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Natalia Kidd
Buenos Aires, 7 dic (EFE).- En la campaña que lo llevó a ganar la Presidencia argentina, Mauricio Macri prometió reactivar la economía, bajar la inflación, rebajar impuestos y terminar con el «cepo» al dólar, pero el estado en que Cristina Fernández deja la economía condicionará la política del nuevo gobierno.
«El equipo técnico que ha formado Macri para las áreas económicas es sólido. Pero las limitaciones con las que se van a encontrar también son sólidas», dijo a Efe el dirigente de una de las principales cámaras empresariales del país, un ejemplo del clima de esperanza moderada, o, mejor dicho, de cautela, que por estos días se respira en Argentina.
Macri duda del verdadero grado de deterioro de las cuentas públicas con el que se va a encontrar el próximo jueves, cuando asuma la Presidencia, y que, según los últimos datos oficiales, acumula en los diez primeros meses del año un déficit financiero de 157.313 millones de pesos (16.201 millones de dólares), equivalente al 3,8% del PIB.
Sin embargo, la agencia de calificación Moody’s advirtió hoy en un informe que la presión fiscal con la que se encontrará Macri es «alta», con un déficit en torno al 7% del PIB y gasto público que cerrará este año en un nivel cercano al 28% del PIB.
El alto gasto público, fuertemente alimentado por pagos de subsidios, se ha financiado por vía de emisión monetaria, lo que ha impulsado la inflación a una tasa del 25% anual, y a través de una sangría constante de reservas del Banco Central.
Las restricciones cambiarias impuestas a finales de 2011 no han hecho más que reforzar el círculo vicioso: distorsión del mercado de divisas, freno al comercio exterior, paralización del flujo de inversiones extranjeras.
El resultado: una actividad económica estancada. Según los últimos pronósticos del Fondo Monetario Internacional, la economía argentina terminará este año con un crecimiento casi nulo, del 0,4%, y se contraerá el 0,7% en 2016.
Uno de los datos más preocupantes es el nivel de reservas monetarias del Banco Central.
Según los datos de la autoridad monetarias, las reservas rondan los 25.011 millones de dólares, la cifra más baja desde 2006. Sólo este año se perdieron unos 6.000 millones de dólares.
El equipo de Macri necesita reforzar las reservas monetarias ante de poner fin al cepo cambiario, una de las principales promesas del presidente electo.
Un fin abrupto de las restricciones para acceder a moneda extranjera sin que el Banco Central tenga un nivel de fuego suficiente como para poder intervenir en el mercado cambiario podría derivar en una brusca devaluación y, su corolario, más inflación.
Este sábado, el designado ministro de Hacienda, Alfonso Prat-Gay, condicionó la apertura del cepo al refuerzo de las reservas a través del ingreso de divisas por la liquidación de exportaciones de granos y mediante otra «fuente» bajo negociación que no quiso revelar.
Además, espera que el presidente del Banco Central, Alejandro Vanoli, designado por el Gobierno saliente, renuncie para poder poner en marcha cambios en la política cambiaria.
Para el economista Ramiro Castiñeira, de la consultora Econométrica, el desafío del nuevo Gobierno es «volver a tomar las riendas de la situación fiscal», acabando con el «despilfarro de los subsidios», dejar de utilizar al Banco Central como «caja» del Gobierno y corregir el atraso cambiario para incentivar las exportaciones.
«Se van a tener que tomar decisiones: la quita de los subsidios a gran parte de la población y devaluar para salir del atraso cambiario tienen costo político», sostuvo el experto a Efe.
Para Castiñeira, el otro gran desafío es «solucionar el conflicto» con los fondos especulativos que litigan contra Argentina en tribunales de Nueva York por bonos en mora desde finales de 2001, una controversia que llevó al país a un cese de pagos selectivo que le impide acudir a los mercados internacionales para colocar nueva deuda.
«Argentina debe solucionar el conflicto con los ‘holdouts’ para destrabar la financiación internacional y que vengan inversiones a Argentina», señaló.
Cristina Fernández se va dejando no sólo la hipoteca del alto déficit, reservas exiguas, un presupuesto para el próximo año difícil de ejecutar y un montaje de restricciones muy complejo de desarmar.
Le deja además como herencia un conflicto latente con las provincias por el reparto de la recaudación de impuestos que limitará aún más los ingresos del Fisco y hará a Macri pensarse dos veces cómo cumplir con sus promesas de campaña de rebajar ciertos tributos.
Moody’s advirtió hoy que por este cambio en el reparto de los recursos el Gobierno central tendrá pérdidas de ingresos cercanas al 2% del PIB al año que «se sumarán al ya alto y creciente déficit fiscal».
Un lastre «sólido», bien duro de roer y áspero de tragar.