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Discurso de Gabriel Boric
Por Ernesto PÉREZ, para SudAméricaHoy
Las diversas “contradicciones, relatos y preguntas de una revolución en marcha” es el tema de un libro que acaba de aparecer escrito por “una feminista en falta” (tal el título del volumen de 276 páginas, publicado
por Galerna), la argentina Mercedes Funes.
La autora, que es periodista y editora de varias revistas y diarios
importantes de su país como “La Nación” y “Gente”, fue una de las
fundadoras en 2015 del #NiUnaMenos contra la violencia machista.
En una serie de capítulos dedicados a enumerar las distintas formas que ha adoptado el feminismo a lo largo de su historia, Funes habla de su experiencia personal de hija, madre y mujer que trabaja y se coloca de la vereda de enfrente de un feminismo maximalista y hegemónico que condena y culpa de todos sus males al patriarcado machista.
“(Yo) me hice feminista porque quise, desde siempre, tener los mismos
derechos que los varones” afirma la autora en la introducción de su libro
pero también se proclama una “mala feminista”, adoptando una definición de la canadiense Margaret Atwood que preconizaba un movimiento que no excluyera a los hombres, sino que los hiciera partícipes de esa lucha por la igualdad de derechos.
Y parafrasea el célebre dicho de Mae West de que si “las buenas
feministas van al cielo, las malas feministas van a todas partes”.
Funes reconoce que a veces duda en plantear su desacuerdo con aspectos e iniciativas de algunas feministas por aquello de que la unidad hace a la
fuerza pero también se resiste a juzgar opiniones y actitudes ajenas.
También reconoce que sus propios planteos provienen de una clase
privilegiada, a la que ella pertenece, de “mujeres blancas heterosexuales,
de la clase media ilustrada y urbana” pero afirma que una buena parte del feminismo combatiente proviene de esas mismas filas y que esa vanguardia ha abierto el camino a otras reivindicaciones, menos elitistas y más incluyentes.
Funes pasa revista a humillaciones que los varones no perciben al proferir piropos de mal gusto, librarse al viejo hábito de la mano muerta y hacer avances no requeridos, considerando que es esto lo que las mujeres esperan de los hombres.
Pero también denuncia los acosos en la calle y en el trabajo, el femicidio
que día a día cobra nuevas víctimas de parte de novios, amantes y maridos
rechazados, de padres, tíos y vecinos violadores y si bien deplora los
excesos del MeToo, cuando la priva de gozar de las nuevas películas de Woody Allen o Roman Polanski, se cuida muy bien de justificarlos, no importa si los hechos no han sido probados o se remontan a un tiempo inmemorial.
El libro, escrito en una prosa ágil y periodística, en el mejor sentido
de la palabra, cuenta además con una originalidad: la autora ha incluido
entre capítulo y capítulo, historias de mujeres “oídas por mí a lo largo
del tiempo, que me conmueven, me hacen reír y me interpelan”.
Escritas en cursivo, para diferenciarlas del resto del ensayo, estas
historias son narradas sin pelos en la lengua, algunas casi rayanas en la
obscenidad y son un delicioso adelanto de una futura Mercedes Funes, autora de ficciones de exquisita prosa femenina.