domingo, 6 de marzo de 2016
Cuando veas las barbas de Lula…

Lula

El mundo se enamoró de Lula y Lula se enamoró del mundo. El amor correspondido, en tiempos olvidados de cólera, se veía, se leía y se sentía dentro y fuera de las fronteras de Brasil. El viejo sindicalista lo tenía todo para que el globo girarse alrededor suyo. Su historia personal, el ascenso de la miseria  a la Presidencia (2003-2010) y un Gobierno que prometía hacer justicia y dar de comer a  los más pobres, entusiasmaron a izquierda y derecha en los cinco continentes. Por fin, Brasil, el gigante y eterna promesa de América Latina, acariciaba el sueño de hacerse realidad.
El PT (Partido de los Trabajadores) había logrado un líder que podía ser eterno. Pero la corrupción empezó a asomar en la reelección de Lula. Entonces fue el “mensalao” o pagas a los legisladores para que votaran a su antojo. Las imágenes de los “pacotes” de dólares hacían dudar, por el volumen, de su veracidad pero eran cierto. Cayeron primeras espadas del PT y hasta José Dirceu, los ojos y mano derecha de Lula.
 El “efecto teflón” que se le adjudicaba al presidente, por su capacidad para que le resbalaran los escándalos, -como patina la comida en una sartén-, se mantuvo hasta el último día de su mandato. Su elegida y ex ministra, Dilma Rousseuf le vino como un guante para apartar la podredumbre que empezaba a flotar. 
Y en esto llegó el “petrolao”, el escándalo de miles de millones de dólares en comisiones ilegales y corrupción con media docena de constructoras y la gigantesca y semi pública Petrobras. Dilma tuvo que remar en un mar de crudo y alquitrán electoral para llegar al puerto de la victoria en las urnas. Lo hizo pero la mayor estafa a los brasileños de su historia la dejó casi sin oxígeno. Le crecieron las causas judiciales y el acoso por la financiación ilegal de campaña se estrechó. En ese escenario caían unos y otros hasta que hubo un arrepentido, el portavoz del PT en el Senado, Delcidio Amaral, con más poder que otros y dio por bueno lo que todos sabían que eran malo y puso el nombre de Lula y de Dilma en el centro y dijo eso tan clásico de: Ellos sabían… y todo lo que suele seguir a esas palabras.
La imagen de un Lula desencajado llevado por la fuerza a declarar resultó grotesca y dio la vuelta al mundo. Es difícil no creer en un escarnio público deliberado del juez que bien podía haberle citado sin tanta sirena y coche patrulla. Aún así, el fondo de la cuestión es si Lula es culpable o no y parece que hay algo más que indicios para pensar que además del por banquillo podría pasar por una de las celdas donde están sus compañeros del PT:el ex tesorero João Vaccari Neto, Dirceu, e incluso un amigo íntimo, el hacendado José Carlos Bumlai.
Dilma, por su parte, sigue en lista de espera con un juicio político, “impeachment”, moción de censura o como se quiera llamar. Sus días en el Gobierno pueden estar contados y su desfile con Lula por Tribunales más cerca de lo que piensa.
Los que están lejos entornan los ojos ante la caída de un ídolo que parece arrastrarse con pies de barro y promete poner las calles en pie de guerra para que le defiendan. Los que están cerca los abren perturbados. Sudamérica mira atónita a un modelo y un Gobierno que se desmorona. La economía se viene abajo y los mercados arriba con la idea de Dilma fuera del poder. Los vecinos observan y los viejos aliados se preocupan. Cristina Fernández, que quería seguir los pasos del brasileño y hasta fundar un instituto “kirchnerista”, anda con el agua de la justicia al cuello. Empieza a tomar conciencia de que no es eterna y que a ella, también, le toca pagar la factura de sus abusos, atropellos o delitos. -¿Si le pasa a Lula por qué no a mi? Debe preguntarse mientras Mauricio Macri sigue su conquista al mundo desarrollado.
De arriba abajo y de izquierda a derecha, Alberto Nisman, fotografía de Néstor Kirchner y Cristina Fernández en silla de ruedas tras la muerte del fiscal

De arriba abajo y de izquierda a derecha, Alberto Nisman, fotografía de Néstor Kirchner y Cristina Fernández en silla de ruedas tras la muerte del fiscal

No demasiado lejos Evo Morales se lame las heridas por el referéndum que dijo NO a su tercera reelección. Los bolivianos no quieren cuatro legislaturas suyas. Tampoco que se vaya sin ajustar cuentas con la justicia por… su corrupción. El escenario para “el eje bolivariano”, con un patético Nicolás Maduro dando manotazos de ahogado (¿Terminará refugiado en Brasil o en el banquillo?) y con Cuba amiga de Obama se ha dado vuelta mientras Rafael Correa revisa su gestión.
Ella y ellos fueron el poder real pero los que triunfan ahora son los otros, los que antes de ver las barbas de Lula cortar, pusieron las suyas a remojar.