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Discurso de Gabriel Boric
Por Marta NERCELLAS, para SudAméricaHoy
El lenguaje político se ha llenado de verbos que dibujan objetivos difíciles de comprender. Regular, prohibir, controlar, impedir y cerrar están escritos en el primer renglón de sus mandamientos fundacionales. Cerrar escuelas, cerrar el aeropuerto de Ezeiza, cerrar las exportaciones, cerrar expedientes. Tener el control de todo y de todos, pero absolutamente desbordados en relación con lo que deberían ser los verdaderos objetivos del Estado. En seguridad, educación o salud no han tenido éxito. No se si lo intentaron, pero están fuera de control. La justicia juega a las escondidas con quienes pretenden atraparla para que desoiga las pruebas y acepte resolver conforme lo indica quien tienen los votos como respaldo para dar las órdenes que señalen a quien se persigue y a quien se indulta ( en rigor, indulto disfrazado de un archivo o de un sobreseimiento que ignora las pruebas colectadas)
Aislar, prohibir, autorizar en forma explícita a usurpar, expropiar, distribuir sin generar riqueza, estatizar, controlar, depredar, encepar, congelar, emitir, intervenir, regular, supervisar, intentar igualar hacia abajo, pero con perseverancia, son las acciones que definen el programa político y económico que los opositores creen que no tienen. Ya Kirchner lo explicó: “No miren lo que digo sino lo que hago”. Y, observando lo que hacen, los verbos que enumeramos nos traducen el programa de gobierno.
El mérito, el ahorro, la moneda, la propiedad, la seguridad, la inversión no cotizan en la bolsa de valores gubernamentales. Tampoco la libertad de prensa ni las libertades individuales o la justicia independiente.
Creíamos que los principios esenciales en los que se apoya nuestra vida en sociedad son los que enumera la Constitución Nacional, pero los quehaceres cotidianos de quienes nos gobiernan, pese a no haber obtenido las mayorías que requiere una reforma de la Carta Magna, decidieron imponerlos con hechos contundentes. Malas ideas dichas con malos modales, enfrentados a un silencio- o frases tímidamente expuestas- de republicanos sorprendidos.
Aseguran defender la vida y las únicas cifras que aumentan son las de las muertes, en muchos casos evitables. Nos hablan de la defensa de la soberanía y tras esa máscara vemos los hilos de la careta de la dependencia. Se jactan de una ayuda social que se materializa en gestos que sólo aumentan la pobreza. Se subsidia lo que se quiere alentar. Enumerando las áreas a las que dirigen los subsidios podremos develar el plan.
Juan Grabois acusa al gabinete por ser demasiado porteño, demasiado blanco, muy clase media y muy progre. No se enfada ni por su ineficiencia, ni por su mediocridad, ni por su imprevisibilidad. Le molesta el color de la piel no las consecuencias de los actos que realizan y el daño social que causan.
Para la facción gobernante la ley no es una orden que se debe respetar. Si su hacer no coincide con lo legalmente dispuesto, no hay que cambiar la conducta sino modificar la norma. Al poder no debe someterlo la legalidad, sino que éste debe decidir qué es legal.
En un tiempo récord de cosecha, récord de precios y con tasa de interés mundial en cero, no podemos recomponer nuestras reservas porque también está en cero la credibilidad de quienes nos gobiernan. Adecuar el gasto público sobreabundante e ineficiente no es una meta, prefieren licuarlo con inflación y emisión tal como si ambas resultaran neutrales.
El príncipe heredero, Máximo, ordena al presidente no claudicar frente a los laboratorios, ni frente al FMI. Esa impertinencia tiene como respuesta el bochorno de un presidente que con la voz quebrada (desconozco si por la emoción, la angustia o el hartazgo) le da explicaciones. Afirma que no esperen de él nada que arruine la vida del pueblo argentino. Parece ignorar que ya la arruinó con su ineficiente administración de la pandemia. Agrega que no claudicará ante los acreedores o un laboratorio. Que antes de hacerlo “se va a su casa”. ¿Cree acaso que puede clavar bandera a cualquier altura de la ladera, cuando se sienta incómodo con la tarea? ¿Piensa que es compatible con su cargo contestar como un barrabrava o un adolescente mal dormido? ¿Tendrá alguna empatía con la angustia de la gente? La falta de reflexión y de solidez profesional (aun en aquellas áreas en la que afirma ser profesor), preocupan.
