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Mar Marín
Buenos Aires, 18 jul (EFE).- Seis meses después de su muerte, la Justicia argentina aún no ha podido determinar si el fiscal Alberto Nisman, encontrado con un tiro en la cabeza el 18 de enero, se suicidó o fue asesinado después de denunciar a la presidenta Cristina Fernández por encubrimiento a terroristas.
«Tanto mi hermana como yo les pedimos que nos acompañen y ayuden a encontrar la verdad sobre lo que le pasó a mi papá», pidió Iara Nisman, una de las hijas del fiscal, en un mensaje leído el viernes durante el homenaje a las víctimas del atentado contra la mutualista judía AMIA, que dejó 85 muertos en 1994.
Un pedido secundado por la comunidad judía, que siente que Nisman se ha convertido en una víctima más del ataque contra la AMIA que el fiscal investigó durante la última década y que se atribuye a Hizbulá.
Mientras se multiplican los reclamos para llegar a conocer la verdad, la Justicia argentina analiza pruebas y pide nuevas pericias sin llegar aún a conclusiones sobre las circunstancias de una muerte que conmocionó a Argentina y provocó una crisis institucional.
Nisman, nombrado fiscal especial de la causa AMIA durante la gestión del fallecido expresidente Néstor Kirchner (2003-2007), esposo de la actual mandataria, terminó distanciado del Gobierno y denunció a Cristina Fernández por encubrimiento de los supuestos autores iraníes del atentado contra la mutualista judía.
El fiscal sostenía que la presidenta estaba al tanto de un plan para encubrir a los terroristas en virtud de un acuerdo sobre el caso AMIA suscrito con Irán en 2013 a cambio de impulsar el intercambio comercial y acceder a petróleo iraní en un contexto de crisis energética en Argentina.
Una acusación rechazada por Fernández, que llegó a hablar de una «estrategia de desestabilización política» y que sufrió un duro desgaste por el escándalo.
En los seis meses transcurridos desde su muerte, la tormenta que provocó el caso Nisman se ha ido diluyendo.
La presidenta ha remontado la caída en su imagen, la Justicia argentina ha desestimado la denuncia en su contra por considerar que carece de pruebas y los detalles que se han desvelado sobre la investigación han dañado la credibilidad del proceso.
Las imágenes de agentes manejando documentación personal sin protección en la vivienda de Nisman la noche en que fue encontrado muerto, limpiando la sangre de la pistola que acabó con su vida o deambulando por la casa, desataron al indignación de los argentinos.
La línea oficial de investigación se inclina, desde el principio, por la teoría del suicidio, mientras los peritos independientes contratados por la exmujer del fiscal, la jueza Sandra Arroyo Salgado, sostienen que se trató de un homicidio.
Ni siquiera se ponen de acuerdo son la fecha de la muerte que, según la investigación de la familia se habría producido un día antes de que fuera encontrado muerto.
La cuestionada fiscal que conduce la investigación, Viviana Fein, todavía no ha presentado un informe definitivo.
Tampoco se ha aclarado el papel de Diego Lagomarsino, el colaborador informático de Nisman que le entregó el arma calibre 22 que acabó su vida.
Nada se sabe de quien debería ser el espía más buscado de Argentina, Jaime Stiuso, un hombre que estuvo muy vinculado al poder, mantenía una estrecha relación con el fiscal y ahora se encuentra en paradero desconocido.
El penúltimo capítulo del caso lo ha escrito el perito estadounidense Ciryll Wecht, un patólogo que trabajó en investigaciones tan sonadas como los asesinatos de los Kennedy o Martin Luther King, y que, a la vista de las pruebas, descarta el suicidio.
Tras revisar material sobre este caso, «creo que es mucho más probable que haya sido un homicidio que un suicidio», dijo Wecht en una reciente entrevista con el programa de la televisión local Periodismo para Todos.
A la espera de respuestas, la comunidad judía advierte que «la salud de la República estará en jaque hasta tanto un hecho de tamaña gravedad no sea esclarecido».