viernes, 27 de noviembre de 2015
El folclorista argentino Jaime Torres no concibe su vida sin el charango

Rocío Otoya
Sídney (Australia), 27 nov (EFE).- El popular músico folclórico argentino Jaime Torres, con siete décadas de vida artística, aseguró hoy en Sídney que siempre estará «agarrado a un charango» aunque deje de subir a los escenarios.
«Yo creo que alguien que ha dispuesto su vida de esa manera, con más de 70 años en los escenarios, es porque no ha pensado que una actividad como esta tenga un final», dijo en una entrevista a Efe el llamado «Padre del charango».
El charango, usado especialmente en la zona andina, es un instrumento musical parecido a una pequeña guitarra de cinco cuerdas dobles y cuya caja de resonancia está hecha con caparazón de armadillo.
«Es parte de mi vida, de mi cuerpo, del lugar de donde vengo, de un pueblo milenario», señaló con marcado acento andino, lleno de pausas y que redondea las «elles», el artista nacido en 1938 en la ciudad de Tucumán.
Agradeció que su longevidad le ayude a continuar difundiendo la música tradicional andina que lo ha llevado a recorrer el mundo e incluso a participar, junto a su grupo, en la inauguración del mundial de fútbol de Alemania 1974.
El galardonado en 1995 con el Premio Konex de Platino como mejor instrumentista de música popular argentina expresó su orgullo por el desarrollo que ha tenido el charango en las últimas décadas.
Torres recordó que tras «ser un instrumento casi anónimo y al que nadie le interesaba porque no era un instrumento respetado como tal, porque era de la ‘indiada'», el charango ahora se toca en Latinoamérica, Australia y el resto del mundo como «una necesidad de buscar y afirmar la identidad de los pueblos».
El «maestro», como lo llaman los que le rodean, viajó a Australia para ofrecer una serie de conciertos en las ciudades de Sídney, Melburne y Perth, así como para reunirse con reconocidos músicos aborígenes como William Barton y Archie Roach.
Roach, una de las víctimas de la «Generación robada» (como se llama a los niños aborígenes que fueron sacados de sus familias como parte de una política gubernamental de asimilación que duró varias décadas), enseñará a Torres su pueblo natal, Mooroopna, en el sur de Australia.
El músico andino, de madre chilena y padre boliviano, tiene previsto también ir a la ciudad de Broome, en el noroeste australiano, para acercarse a los artistas indígenas de ese remoto lugar.
«Más allá de un encuentro musical se trata también de conocernos un tanto más desde el arte, las costumbres, las tradiciones, por sobre todas las cosas, la unidad y el acercamiento», comentó el veterano folclorista.
El músico, que acostumbra a hablar en la primera persona del plural y con sentido poético, remarcó que el acercamiento se dará «por intermedio del arte, que es un lenguaje que no necesita explicaciones y que precede a la palabra con la mirada, la sonrisa y la música».
«Y es que muchas veces no conocemos un pueblo, el país, ni el origen, pero es su música la que nos cautiva», remarcó, al tiempo que se mostró muy cauto a la hora de comparar las distintas situaciones por las que atraviesan los aborígenes de Latinoamérica y de Australia.
«Siempre se lucha fuertemente para un reconocimiento. Eso es saludable aunque lleve tiempo. Somos hijos de una tierra y como tal el hombre que la ha mantenido a través de los años la reclama como un espacio propio», declaró el músico en alusión al derecho consuetudinario sobre las tierras.
No obstante, Torres confió en la resolución pacífica de los problemas: «creemos que la convicción en el entendimiento pasa por el amor a la vida y es lo que debe prevalecer».