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Discurso de Gabriel Boric
Buenos Aires. Por Marta NERCELLAS
Es un mal endémico. Y como si se tratara de hepatitis, se la diagnostica y se la padece.
Si el corrupto soluciona alguno de los problemas del país o mejora la economía, más que tolerable parece aceptable. Pero la corrupción se cobra su precio con vidas humanas. Los sobrevivientes de Cromañón, con su grito, nos lo recordaron un año más.
Los funcionarios de este Gobierno que tienen conciencia de que han dejado demasiadas huellas de sus espurios manejos, van a trabajar, sin descanso, para “borrarlas “ pese al agobio del calor de enero. Quieren cubrir su retirada.
No les preocupa que la oposición prometa que va a declarar imprescriptible el delito de corrupción (cuando logre mayoría). Los corruptos del poder creen que tienen tiempo, que las causas van a seguir estando al final de la pila mientras buscan una salida.
La respuesta al delito debe ser inaplazable y a la sanción, urgente, se debe sumar la confiscación de lo robado. Pero para que exista posibilidad de sanción se necesita que como sociedad repudiemos la corrupción y exijamos su persecución y Registros Públicos de las causas donde esas investigaciones se sustancian.
Mientras los argentinos meditamos, ellos, los corruptos, aceitan los “mecanismos” para escapar del reproche por sus viles acciones. Pasan el poder de fuego a “tropa” amiga: Jueces y Fiscales comprometidos por este pasado turbio. No importa si se promete elevar penas o definir más acciones como delictivas. Lo que importa es tejer la red de la justicia con huecos que le permitan esfumarse.
No se animan a dictar una ley de auto amnistía como hicieron los militares antes de abrir la puerta de la democracia. Debemos reconocer que conservan algo de pudor. Pero se esfuerzan en lograr leyes que los eximan de responsabilidades, demostrando que tienen conciencia de lo que hicieron. Hacen uso de torpes recursos para que los desmanejos de los dineros públicos no sean investigados.
Creímos que garantizábamos la democracia si lográbamos un gobierno de leyes y no de hombres. Nos están demostrando que pueden cumplir con esa premisa moldeando esas leyes al capricho de los hombres.
Primero desmantelaron y quitaron toda operatividad a los órganos de control. Desnaturalizaron para convertirlas en un brazo político a la Unidad de Información Financiera, la Inspección de Persona Jurídica, la Oficina Anticorrupción y a la propia Administración de Ingresos Públicos, la cual alberga más información que la que es imaginable en cualquier organismo de inteligencia.
Cuando lo entendieron conveniente, no vacilaron en provocar la renuncia de un Procurador General, apartar a un Fiscal y desplazar al Juez que estaba a cargo de la investigación que señalaba como culpable al Vicepresidente de la Nación, Amado Boudou. La orden es protegerlo aunque haya dejado sus huellas digitales en el núcleo de los delitos cometidos. Pero, no hay disolvente que limpie los rastros que dejó.
Suspenden a un fiscal porque su investigación se acerca al patrimonio de la familia presidencial (la de Cristina Fernández de Kirchner). Es un mensaje no sólo un tacle de rugby para impedir que avance. Lo suspenden por excederse en sus indagaciones pero pierden la pulseada, en rigor, la empatan, el fiscal vuelve a su cargo aunque la investigación se congela.
Se designan funcionarios violando la ley. Garantizar la impunidad bien lo merece. Se incumplen los fallos de la Corte cuantas veces sea menester. Se recurre a los “amigos “ para intentar cerrar todas las causas posibles. Se activan cuestionamientos en el Consejo de la Magistratura contra los Jueces que se atreven a correr el velo del poder para dejar al descubierto los delitos perpetrados. Se pide “la cabeza de Bonadío” a cualquier precio. Se acusa a los periodistas de investigación de montar un “proceso sistemático de maniobras agraviantes y desestabilizadoras en perjuicio del Estado Nacional y sus Instituciones.” El Estado y sus instituciones en su autoritario pensamiento es sinónimo de la familia presidencial y sus socios.
El piquetero oficialista Luis D´Elía y el juez Bonadío
Se limita la responsabilidad civil del Estado y sus funcionarios, se los desliga de los daños que pudieran ocasionar a terceros Se modifican sus declaraciones juradas eximiéndolos de incorporar información referida a sus cónyuges, convivientes e hijos menores no emancipados y datos sobre créditos, deudas, títulos y acciones, fondo común de inversión y participación en sociedades. Se obstaculiza el acceso a la información. No tenemos una ley que lo garantice, apenas un decreto que puede ser violentado cuanto sea necesario. Se convierte en “común” perder las carpetas en los Registros Públicos si albergan datos que pueden comprometer a los “protegidos”.
