viernes, 4 de diciembre de 2015
Argentina, más allá de las etiquetas

Macri

CLARARIVEROSPor Clara RIVEROS, para SudAméricaHoy

Entre la primera vuelta y el ballotage, el oficialismo redobló su apuesta por la campaña del miedo y el retorno al pasado. Dio la impresión que el kirchnerismo le hablaba a un país amnésico. No se animaron a decir nosotros también somos el pasado. Siendo todos peronistas -los hoy kirchneristas y ayer menemistas- hicieron parte del proyecto de ese entonces. Registros de prensa corroboran la cercanía tanto de la pareja presidencial como del candidato oficialista con el presidente Menem. Daniel Scioli afirmaba finalizando la década del noventa: “no por casualidad se llegó a esta estabilidad (…) mira lo que era YPF (…) a buena hora que privatizó (…)”. Scioli, el candidato transformado en izquierda progresista para la campaña presidencial, cuestionó a su contrincante en el debate del 15 de noviembre por oponerse a las estatizaciones de la década ganada.

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La pareja Kirchner junto a Carlos Menem

 

Universidades públicas, ministerios y diferentes instituciones del Estado pidieron abiertamente mantener “la dignidad” que les había sido arrebatada por las políticas neoliberales de las que el PRO, según ellos, es el “más fiel exponente”. El llamado fue a conservar los logros de los últimos 12 años, a no “rifar el futuro” y a votar por la formula oficialista so pena de perder subsidios, becas, trabajos, salarios y jubilaciones. Olvidaron que la alternancia hace parte de las reglas de la democracia, con todo y eso, se impuso el anhelo de tener un país normal en una Argentina que ha vivido bajo el discurso de la confrontación una larga temporada.

No gobernará el peronismo. El escrutinio definitivo precisó que Mauricio Macri y Gabriela Michetti –Cambiemos- obtuvieron 12.997.937 votos (51,34%) mientras que, Daniel Scioli y Carlos Zannini – Frente para la Victoria-  alcanzaron 12.309.301 votos (48,66%). La diferencia fue de 680.607 votos en favor de la oposición. Las encuestas fallaron, otra vez. En la primera vuelta aproximaron una considerable ventaja de Scioli y, para la segunda, otorgaron el triunfo a Macri por ocho a doce puntos. Al final, con un margen más estrecho al anticipado por los sondeos, la mayoría se decantó por la idea del cambio.

Encasillar en la derecha la coalición Cambiemos es reduccionista, el rótulo molesta incluso a votantes de derecha, para los que Macri no fue la primera opción o la más deseable. Quizás, algunos, se sentían representados o más cómodos en el candidato del Frente Renovador, el peronista disidente, Sergio Massa. Analistas han explicado que el gobierno electo es mucho más amplio y, en lo que respecta a Propuesta Republicana o PRO, el partido de Mauricio Macri, surgido tras la crisis de 2001, excede las clásicas definiciones de los partidos tradicionales, la colectividad es bastante plural, durante la campaña apuntó a la reconstrucción del Estado y las instituciones, a la capacidad de negociación y la búsqueda de consensos, a una ciudadanía tolerante y a una cultura política democrática. Frente a la debacle con la que amenazó el oficialismo y su militancia, Macri dirigió un mensaje de unidad y de reconciliación, habló de esa Argentina de puertas abiertas que se hizo de inmigrantes, exaltó la cultura del trabajo, el emprendimiento, así como su interés en erradicar la pobreza, derrotar el narcotráfico y mejorar la calidad democrática. Sin milagros, sin iluminados.

MM

Mauricio Macri y Gabriela Michetti celebran resultado electoral

Hay quienes observan que el mal manejo de la economía y sus consecuentes efectos en la sociedad propiciaron el cambio, sugieren que en tiempo de bonanza hubo mayor tolerancia frente al deterioro institucional y a la corrupción de la élite gobernante. Otros opinan que, sumado a lo económico, el caso Nisman fue un punto de quiebre para la institucionalidad y que alarmó a una parte significativa de la sociedad. En contraposición, la militancia kirchnerista embebida en su relato llama a “resistir” al nuevo gobierno elegido democráticamente. ¿La consigna? “Resistir es combatir”. Durante años la democracia solo importó de forma instrumental, ahora, ante la derrota tampoco les resulta un mecanismo válido.

Simpatizantes del oficialismo consideran que hubo agotamiento en cuanto a las formas pero no en el fondo, que la gente se cansó de la confrontación y de algunos escándalos lo que no significa el rechazo a lo que representa el kirchnerismo y a su gestión “progresista”. Parece una mirada condescendiente para los excesos de estos años, probablemente haya que sustituir el término “progresismo” por “cleptocracia” a la hora de las definiciones.

