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Discurso de Gabriel Boric
Por José VALES, para SudAméricahoy (SAH)
El año expira y la mayoría de los países se ocupan de sus respectivas agendas navideñas. Otros, en cambio, no se dan respiro ni para el brindis. Las recientes elecciones chilenas dejaron secuelas serias en la derecha, lo mismo que los recientes saqueos en Argentina y el ascenso a general, del comandante en jefe del Ejército en Argentina, César Milani, denunciado por violación de derechos humanos pero ungido por el mismo gobierno que reabrió todas las causas por delitos de lesa humanidad durante la dictadura. Podría haber sido una de las tantas «delicias» contradictorias del peronismo, si el caso no fuera tan grave.
La forma en que ganó Michelle Bachelet, pero principalmente la manera
en que la derecha chilena enfrentó esa elección, provocó en los partidos de la Alianza por Chile una guerra de todos contra todos y la idea de refundar a algunos de los partidos como el pinochetista Unión Democrática Independiente (UDI). De esa manera, se inicio un reacomodamiento en la política chilena que podría ser una de las constantes a lo largo del segundo acto de Bachelet que comenzará el 11 de marzo próximo.
Pero el caso argentino, es un poco más urgente. El gobierno desoyó todas las denuncias y pedidos. Primero para no designar al cuestionado Milani, un experto en inteligencia, al frente del Ejército. Y luego hizo caso omiso de los informes a la hora de que el Senado lo ascienda a general. Una nueva muestra de que los eternos retrocesos en la historia no es patrimonio de un político o partido, sino casi una cuestión de Estado.
Argentina no sólo está regresando en estas Navidades a viejos esquemas de impunidad, en materia de violación de derechos humanos, en otra vuelta más del kirchnerismo de que una cosa es el discurso y otra la acción. El país está volviendo a recrear la historia en materia económica y social de una manera que sorprende. Se parece mucho a una «remake» de baja estofa. Otra vez las reservas monetarias en el Banco Central son exiguas, como en otros momentos de crisis de los últimos 40 años. Otra vez la inflación haciendo estragos, o las imágenes de la gente saqueando, como en varios pasajes de estos años, que anticiparon algunas de las peores tempestades políticas que sufriera el país. Ni hablar de los cortes de energía eléctrica, que desde hace 10 días tienen en jaque a cientos de miles de personas y a la industria, como en el final del gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989).
Pero hay un hecho que permite vaticinar mejor que todos los anteriores el tenor del próximo sismo. Ese sismógrafo no es otro que la emisión de bonos por parte de las provincias ante la imposibilidad de financiarse. En 1988, un año antes de los primeros saqueos de la historia habían sido la provincia de Tucumán y luego la de La Rioja, las primeras en emitir sus cuasimonedas. En 2000, había sido la provincia de Buenos Aires, y atrás el resto. Un año después se desataron las revueltas de diciembre de 2001 y la caída de Fernando De La Rúa. Ahora, en tiempos de un ajuste que el gobierno no sabe, ni puede realizar, fue la provincia de Corrientes la primera y queda a la espera de no estar sóla en esto de generar más y más deuda.
Así, las cuasimonedas funcionan como el artefacto de relojería que acompañan al explosivo. De aquí en más, si no aparecen las soluciones, el remedio necesario, todo será una cuestión de tiempo, para que «el Gran País del Sur», como lo llamaba Bolívar, vuelva a recrear su historia reciente. Sin moneda, sin energía, sin política, volviendo a los controles económicos de la primera mitad de los años 70 y colocando una estrella de impunidad a un general con las manos manchadas de sangre. Así va haciendo camino hasta la próxima crisis sistémica. Ya se sabe que la Argentina es uno de esos cines en donde la misma película puede verse repetidas veces. Sólo, claro está, es
una cuestión de tiempo.