Se intentó “democratizar la justicia”, los legisladores cumplieron con la faena pero la Corte declaró la inconstitucionalidad de la ley y tiró por tierra un desembozado intento de arrasar con todo vestigio de independencia judicial. Pero no se amedrentaron, lograron que se sancionara la reforma al Código de Procedimiento Penal que tiene en su articulado semillas venenosas que lograran secar las raíces de todo intento de investigar al poder.
El camino es perverso pero no por ello menos efectivo. Pierden jugadas y peones en su ajedrez de impunidad. En el tablero se cuida a la reina.
No es sólo señal de corrupción el manotazo indisimulado a los dineros públicos para comprar voluntades, callar verdades, “hacer política” o abultar los fajos que se acumulan en las cajas de seguridad individuales, «presuntamente» de tamaños descomunales. A la hora de reconocer y definir el término debemos sincerar su contenido y aceptar que hoy lo nutren las mentiras dañinas: no hay cepo al dólar; se rebaja el combustible el 5% (ocultando que las naftas aumentaron el último año el 55%) ; no caímos en «default», la suspensión de pagos es un invento de los fondos buitres.
El juez Thomas Griesa
Hay corrupción cuando se devalúa no por decisiones económicas sino por especulaciones políticas y se benefician los que conocieron anticipadamente la medida; cuando se miente sobre el porcentaje de inflación , los índices de pobreza, la pérdida de puestos de trabajo; cuando se grita desde el atril de la Casa Rosada, “década ganada” mientras sigue vigente la emergencia económica y aumenta día a día las personas que vemos durmiendo en la calle, sin hogar, sin comida, sin contención por parte de quienes se proclaman los héroes del populismo.
El olor a putrefacción invade nuestras narices cuando vemos los dólares que se esfuman y las industrias paralizadas porque se “ahorran divisas” impidiendo que ingresen los insumos indispensables para la producción.
El perfume insano perturba cuando vemos a los gobernadores de rodillas para recibir la limosna del Dios unitario (Gobierno Nacional) que recauda por ellos pero reparte a su antojo y siempre que previamente hociquen pidiendo clemencia.
La peste enferma cuando vemos las fronteras despojadas de cuidado, sembradas por el contrabando de narcóticos y a la delincuencia organizada reemplazando al Estado en sus funciones esenciales.
El tufo enferma cuando sentimos cómo logran vaciar de contenido a los organismos de Derechos Humanos y los utilizan para cometer fraudes siniestros. No sólo roban dinero sino ilusiones.
Huele y huele mal cuando se miente para pagar subsidio no a desaparecidos por la siniestra dictadura, sino a guerrilleros muertos cometiendo delito en plena democracia.
La presidenta de Argentina saluda a los miembros de las FF AA.En un segundo plano el general Milani.
Hay corrupción cuando sabemos que el jefe de las Fuerzas Armadas, sospechado por su pasado y por su presente, ha montado en su área un mecanismo de investigación y persecución de adversarios políticos, jueces , fiscales , periodistas y lo aceptamos con naturalidad. Espionajes ilegales; jueces designados en forma irregular para que acomoden los números si éstos se complican en el ámbito bonaerense; cooptación de unos, persecución de otros; todo integra el entramado que tejen para asegurarse una retirada tranquila. No se trata de gobernar sino de sincronizar las fuerzas para lograr la impunidad. Lo hacen con tanta energía que a veces se duda si están pensando en la retirada.
Nace la esperanza cuando los Jueces llaman a los delitos por su nombre y convocan a dar explicaciones a quienes se creían impunes e intocables. Cae, cuando se ve que aún tiene mucha fuerza de daño quienes no vacilan en usar al Estado como un bien propio y no titubean en manipular vergonzosamente a las instituciones para que actúen cubriéndolos.
Teñimos de verde el futuro soñando en este comienzo de año que tal vez podamos cambiar las leyes mal habidas y condenar a los delincuentes que se disfrazaron de poderosos caballeros. Vuelven a mancharse de nostalgia las paredes de la patria, cuando vemos que los ciudadanos comentan los hechos de corrupción como capítulos de una serie televisiva y que esta tragedia no mueve el amperímetro electoral. La suerte la definirá el dinero que para las PASO logren tener en sus bolsillos. Y entonces, nos preguntamos: ¿Sólo “ellos” son corruptos?
Prestidigitadores del lenguaje que convierten la noche de la verdad en el día de la ilusión, hacen malabarismo en los que la más magullada es la sinceridad. Olvidamos con tanto ruido mentiroso, que no hay Estado de Derecho sin no hay controles judiciales, sociales, patrimoniales de los poderosos. De la democracia sólo queda la competencia electoral, de la República casi nada.