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Discurso de Gabriel Boric
Por Carmen DE CARLOS, para SudAméricaHoy
El gobierno de Argentina se está enredando en su propia tela de araña pero los nudos, a quien asfixian, es a sus ciudadanos.
La Corte Suprema de EE UU confirmó el lunes la sentencia –de hace dos años- del Juez Thomas Griesa que obliga al país a pagar cerca de 1.500 millones de dólares que debe –desde el 2001- a un pequeño grupo de acreedores y al fondo de inversión NML Capital.
La presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner y su ministro de Economía, Axel Kicillof, encajaron con dificultad la noticia. Ambos utilizaron expresiones ofensivas y desafíos al magistrado que tiene en sus manos hacerles la vida más fácil o más complicada. No sólo a ellos, sino a los cerca de 45 millones de argentinos que sufren en sus bolsillos y en sus vidas, los efectos de gestiones desastrosas.
El discurso de barricada, –“no pasarán”, es una “extorsión”, “haremos un canje en Buenos Aires”-, de la presidenta y su ministro, se produjo, sin embargo, en paralelo a otro que anunciaba la inmediata intervención de los abogados que defienden la posición argentina, para que se sentarán a hablar, bajo el paraguas de Griesa, con los acreedores. Dicho de otro modo, a negociar un plan de pagos.
El Gobierno buscó el respaldo de la oposición –y lo encontró- para pasar por el aro de la justicia neoyorquina al menor coste posible (pagar pero sortear la cláusula que vence en diciembre y obliga a igualar a los acreedores si alguno fuera del canje es mejorado). Hasta ahí parecía que, pese al estilo y el discurso destinado a su militancia, la cosa iba por buen camino. Incluso uno de los abogados, Carmine Bocuzzi, anunció en los tribunales de Griesa que tenía el encargo de Buenos Aires de empezar a negociar. El juez, que desconfía con razón de Cristina Fernández de Kirchner, aguardaba con los fondos de inversión la propuesta concreta que no llegó.
En simultáneo, el levantamiento de la medida cautelar que impedía a los “buitres” picotear giros y propiedades del Estado argentino, desató la ira del Ejecutivo expresada en una circunstancial ruptura de la baraja negociadora: Ahora no pagamos, así no podemos, ya no enviamos una misión a Nueva York … y el dólar paralelo se disparó, la bolsa se vino abajo, las acciones que cotizan en el exterior se desplomaron y el riesgo país o la prima de riesgo, según quien hable, volvió a trepar por riscos peligrosos.
Así pasó la semana que empezó con el lunes negro de Griesa y siguió con el contradictorio y costoso accionar de la Casa Rosada. Sería bueno poder calcular el dinero que le ha costado a Argentina estos cuatro días de rumbo en zigzag.
La presidenta, sus ministros, la oposición y el mundo, saben que Argentina tendrá que pagar, sí o sí. Como lo hizo con el FMI, con Repsol y con otras empresas expropiadas que acudieron al CIADI (arbitraje que depende del Banco Mundial), como firmó con el Club de París y como lo hará con sus “carroñeros”. El problema es que lo está haciendo todo tan mal que corre el riesgo de que la cuenta, como pasó esta semana, suba todavía más.