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Discurso de Gabriel Boric
Una ciudad “multifunción”, eso es lo que parece ser Buenos Aires. Los porteños son italianos que creen vivir en París, dice el chiste. De París tiene muchas de sus construcciones Buenos Aires y de Londres, su clima húmedo, que se lo brinda el Río de La Plata, en vez del Támesis. Por la idiosincrasia de sus habitantes podría ser una sucursal de Roma, ahora que tiene Papa propio, y a juzgar por la carrera de autos que el gobierno de la ciudad organizó el pasado domingo a un costo de 10 millones de dólares, según calculan los analistas, sus autoridades desean vivir en Mónaco.
Pero la forma en que se gestiona la política por estas pampas, la negligencia, la falta de previsión y la fuerza de la naturaleza, convierten a esta ciudad, cada tanto, en una Venecia del tercer mundo.
La de estos días es la tercera inundación en menos de un año en la ciudad y los argumentos siguen siendo los mismos. Tanto del jefe del gobierno porteño, Mauricio Macri, como de los funcionarios del gobierno nacional: la falta de fondos para las obras, la herencia recibida, “la lluvia más importante de los últimos años o del siglo” o la culpa del otro. Pero las soluciones no llegan y la gente se muere ahogada, electrocutada o del trauma por perderlo todo.
“Desde el gobierno nacional se acusa a Macri por su falta de gestión y Macri acusa al gobierno de que no lo deja ir al Banco Mundial para conseguir fondos para las obras, pero se decide techar un parque para eventos de rock, hacer un metrobús en una avenida como la 9 de Julio que ya tenía los carriles naturales para hacerlo y las obras cada vez más urgentes se demoran”, reflexionó el diputado opositor Fabio Basteiro.
La fuerza de las lluvias y las obras que el gobierno de Cristina Kirchner no avala se confabulan en ciudades como La Plata y Buenos Aires. Esta vez, a ello se sumaron los seis días corridos de feriado (la semana santa, el recordatorio de Malvinas y el lunes que el gobierno decretó puente para favorecer el turismo) en los que no hubo limpieza de sumideros ni recolección de basura.
Y nadie se responsabiliza de lo que no se hizo o se hace mal. Ayer, la presidenta regresó al barrió donde nació y creció: Tolosa, un suburbio de La Plata y el lugar más afectado por la inundación.
“Quise venir porque yo sé lo que es estar con el agua hasta las rodillas, porque a nosotros se nos inundó mi casa cuando se desbordó el arroyo del gato”, dijo la presidenta. No pudo terminar, ante la lluvia de quejas por la inacción de su gobierno. Luego vino el reclamo en forma de cántico: “Que se vaya, que se vaya”.
Y es que 40 años después de aquella vez en que la jefa de Estado terminó con el agua por las rodillas, sus vecinos hoy están igual o peor que entonces.
En las últimas horas los testimonios se repetían. Todos tenían el mismo perfil. Dolor, bronca e impotencia. Eran las materias primas con las que los vecinos de La Plata preparaban ayer una manifestación frente a la gobernación para quejarse de los horrores políticos en ésta, la Venecia del fin del mundo. (El Universal)