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Discurso de Gabriel Boric
Por Adolfo ATHOS AGUIAR, para SudAméricaHoy
Muerto el Cid Campeador, ataron el cadáver a su caballo Babieca y lo lanzaron a su última batalla, de la que resultó vencedor. Horacio Verbistky y Aníbal Fernández, con bastante menos poesía, dicen que esto es lo que está haciendo Lorenzetti con Fayt, manipulando una muy anticipada renovación en la Presidencia de la Corte en su propia preservación. Una oposición más pasiva que testimonial se une en el espanto detrás de una corte imaginaria, a la que invoca -para mantener los paralelos póstumos- como a la Difunta Correa
La renovación de la Corte tuvo como objetivos explícitos neutralizar la alineación con el menemismo y otorgar un manto de calidad y prestigio al nuevo Gobierno, logros relativos que fueron muletilla hasta hace un par de años. Nicolás Fernández, Senador por Santa Cruz, fue el introductor de Lorenzetti al matrimonio presidencial, y con Javier Fernández, Auditor General de la Nación, sus principales armadores judiciales.
En los hechos, la elección de Lorenzetti procuraba un «Nazareno Bueno», que agrupara la nueva Corte, proclive -sin incurrir en desvergüenzas- al Ejecutivo. Analistas bienintencionados le otorgaban el beneficio de la duda: ¿Sería la «segunda Corte garantista», una Corte «neo constitucionalista», la «segunda Corte de la Mayoría Automática» , «la Corte de las falsas promesas», o simplemente «la Corte de Lorenzetti»? (G. Arballo, noviembre de 2007, poniendo en cuestión que fuera solamente la Corte de Kirchner, según P. Manili en «Evolución de la Jurisprudencia de la Corte Suprema”).
Todavía en 2007, algunos creían que esta Corte podía alcanzar las alturas de la de Bermejo (1903/1929), o la designada por Alfonsín (1983/1990), pero según J. Amaya “Ideologías políticas e ideologías judiciales”, «parte de la doctrina argentina nos habla de un derecho de la realidad al afirmar que la Corte Suprema de Justicia argentina ha seguido siempre la fórmula política del Gobierno de turno.
Otro sector de la doctrina, en la cual me incluyo, estamos persuadidos que las ideologías han terminado causando la postergación del desarrollo nacional. Quizás esta idea subyace en la disidencia de Fayt cuando sostiene “no se le escapa a esta Corte que el país necesita desesperadamente recobrar la fe en sí mismo, así como el sentido de su dignidad, para acabar con la frustración, el escepticismo y el colapso moral resultantes de una larga cadena de acontecimientos (…) De esa manera podrán reconstruir la convivencia, los hábitos de vida civilizada y la solidaridad que ennoblecen la existencia humana».
Con Carmen Argibay (el impacto de cuya muerte nunca se ponderó debidamente), Carlos Fayt fue lúcido guardián contra las permisividades excesivas.
En noviembre de 2006 Ricardo Lorenzetti y Pablo Mosca fueron respectivamente elegidos por sus pares presidentes de la Suprema Corte y del Consejo de la Magistratura.
Ambos, con el beneplácito activo del matrimonio presidencial, provenían de la abogacía del interior, y habían compartido un proyecto académico. Procedían de la misma Facultad que los también consejeros senadores Nicolas Fernández y Ernesto Sanz, y el «académico” (en realidad, delegado de los rectores de Universidades Nacionales) Mariano Candioti.
Venciendo la solitaria resistencia de Mosca, la Corte presidida por Lorenzetti se transformó en un Pac-Man que devoró todas las áreas, los recursos y los medios. Asimismo, disolvió organismos y eyectó funcionarios de línea e impuso políticas y decisiones. Pero, sobre todo, realizó malas inversiones, erogaciones y designaciones, contando con el total apoyo y una sintonía perfecta con el oficialismo.
Desde entonces “la corte de Lorenzetti” fue la de Kirchner, facilitando el desborde de sus gobiernos; no es históricamente correcto que haya frenado la Ley de Medios ni las diferentes “leyes de democratización de la Justicia”, como tampoco hizo por corregir los abusos feudales en las provincias.
Próximo al cambio de Gobierno, lo que queda de la Corte Suprema se apresta a ser útil al próximo, sea cual fuere. Es fiel a su principio: «una de las funciones que cumple, dentro de su rol institucional, la CSJN consiste en facilitar la governance. Esta función exige muchas veces convalidar políticas de Gobierno, como en el caso de la declaración de constitucionalidad de la normativa de emergencia y pesificación por parte del Tribunal» (Anaya, mismo estudio). No acompañará al saliente en un sati -la ceremonia hindú de cremación de las viudas- pero tampoco se sacrificará como Nisman.
No todos los integrantes del “colectivo” Justicia Legítima son tan impresentables y muchas de sus críticas son correctas. Esta Corte ha fomentado las peores rémoras de la antigua Justicia. La mayor justificación en la que puede escudarse (ahora, y por ahora) es que la Justicia que propone el Gobierno sería aun peor.
Aunque elegir lo menos malo no es elegir lo bueno ni lo mejor, caídos en desgracia los operadores judiciales y desmantelado el control del sistema por la ex SIDE, en la defensa inmediata de la institucionalidad Lorenzetti es el actor a reforzar y debe ser respaldado.
Por el mismo motivo que no hay urgencia en integrar la Corte Suprema antes de las elecciones, el próximo gobierno debería garantizar la permanencia de sus actuales integrantes. La apatía de nuestra dirigencia los ha dejado como la última frontera y no tenemos nada mejor. Fayt merece ser su Cid Campeador, si Lorenzetti se atreve a ser su Babieca.