viernes, 6 de marzo de 2015
El espectáculo

Arroyo Salgado
Ignacio PeralesPor Ignacio PERALES, para SudAméricaHoy

La fiscal del caso Nisman, Viviana Fein y la ex mujer del finado, Sandra Arroyo Salgado, no coinciden en sus apreciaciones. Tampoco sus respectivos equipos de peritos y forenses llegan a las mismas conclusiones. El oficial, de momento, no halla razones para hablar de asesinato y el de la familia del hombre que acusó a la Presidenta, Cristina Fernández de Kirchner,  tiene claro que el padre de sus hijas fue víctima de otros.

Mientras las partes se ponen de acuerdo o deciden recurrir a una junta médica, Argentina asiste a un espectáculo bochornoso en torno a la memoria de Alberto Nisman. El recuerdo del muerto se ha convertido en un muñeco virtual al que,  el poder y sus acólitos, le sacuden desde todos los ángulos,

Lo único que le faltaba al cadáver de Nisman era que sugirieran que, antes de que la bala le atravesara el cráneo, estaba ebrio. Lo que… pasó esta semana. El Gobierno, pese a haber demostrado no tener sensibilidad ni escrúpulos con este caso, sorprendió una vez más al estar escondido detrás de ese dedo acusador y, por cierto, falso.

Las vueltas del caso Nisman y el ventilador necrofílico que Cristina Fernández y los suyos están empeñados en prender producen algo similar a la náusea. El portal Infojus Noticias que depende del Ministerio de Justicia argentina tomó el testigo del esperpento estos días al titular sin pudor, “Nisman: 1,73 de alcohol en sangre y una botella de vodka “a medio consumir”». En el cuerpo de la noticia advertía que esa dosis “es igual a un estado de embriaguez elevado”.

Asimismo, en la información, insistía en que “la noche antes de morir Alberto Nisman consumió una gran cantidad de alcohol” y citaba “el informe toxicológico practicado por el Cuerpo Médico Forense”. En esa línea, sostenía que en el registro del apartamento de Nisman “secuestraron una botella de vodka importado “abierta y a medio consumir””.

Por si algún lector del portal del Ministerio de Justicia no terminaba de entender el mensaje que se intentaba transmitir, Infojus lo aclaraba –y citaba a Página12, el BOE Kirchnerista– en un párrafo, de los diez de la noticia: “En la conferencia Investigación científica del suicido, ante la Academia Nacional de Ciencias, el criminólogo Raúl Torre explicó que es común que los suicidas consuman elevadas cantidades de alcohol antes de quitarse la vida. Ayuda a eliminar los frenos inhibitorios. En palabras llanas, ayuda a darse valor”, insistía la información que, además, consideraba que el efecto de ese nivel de alcohol en sangre provoca “confusión e irritabilidad”.

El problema es que Nisman no tenía 1,73 gramos de alcohol por litro en su torrente sanguíneo. Lo que tenía el fiscal era 1,73 gramos de alcohol en el estómago. En ese coinciden Arroyo Salgado y la fiscal Fein; “Nunca hubo alcohol en la sangre” y el que se encontró en el estómago de Nisman era “una cantidad ínfima”, imposible de embriagar a nadie, algo así como un “chupito”. Infojus, después de haber elaborado con tanta minuciosidad la noticia y haberle dedicado el espacio mencionado, se disculpó y su director, Cristian Alarcón, cayó en desgracia.

Alberto Nisman podía estar obsesionado con su aspecto, usar lentes de contacto celestes, someterse a tratamientos para que su rostro, de 51 años, pareciera más fresco y lozano o largarse, con todo derecho, de parranda a Cancún. A Nisman le gustaban las mujeres y podía ser demasiado insistente  pero de ahí a parecerse a la caricatura del hombre que, desde las más altas instancias del poder, han intentado crear, hay un abismo.

La presidenta de Argentina habló de sus “relaciones íntimas” con Lagomarsino, el informático que le presto la pistola asesina y el senador directamente hablo de fiestita homosexual entre ambos. La malicia, al decir que el escrito no era suyo, como afirmó el ex juez de la Corte Suprema y leal kirchnerista, Raúl Zaffaroni parece no tener límite. El Ejecutivo, para colmo, pierde las formas y paga una solicitada en los “medios propios y en los “hegemónicos” como llama a los crítico donde, por escrito, se pone asimismo en evidencia.

A veces, este caso, da vergüenza ajena. Sobre todo, del Gobierno.