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Discurso de Gabriel Boric
Por Carmen DE CARLOS, para SudAméricaHoy
En el 2008 la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, anunció en cadena nacional que pagaría la deuda de Argentina con el Club de París que se arrastraba desde el crack del 2001. Pasó el tiempo, Argentina seguía creciendo por encima del 6 por ciento y no pagaba. Seis años después de ese anuncio, la madrugada de ayer, el Gobierno logró cerrar un trato con los diecinueve países que forman esa organización financiera (le debe a quince de estos).
En los próximos cinco años Argentina deberá desembolsar 9.700 millones de dólares, en cómodas cuotas, al 3 por ciento de interés. Además, si Argentina no recibe el aluvión de inversiones que añora podrá honrar su compromiso con una prórroga de dos años más y el consiguiente aumento de intereses.
El ministro de Economía, Axel Kicillof, explicó las razones que le llevaron a viajar a la capital francesa para cerrar un trato del que espera poder sacar partido. “La expectativa es que aparezcan nuevos interesados en invertir en la Argentina”, confió . La presidenta, por su parte, aseguró, “el financiamiento que obtendremos no será como ya ocurrió en otras décadas, para el gran casino financiero” y acto seguido, añadió, “será para infraestructura, para desarrollo, para tecnología y para el futuro de todos los argentinos”.
Dicho de otro modo, lo que Fernández estaba diciendo es que Argentina va de cabeza a financiarse en los mismos mercados que ella, su difunto marido y en especial su ministro de Economía, denostaron. Lo del casino, quizás, fue una mala comparación. La gente se acordó de Cristóbal López, uno de los empresarios “K” que ha hecho, gracias a ella, fortunas con el juego.
El acuerdo con el Club de París es, a todas luces, una buena noticia. Para Argentina y para el mundo que está cansado de las cíclicas y dramáticas crisis de un país que acostumbra a encontrar en sus gobernantes a su peor enemigo. Si la presidenta de Argentina hubiera saldado esta deuda en el 2008 le habría ahorrado varios miles de millones a sus ciudadanos. Eligió no hacerlo.
El economista José Luis Espert, hizo la cuenta con datos del Ministerio de Economía, «al 30-09-2013 la deuda de la Argentina con el Club de París era de 4.900 millones de dólares de capital y 1.000 millones de intereses atrasados. O sea, un total de 5.900 millones sin punitorios. El Gobierno oficialmente comunicó que la deuda con el Club de París al 30-04-2014 es de 9.700 millones. Contra los 5.900 de hace 7 meses el aumento es de 3.800 millones. O sea, un 64 por ciento más». Dicho esto, observa, «el plazo de pago será de 5 años y no de 10 si se hubiera aceptado la intervención del FMI como auditor, no como prestamista».
Axel Kicillok confía en que lleguen nuevos inversiones y cita la golosina de “Vaca Muerta”, el yacimiento con más potencial teórico del continente donde él –con ayuda de otros- metió la pata al intervenir y expropiar de mala manera el 51 por ciento que Repsol tenía en Ypf. Su voracidad le salió cara, de nuevo, a Argentina, territorio desde ese momento tabú para las grandes inversiones. Además, pese a los desafíos, también tuvo que terminar, como ahora, pagando.
El capital no tiene conciencia y funciona con números pero de ahí a pedirle que confíe ahora en el Gobierno argentino hay un abismo. Pero el capital sabe que Cristina Fernández, Kicillof y los suyos, tienen los días del poder contados. Las elecciones presidenciales del año próximo están vetadas para la actual presidenta y Axel Kicillof, aunque quisiera presentarse, sabe que no le daría si quiera para organizar un álbum de votos. Todo esto, los dueños del dinero lo saben y los que vengan a hacer apuestas lo harán pensando en el siguiente que, garantizado, no tendrá el adn ni el apellido Kichner.
Están de salida, se repite en Buenos Aires cuando hablan del Gobierno. Es cierto y también es de agradecer que no lo hagan dando portazos a la economía que aún tiene en lista de espera, -lo que le importa a los inversores-, que se retire el cepo al dólar y se vuelva a autorizar a las multinacionales a repatriar beneficios. Eso, sin hablar de la inflación y otros asuntos que, como el grueso del pago al Club de París, le tocará pagar al que venga. El que sea.