La “cleptocracia” es “un concepto claro y directo”. “Se refiere a un grupo gobernante que utiliza los recursos del Estado para organizar un saqueo sistemático, con el que se llenan las cajas políticas y las privadas, difíciles de distinguir”, sostuvo Luis Alberto Romero meses atrás, la “cleptocracia” va más “directamente al núcleo de un régimen construido sobre dos columnas: la concentración de poder y la acumulación de riqueza”. Tal vez el cansancio de la mayoría tuvo que ver con el estilo, pero también con el contenido, con el régimen y con muchos de sus componentes.

La cuestión “no pasa por progresismo y no progresismo sino por el tipo de gobierno: autoritario, discrecional y cleptocrático de un lado, y partidario de las instituciones normales, particularmente el estado y el mercado. Con esto solo, más la cuestión de la pobreza y afines, ya hay suficiente tema para la próxima administración”, observa en esta oportunidad el historiador argentino respecto a la percepción existente en Argentina y en América Latina de que el kirchnerismo es progresista. Es una “extraña idea de progresismo” que ni siquiera las posturas socialdemócratas logran entender o admitir. “Lo más afín con una agenda progresista son los subsidios a los pobres, pero en doce años, en los que hubo algunos de prosperidad, la pobreza no bajó sino que aumentó”, subraya.

En cuanto a la composición del régimen, Romero explica que está integrado por las “nuevas oligarquías” de las provincias más atrasadas -élites feudales que emergieron alrededor del Estado y la distribución de empleos públicos-, los jefes de gobierno en las comunas metropolitanas y, los sectores que se asumen progresistas, donde entran organizaciones de derechos humanos, de igualdad civil y análogas, vinculadas o simpatizantes de las organizaciones armadas de los años setenta. Este último elemento reviste el contenido discursivo. “Una versión local, atemperada, del chavismo”.

La presidente y sus principales funcionarios dejan sus cargos mucho más ricos que cuando asumieron, solo en lo que declara –que no incluye bienes que ahora están a nombre de sus hijos, ni testaferros, ni denuncias por enriquecimiento ilícito, tampoco fortunas ocultas en paraísos fiscales- el incremento patrimonial de Cristina Fernández de Kirchner fue de 843% en los últimos 12 años. Macri se apresuró a anunciar que congelará su patrimonio en un fideicomiso como mecanismo de transparencia y para blindar su gestión.

Lo cierto es que “Mauricio Macri va a heredar un país quebrado”, un país que no crece hace cuatro años, un país sin estadísticas confiables, luego de que el INDEC -Instituto Nacional de Estadística y Censos–  fuese intervenido a inicios de 2007. Como le señaló el otrora ministro de Economía, Hernán Lorenzino, a una periodista griega (2012): “hablar sobre estadísticas en la Argentina es complejo”. La inflación, según consultoras privadas, ronda el 25% y la acumulada en las gestiones de Cristina Fernández es cercana al 476,5%.

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Cristina Kirchner en la FAO, Roma (junio, 2015)

La pobreza no existe en la medición oficial. El actual ministro de Economía, Axel Kicillof, consideró meses atrás que medir la pobreza es “estigmatizante”, por eso no tiene el número de pobres; para el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, “la pobreza en la Argentina es menor que en Alemania” y, para la presidente Cristina Fernández, “el índice de pobreza está por debajo del 5% y la indigencia en 1,27%”, según afirmó ante la FAO. El cálculo de instituciones independientes se aproxima al 23-28%. La gestión Kirchner termina con una caída de casi 40% en las reservas del BCRA y una deuda pública que aumentó unos USD 60.000 millones, es decir, es superior a la que había antes de la reestructuración de 2005.

Esta semana se conoció la conformación del gabinete de Mauricio Macri, de momento genera expectativas favorables, lo que preocupa es el estado del Estado, justamente por el saqueo indiscriminado. El gobierno del “vamos por todo” irá por todo hasta el último día, continuó el feriado de reparto de cargos públicos en los días previos y posteriores a las elecciones y, una vez se conocieron los resultados, la presidente modificó el presupuesto nacional -vía decreto- para reforzar las partidas en diferentes organismos y programas. El fin del populismo, aunque se quiera, no llegará mañana, tampoco el 10 de diciembre. Las tareas son enormes y habrá que trabajar demasiado. Pese a todo, hay esperanza para Argentina, más allá de las etiquetas.