jueves, 9 de octubre de 2014
Cristina Kirchner, el «pato rengo» o cómo meter la pata

cristina kirchner gafas
Carmen pequeñaPor Carmen DE CARLOS, para SudAméricaHoy (SAH)

El síndrome del “pato rengo” es el que identifica el último año de Gobierno de un Presidente. Se trata de ese periodo en el que, con mayor o menor desgana, prepara su salida y la transición a un nuevo ciclo. En ese tiempo los presidentes procuran no cometer errores ni meter la pata demasiado. Su poder ha entrado en la recta final y lo más recomendable es no tensar cuerdas con las que les podrían intentar ahorcar a ellos mismos si se pasan de la raya más de lo debido. Esto es, si adoptan medidas problemáticas y sin consenso que, inevitablemente, heredará otro en unos meses.

Argentina, un caso que en economía se estudia único junto con Japón (por razones inversas), parece ser estos días, una vez más, la excepción que confirma la regla. La presidenta, Cristina Fernández, cumple en diciembre siete años en el poder y once en la Casa Rosada, donde se quedó viuda de su antecesor, el ex presidente Néstor Kirchner. El año próximo hay elecciones y un tercer mandato está prohibido por la Constitución. La presidenta y jefa del Estado conoce que su tiempo se acabó pero actúa como si no fuera así.

Cristina Fernández no parece dispuesta a irse como llegó, con Argentina medianamente ordenada, la economía con altísimos y sostenidos niveles de crecimiento tras el “crack” del 2001 y un clamor popular que la llevó, con ayuda del llamado “efecto viuda” a ser reelecta con el 54 por ciento de los votos en el 2011. La otra parte de la balanza, ahora, puede omitirse.

La presidenta de Argentina parece empeñarse en sembrar el camino de su despedida de conflictos y tensiones. Cuando tenía al alcance de la mano volver a los mercados financieros, gusten o no, imprescindibles para sobrevivir, lo arrojó todo por la borda y profundizó el “default”. Se había gastado una fortuna pagando los pleitos pendientes en el CIADI por expropiaciones atropelladas, había compensado, generosamente, a Repsol y al Club de París, le va a llenar las arcas con varios miles de millones de propinas por la deuda.

Después de hacer todo esto y por 539 millones de dólares volvió a colocar a Argentina en la lista de los peores. Cierto es que el juez Thomas Griesa se lo facilitó bastante con una sentencia difícil de digerir pero también lo es que había –y hay- salida. Empresarios y banqueros le abrieron –y le siguen abriendo- una puerta que ella se empeña en cerrar y, aparentemente, lo celebra.

Cristina Fernández también aprobó estos días con su mayoría legislativa la Ley de Abastecimiento que le da al Estado atribuciones infinitas frente a empresarios que, una vez más, espantados, huyen con su dinero a otra parte mientras los que están se llevan las manos a la cabeza.

De nuevo con su mayoría automática la presidenta aprobó la reforma del Código Civil, por la vía rápida, aunque no entre en vigor hasta dentro de un par de años. Un nuevo Código Civil y Comercial no es cosa menor como para, por las bravas, imponerlo aunque pudiera ser el mejor. El espíritu democrático obliga a estudiarlo, analizarlo y debatirlo en condiciones.

Así las cosas, la presidenta, como tiene pocos amigos en el mundo, decidió volver a meterle el dedo en el ojo al más importante y deslizó que Estados Unidos estaría estudiando un plan para atentar contra su vida. Cristina Fernández, en su línea, anunció que el asesino estaría en su guarida: “Si me pasa algo, que nadie mire hacia el Oriente, miren hacia el Norte”, dijo despertando la creatividad y burla de las redes sociales.

Mientras la presidenta sigue demostrando que el poder lo tiene ella, la corrupción campa a su alrededor y encuentra en su vicepresidente, Amado Boudou,  a su más noble representante. El hombre no se mueve de la silla aunque los jueces federales se empeñen en procesarle una y otra vez. Quizás, sabe demasiado.

Presupuestos del Estado o ilusionismo aparte, el último gesto o manifestación de poder o de, hago lo que me da la gana o el Estado soy yo, fue sacarse –veremos si es definitivo- la espina clavada de Clarín y ordenar a través de Martín Sabbatella, titular de la Afsca (Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual), que comience la subasta del grupo porque, de repente, justo en vísperas del quinto aniversario de la dichosa ley, descubrieron que hay un fraude en el plan propuesto -y aprobado antes por ellos mismos- del mayor emporio de comunicación de Argentina: Los acciones tienen vínculos empresariales.

La suma de todo pinta un cuadro dramático de Argentina. El síndrome del pato rengo, en este caso, hace aguas y habría qué preguntarse por qué. Quizás, será que Cristina Fernández de Kirchner, en el fondo, se quiere quedar.