El rápido perdón ante un supuesto agravio cometido por el gobierno de Macri a la democracia boliviana contrasta con la falta de éste a los argentinos por los múltiples incumplimientos de las promesas realizadas. No pide perdón por las 100.000 muertes que no pueden sino vincularse con la inexistencia de “planes “estatales de vacunación, testeos y aislamiento selectivos. Por los miles de pymes quebradas por las insensatas decisiones gubernamentales. Por la falta de respeto a los derechos humanos dentro de nuestra geografía y fuera de ella.
Una carta de agradecimiento – que su supuesto autor afirma que es falsificada y su supuesto destinatario afirma no haber recibido- llena de “dolor y de vergüenza” a nuestro presidente.
Una denuncia firmada por dos ministros y la administradora federal de ingresos públicos afirma: “Argentina contrabandeó armamento y municiones para reprimir civiles en apoyo a un gobierno de facto”. El principio de inocencia cede cuando se trata de supuestas acciones del gobierno anterior. Ni siquiera intenta explicar por qué mantuvo en Bolivia a los gendarmes enviados por el gobierno anterior durante más de seis meses y por qué no investigó el informe final que debieron rendirle al regresar.
Rápidas disculpas por un supuesto acto ilícito ajeno. Ninguna, por los múltiples “errores” (cuanto menos) propios. Dice no saber qué pasa en Cuba pero solicita el levantamiento de un bloqueo que no existe. Ignorancia, encubrimiento, ineptitud o complicidad. Qué difícil es catalogar las acciones de un presidente que maneja tantas varas para medir las acciones que vive confundiéndonos.
No se priva de gobernar por DNU. Ya dictó más de cien y los decidió, según su confesión publica, “en soledad”. No en la reunión general de ministros como ordena la Constitución Nacional. En rigor, no sabemos si su devaluada palabra nos transmite la imagen de un presidente sentado pensativo y sin compañía frente a su computadora, o lo que quiere decirnos, es que no está obedeciendo a la jefa.
Nuestra devaluada moneda no es cuidada por el Banco Central ni por un ministerio de economía convertido en una agencia de turismo. El ministro y una comitiva (cuya función se desconoce) pasean por el mundo sacándose fotos con diferentes personalidades. No avanza la negociación de la deuda, pero se incrementan los gastos a cargo del tesoro. Tal vez cumplen el sueño de adolescentes conociendo algunos centros de poder mundial. ¡Al menos el sueño de algunos argentinos puede cumplirse ¡
El ajado discurso denunciando al “imperio” como agente del mal- al punto de desechar la compra de las vacunas que se investigaron y produjeron en EE. UU. y que se probaron en los brazos de miles de argentinos-; aborreciendo a la clase media por ser reaccionaria y un obstáculo para que florezca la alegría y la prosperidad de quienes no la integran.
Entienden que el trabajo no es el motor de movilidad social, el “ascensor” es la solidaridad (que traducen en manotearle porciones de riqueza a quienes según creen tienen en demasía, para entregársela a quienes carecen de ella). Obviamente dejan fuera del reparto las fortunas personales de quienes dirigen la “igualadora “política de estado, seguramente porque como su origen es ilícito no quieren colocar como encubridores a quienes reciban sus dádivas. Distribuir, nunca producir. El nuevo enemigo del ser nacional es el talento y aquel capital que no lograron estatizar.
Reescriben la historia a espaldas de la mayoría y transmitiendo sigilosamente a las mentes de nuestros niños y jóvenes que nuestros próceres no son San Martín o Belgrano. La gesta patriótica fue realizada por Kirchner y Perón.
Mientras esto ocurre nuestros jóvenes se convierten en fanáticos de la historia; de la historia propia. Investigan sus raíces tratando de encontrar un antepasado que le permita obtener un pasaporte europeo para radicarse y trabajar en lugares donde creen que pueden desplegar sus capacidades. Fomentan sin pausa la exportación. La exportación de aquellos que se formaron en nuestras universidades.
Las estadísticas son miradas con recelo porque denuncian la inflación, la pobreza, el desempleo y la informalidad. También nos anuncian la cifra de contagiados y las muertes – aún cuando no comprendamos como se registran-. Por, al fin, una buena noticia, el futbol fue “vacunado”, nos permite despedir al Diego en la Casa Rosada y festejar en el obelisco nuestro triunfo en la Copa América. Ojalá puedan darle la misma dosis a los miles de argentinos que no pueden regresar al país por los cupos impuestos para evitar la circulación comunitaria del virus.
Víctor Hugo decía: “Entre un gobierno que lo hace mal y un pueblo que lo consiente hay una cierta complicidad vergonzosa” ¿Intentaremos no ser cómplices?