sábado, 14 de diciembre de 2013
Sociedad saqueada
Foto. Francisco Alberto VERA (Efe)

Foto. Francisco Alberto VERA (Efe)

Mario Oscar CarricartPor Mario Oscar CARRICART, para SudAméricaHoy (SAH)

Karl Marx fue el primero de los filósofos que introdujo el concepto de conciencia de clase, entendido como la capacidad de los individuos que conforman una clase social de ser conscientes de las relaciones sociales antagónicas que se aduce, siendo la condición original de la organización de una sociedad de clases y de actuar de acuerdo a ellas para beneficio de sus intereses.

En su “Miseria de la Filosofía” Karl Marx hacía una referencia a la situación en la Gran Bretaña en 1840 al señalar que  “En principio, las condiciones económicas habían transformado la masa del país en trabajadores. La dominación del capital ha creado en esta masa una situación común, intereses comunes. Así, esta masa viene a ser ya una clase frente al capital, pero todavía no para sí misma. En la lucha, de la cual hemos señalado algunas fases, esta masa se reúne, constituyéndose en clase para sí misma. Los intereses que defienden llegan a ser intereses de clase».

Los saqueos sucedidos en la Argentina, deben ser abordados para su entendimiento a través de esta concepción marxista sobre conciencia de clase, no desde el punto de vista de que quienes participaron de los mismos conforman una clase social, sino desde el dato objetivo que quienes cometieron estos actos delictivos supieron tomar conciencia de rol, unificando intereses, aprovechando una coyuntura particular (la ausencia de policías en las calles), uniendo fuerzas, y generando una masa humana consciente que los unía un mismo interés y con una metodología que aseguraba no solo el éxito de la empresa sino también la impunidad.

Para este análisis es preciso dejar de lado cualquier consideración ética o moral que nos conduzca a la simplificación de tildar a quienes participaron de los saqueos como simples delincuentes.

El origen de esta concientización de roles podemos remontarlo al inicio de los primeros piquetes en la Argentina. Fue durante el último año del gobierno menemista que aparecieron en el país los primeros grupos piqueteros como fenómeno social donde quienes habían sido expulsados del sistema por el neoliberalismo de los noventa, no encontraron otra forma de ser oídos que cortando rutas primero y avenidas después.

Casi en forma inmediata fueron apareciendo por todo el país distintos grupos piqueteros, y lo que en principio apareció como un fenómeno espontaneo de desocupados luego se transformó en una herramienta más de presión política. Los distintos grupos piqueteros se transformaron en interlocutores directos entre los gobiernos y quienes no tenían trabajo ni posibilidad alguna de conseguirlo.

Surgieron así los líderes de estos grupos que supieron organizarlos, dotarlos de una idea en común y una metodología de lucha, logrando no solo que se oyeran sus reclamos sino también posicionarse políticamente en las distintas organizaciones del país y en la opinión pública por la capacidad de movilización que exhibían en cada piquete.

Esta modalidad de protesta no solo generó en la Argentina la idea que la única forma de hacerse escuchar y de ser atendidos sus reclamos era a través de la modalidad del piquete sino también sembró la idea que con organización y metodología se podía poner en jaque a un gobierno y por que no a la sociedad toda.

Poco a poco dejó de importar si para reclamar un derecho que consideraban vulnerado estaban vulnerando otros derechos a semejantes, se llegó a tal egoísmo social que todo motivo era bueno, para cortar calles, avenidas, ingresos a ciudades, rutas y hasta puertas de colegios.  La alienación social piquetera llego al grado de que se realizaran piquetes en protesta de otros piquetes. Violar la ley con el fin de reclamar por lo que algunos consideraban justo estaba justificado en el fin perseguido.

Y la sociedad Argentina fue poco a poco alimentándose de egoísmo social y construyéndose a su vez la idea que aquella premisa republicana que dice que “el pueblo no delibera ni gobierna a través de sus representantes” podía ser dejada sin efecto a través de la protesta piquetera.

Pero, ¿Qué tienen que ver los movimientos piqueteros con la delincuencia organizada para saquear?, seguramente más de un dirigente social diría que nada en lo absoluto se parece aquel fenómeno, con este que acaba de suceder en la Argentina; pero, si comenzamos por entender que cuando una sociedad y sus gobiernos legitiman de forma explicita o implícita una forma de protesta o de accionar con una clara raíz ilegal, cuando se acepta de forma complaciente y hasta casi se es protagonista de la violación de la ley como método de protesta, la sociedad como tal y los individuos como integrantes de la misma, comienzan a perder la noción entre lo legal y lo ilegal, la solidaridad y el egoísmo y el bien común y los propios intereses.

Lo que sucedió en la Argentina no es más que la consecuencia del deterioro moral de la sociedad argentina en relación al apego a las leyes, el respeto a los derechos del prójimo y la idea de sociedad que queremos como matriz de la nación que construimos.

Hay un punto donde perdimos los valores como sociedad, dejamos aflorar nuestro egoísmo humano, tomamos conciencia del rol que cada uno podía asumir dentro de una organización y lo pusimos al servicio de la satisfacción de nuestros propios intereses mezquinos y ante la ausencia explicita de las fuerzas del orden liberamos nuestra bestia interior que no solo arrasó con comercios y supermercados sino también con la moral colectiva de toda una sociedad.