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Discurso de Gabriel Boric
Por Enrique Guillermo AVOGADRO
Tal como todos suponíamos, el absurdo e inoportuno periplo del Meme Presidente con el sólo objetivo de pasar la gorra en Moscú y Beijing terminó, para nosotros, en un gran fiasco. Luego de humillarse tanto ante un pétreo Vladimir Putin, volvió a tomar el avión para visitar a Xi Jinping con idéntico propósito. El dictador lo miró con su mejor cara de nada y, para su sorpresa, vio arrodillarse y bajarse los pantalones a Alberto Fernández y lo escuchó decir que el peronismo siempre ha admirado al Partido Comunista Chino; Juan Domingo Perón debe haberse revolcado en su tumba. El nuevo Embajador de China ante Argentina, el disfrazado Sabino Vaca Narvaja, cantó en mandarín una canción en honor de Mao, uno de los mayores asesinos de la historia, y ambos fueron luego a rendirle homenaje en su mausoleo.
Acto seguido, a Fernández le pusieron delante un montón de acuerdos que endeudan a varias generaciones. Los debe haber firmado sin leer, ya que tenía urgencia de rogar que Xi aceptara ampliar el swap vigente, autorizara la utilización de esos yuanes (intercambiados por pesos en mera contabilidad creativa) para otros objetivos distintos al comercio bilateral y nos prestara algo de los derechos especiales de giro (DEG) que el FMI entregó a todos los países miembros. El jerarca chino, sonriente, siguió mirándolo, movió la cabeza y, claro, eso fue percibido por el poveretto Alberto como un éxito.
Y digo que parece no haber leído porque, por ejemplo, el proyecto de construir Atucha III, la central nuclear que se instalaría en Lima, Provincia de Buenos Aires, es un innecesario y monumental disparate. El combustible a utilizar será uranio enriquecido –Argentina no lo produce, y sí dispone de gas natural– cuyo costo y futuras opciones de suministro se desconocen, tanto como qué se hará con él, dada su agresividad con el medio ambiente, cuando la vida útil de la planta termine. De concretarse, se transformará en la construcción más cara de la historia argentina (US$ 8.200 millones, según el Gobierno, casi US$ 14.000, según los expertos), y será la primera usina nuclear construida por China en el extranjero.
Algo similar ocurre con las represas hidroeléctricas previstas en el río Santa Cruz, por mera casualidad en sociedad con Gerardo Ferreyra, de Electroingeniería, que carecen de estudios de impacto ambiental –en Ecuador acaba de demostrarse que China las construye mal- y, por lo demás, están al fondo de la lista de prioridades nacionales. En materia de comunicaciones, la última visita de nuestro inefable Meme fue a la fábrica de Huawei, que pertenece al Ejército chino, y cuyo sistema 5G es rechazada en casi todo Occidente porque permite el espionaje industrial y militar.
Pero el más importante acuerdo firmado por nuestro Meme fue la adscripción a la “Franja y Ruta de la Seda”, el megaproyecto global del régimen de Xi para financiar obras de infraestructura (144 naciones ya adhirieron) con créditos a altas tasas de interés, con la garantía de las propias instalaciones, construidas mayoritariamente por empresas chinas, con trabajadores chinos. Los préstamos son tan onerosos que, en el caso de los 40 países más pobres que lo firmaron, ya superan el 10% del PBI local.
Cuando las naciones deudoras se ven impedidas de pagar sus obligaciones, y Argentina tiene el record, simplemente China se queda con la propiedad de esos puertos, carreteras, redes de comunicaciones y bancarias, plantas de generación de energía, aeropuertos, etc.; eso es lo que ha sucedido en naciones como Montenegro, Macedonia, Uganda, Sudán, etc., y ha hecho que el Partido Comunista Chino sea hoy propietario de miles de obras de este tipo alrededor del mundo (como lo es de la base espacial en Bajada del Agrio, en Neuquén), y es habitual que, entonces, imponga sus criterios geopolíticos (¿y militares?) al comercio internacional, con las consecuencias que son fácilmente imaginables.
El Gobierno, en la persona del Presidente Alberto Fernández, violó nuevamente las normas más elementales de la diplomacia internacional hablando en contra de un aliado natural –los Estados Unidos, a quien necesita con desesperación dado su poder de veto en el FMI– ante sus más férreos contendores, asociándose con los dos regímenes más despóticos del mundo sin siquiera mencionar las cuestiones de Ucrania y Taiwan, que se encuentran hoy en el preocupante tapete global, y ni siquiera cuestionó las violaciones de los derechos humanos que ambos dictadores cometen a diario.
Ratificó así cuán rastrera y sesgadas es su posición al respecto, algo que ya había demostrado con su irracional apoyo –que ni siquiera acompañan los izquierdistas Gabriel Boric (Chile), Pedro Castillo (Perú) y Gustavo Petro (Colombia), para pesar de Nicolás Maduro– a sus colegas de Nicaragua, Cuba y Venezuela, y en sus permanentes ataques a la prensa libre. Sus sicarios continúan ensañándose aquí con los hoy ancianos militares que derrotaron a la subversión marxista en los 70’s y, mientras tanto, apoyan irrestrictamente las reivindicaciones de los pseudo-mapuches, que buscan apropiarse de tierras e independizar a la Patagonia de Argentina.
El Congreso argentino está en receso hasta el 1° de marzo, cuando se abrirá un nuevo período de sesiones ordinarias. Será entonces cuando la oposición deberá ponerse de pie, exigir la información precisa necesaria, tanto sobre los verdaderos alcances del preacuerdo con el FMI cuanto sobre todos los contratos firmados por el Meme con Rusia y China, y exigir el cumplimiento de lo dispuesto por el artículo 75 de la Constitución, que establece que aprobar este tipo de convenios es atribución exclusiva e indelegable del Poder Legislativo.