EL VIDEO


Discurso de Gabriel Boric
La verdad muchas veces, cuando no duele, suele ser incómoda. La certeza que el domingo arrojaron las urnas argentinas, en las elecciones para elegir candidatos de cara a las legislativas del 27 de octubre, dejan al gobierno de Cristina Kirchner sin amarras con su reiterado argumento de que “nos avala el 54 por ciento de los argentinos” de hace tan sólo dos años y totalmente a solas con la realidad. Perdió en la estratégica provincia de Buenos Aires ante una suerte de postkirchnerismo, compuesto por los ex funcionarios o ex aliados que fueron quedando en el camino y por un puñado de intendentes (alcaldes) que desde hace unos meses comenzaron a oler el aroma de la muerte política. También cayó en la mayoría de las provincias a manos de candidatos opositores cuyo principal desafío de aquí y hasta el 2015 será el de saber lidiar con sus propios egos y contradicciones si lo que se quiere es plasmar un futuro distinto.
No alcanzó ni la foto de la presidenta y su delfín electoral, Martín Insaurralde, con el Papa Francisco, tomada a hurtadillas en Río de Janeiro, para evitar perder casi 24 % del caudal electoral con respecto al 2011. Si lo que había hasta hace unos días, como se había advertido en este espacio eran “fantasmas de final de época” lo que surgió de las urnas es la corporización de esos fantasmas.
La primera reacción de la presidenta Cristina Kirchner, en la noche del domingo con los resultados, no parece haberlos registrados. Prefirió escudarse en su propio estilo y en la historia reciente del kirchnerismo. No nombró a los ganadores y no lo hará en los próximos días, pero recordó lo que pasó en el 2009 cuando “él”, por Néstor Kirchner, había perdido las legislativas. Cuan “Terminator” de la política, cuando el kirchnerismo parecía muerto definitivamente retuvo el poder dos años después, fallecimiento del líder mediante. Por entonces no existían estas internas abiertas transformadas en una gran encuesta nacional a poco más de dos meses de las elecciones legislativas. Un lapso más que prudente para que el aparato kirchnerista pueda salvar algo de lo que perdió en esta guerra sin cuartel contra sus propias obstinaciones. Al filo de la medianoche del domingo, la presidenta se presentó en el bunker con los candidatos y también con el cuestionado vicepresidente, Amado Boudou, a quien la justicia en las próximas 72 horas le brindará una mala noticia en la causa que se le sigue por los presuntos delitos de corrupción.
En la provincia de Buenos Aires, donde comparte la derrota con el gobernador Daniel Scioli, le ganó un intendente filoperonista, con orígenes en la derechista Unión de Centro de Democrático (UCD), el mismo partido que cobijó a Boudou en los años 90. Sergio Massa, caudillo de la localidad bonaerense de Tigre, fue el mandamás de la Ansses (una suerte de caja del Seguro Social local) y tras la crisis con el campo en 2008 jefe de Gabinete de Cristina Kirchner. Sería bueno recordar por estas horas que fue Massa y no Néstor Kirchner o la defenestrada agrupación juvenil “La Campora”, el responsable de haber sumado al “proyecto nacional y popular” a Amado Boudou. Primero lo cobijó como su segundo en Ansses y hasta avaló ante la presidenta la decisión de Boudou de estatizar los fondos en manos de las empresas de Fondos de Pensión.
Es justamente el perfil neokirchnerista de Massa el que podría hacer que el oficialismo descuente esos poco más de cinco puntos en octubre, apoyado en su arsenal de recursos. Todo sin olvidar la máxima cultural de los caudillos peronistas en eso de “estar siempre listos para salir corriendo en auxilio del vencedor…”
Por fuera del peronismo, en la Capital Federal, para el opositor preferido del kirchnerismo, Mauricio Macri, las cosas no fueron mucho mejor. Sus candidatos a senadores y diputados quedaron en el primer puesto, pero si se tiene en cuenta que la alianza entre centroizquierdistas, radicales y ex economistas del gobierno (UNEN), fueron los únicos en dirimir las candidaturas en elecciones primarias, las cosas son distintas. Con figuras de un fuerte perfil ético como el cineasta y diputado Fernando “Pino” Solanas, Elisa Carrio, o Rodolfo Terragno, UNEN, obtiene el primer puesto.
Desgaste y hartazgo, fueron las materias primas con las que el electorado ayer envío su principal mensaje. En Buenos Aires, en la Capital y aquellos feudos territoriales como La Rioja, San Juan, o Catamarca, donde el kirchnerismo, domesticaba a gobernadores y electorados. Lo mismo ocurrió en las provincias petroleras, como Neuquén o Salta, donde se cuestiona el acuerdo con Chevron para la explotación de YPF o en el terruño presidencial, de Santa Cruz, donde los candidatos del hijo de la presidenta, Máximo, ocuparon un cómodo tercer puesto.
De estas primarias, surgieron un puñado de nombres con chapa de presidenciables de cara al 2015. El ex vicepresidente Julio Cobos, resucitó en su Mendoza natal, el santafecino Hermes Binner y hasta otro incombustible, como el gobernador cordobés, Juan Manuel de la Sota. Ni ellos ni Macri, o la propia Carrió, si logra evitar romper lo que su alianza plasmó ayer, cuentan con el peso propio para erigirse en una alternativa válida del peronismo en cualquiera de sus dos versiones. El kirchernismo y el post-kirchnerismo que plantea Massa.
Mientras, en Sudamérica, unos vuelven como en Chile Michelle Bachelet y en Uruguay, Tabaré Vázquez quien ya confirmó su candidatura presidencial, o el jueves próximo en Paraguay el eterno Partido Colorado, con Horacio Cartés, otros duermen tranquilos al lado de los muertos como el venezolano Nicolás Maduro, y algunos se van asegurando la reelección como Evo Morales, aquí en Argentina, Cristina Kirchner está obligada a lidiar con esos fantasmas que se corporizan endemoniados, y con esos intendentes y gobernadores que la siguieron en las primarias, a los que desde hoy comenzará a retener para que no emprendan el camino del pueblo hebreo en busca de “la tierra prometida” de conservación del poder, que ya comienzan a vislumbrar en Massa para después del 2015.