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Discurso de Gabriel Boric
Barcelona (España). José OLIVA(Efe)
La escritora argentina Flavia Company, que reflexiona en su último libro de relatos, «Por mis muertos», sobre cómo nos contamos a nosotros mismos, considera que «la autobiografía es la mentira que más hemos contado a más gente y la que estamos más dispuestos a creernos».
En «Por mis muertos» (Páginas de Espuma) Company despliega diversas historias situadas en zonas limítrofes entre la realidad y la ficción, entre la vida y la muerte, con los que la autora se interroga sobre «¿qué es lo verdadero?, ¿dónde termina la ficción? o ¿somos lo que somos o lo que contamos?».
Este libro, explica la autora en una entrevista, recupera la tradición oral desde el punto de vista literario, pero también desde el punto de vista de la vida. «A todos nos fascina que nos cuenten historias, y todos contamos historias. Y, cuando lo hacemos, sabemos añadirles elementos que las conviertan en más interesantes, más profundas, más largas o más atractivas».
Además, en los tiempos actuales en los que muchas relaciones se establecen a través de la escritura (el chat, Facebook o Twitter), «aún se acrecienta más la inventiva sobre la narración de uno mismo».
En ese juego con lo real y lo irreal, la autora ha introducido en las páginas de «Por mis muertos» códigos QR -realidad aumentada- que remiten a «anécdotas que parecen dar base real a la ficción que contienen los relatos».
Partiendo de que «la autobiografía es la mentira que hemos contado a más cantidad de gente y que más gente está dispuesta a creer», Company opina que «lo único verdaderamente autobiográfico es la realidad, nunca lo que se cuenta. Lo verdaderamente autobiográfico es el aquí y el ahora, porque no hay verdad en lo que contamos de ayer ni de mañana».
Aunque «Por mis muertos» está integrado por cuentos, que pueden ser leídos de manera independiente, la escritora considera que se trata de «una propuesta global sobre nuestra identidad, un tema que siempre me ha preocupado, que tiene que ver con quiénes somos de verdad, porque sólo somos aquí y ahora: todo lo demás es narración».
El libro recupera, añade, la tradición oral, porque «el relato es el género por excelencia de la oralidad; es el único género emigrante», y pretende ser además «un homenaje a la vida».
Una idea recurrente en varios de los cuentos es el simbolismo de las casas que son vaciadas cuando su ocupante enferma o muere: «Los lugares que habitamos necesariamente se vacían cuando morimos, y lo curioso es que tras la muerte no te llevas nada de lo que has acumulado en vida».
La idea de la emigración también atraviesa las páginas de «Por mis muertos»; no en vano la autora nació en Argentina de abuelos catalanes cuyas diversas generaciones de antepasados han sido testigos de viajes de ida y vuelta por el charco.
A su juicio, «la emigración es hereditaria y marca a las familias, y, en cambio, aquellas familias que tienen tendencia a echar raíces en un lugar, si los mueves, se mueren».
Company, que en su trayectoria ha alternado el cuento, la prosa poética y la novela, confiesa que, cuando tiene la idea clara y sabe lo que quiere contar, entonces comprende cómo se va a estructurar.
La autora, que en sus inicios iba para pianista, confiesa que escribiendo es feliz: «Con las narraciones creas las conexiones entre las cosas para contarlas de manera que tengan sentido» y señala que «mi vida es tan literaria como mi obra».
Admite que con «Por mis muertos» quería reírse de las obras basadas en hechos reales, de ahí los pies de páginas, con información real, que apoyan la ficción.
«Está sobreestimada la idea de la realidad», concede, antes de decir que «la única realidad es el instante; todo lo demás es creación».