propio memorándum será absolutamente nulo para nuestras leyes. Ese tétrico escenario es el desenlace mágico por el cual el Canciller aceptó la intermediación del tirano sirio para reunirse clandestinamente con los que representaban a quienes acusamos por asesinos.

Tan rápida fue la reacción iraní al “reto” argentino, que Javad Zarif solicitó una reunión con Timerman  para el sábado (Shabat, para insistir en el desprecio por los significados que deberían importar). Le dice  que el memorándum está aprobado, Irán que ni siquiera se molestó en informarlo formalmente nos promete nuevas reuniones, el supuesto avance en la investigación por el que tantas claudicaciones asumimos,  sigue  estando postergado.

No entendemos qué diálogo corresponde con Irán. Pero menos  se comprende después de  tanta genuflexión de nuestra parte,  que  el Gobierno nacional  tenga que solicitar  a los Estados Unidos que incorpore la causa AMIA «como una cuestión relevante» a la agenda de diálogo con Irán. ¿Y “nuestro” diálogo? Ese que supimos conseguir gimiendo la atención de quienes insisten en ignorarnos.

Se afirma que Argentina «celebra y apoya el inicio del diálogo entre EE.UU. e Irán como único camino para la resolución pacífica de los conflictos»  En esta celebración demostramos que no entendemos  la diferencia que hay entre acordar para intentar evitar el avance en el desarrollo nuclear de un País y el  pretender convenir  acerca del consumado asesinato de 85 habitantes argentinos en el seno mismo de nuestra Nación. Ese acto de guerra contra la Argentina – no contra una comunidad sino contra todos y cada uno de nosotros-   no puede aceptar  diálogo. Los asesinatos se  juzgan y si las pruebas son lo suficientemente incriminatorias se  condenan. No se conversan con los asesinos cómo habrá de valorarse lo que hicieron, se aplican las leyes que son las que tienen las respuestas.

Cuando se refrendó el memorándum no entendimos las razones de esa firma ; tras el vértigo argentino por convertirlo en ley y el silencio Iraní  sentimos que la confusión aumentaba;  el discurso del 24 de septiembre de nuestra Presidente,  nos obligó a preguntarnos cuál era el dialogo que nos prometieron si  ni siquiera nos contaron que hicieron con el infamante Pacto ; pero ahora, este pedido “formal” a EEUU para que incorpore el tema Amia  en su diálogo con Irán,  obliga a que borremos todas las especulaciones en punto al porque se firmó aquel memorándum,   nos da lo mismo la tiranía siria o las necesidades estadounidenses, lo único permanente es la confusión. Necesitamos un hermano mayor que nos patrocine,   que oculte nuestra orfandad internacional que nos permita simular que nos preocupamos por algo que pese a su gravedad no ha merecido que nos ocupáramos en serio.

El terrorismo es una táctica. Con su agresión nos dejó muchos mensajes por descifrar. Todavía no supimos hacerlo pero sin embargo desearía borrar todo discurso adjetivante   para requerir tan sólo que se cumpla con el mandato bíblico de perseguir Justicia.