EL VIDEO
Discurso de Gabriel Boric
En un país donde se abolieron de facto las cifras de
pobreza y la estadística del Costo de vida, no es de extrañar que los
encuestadores en masa hayan cometido un yerro histórico en una jornada
no menos histórica. Fueron los menos, los que en los últimos días
antes de las elecciones presidenciales de ayer en Argentina,
observaban que lo que decían las calles iba por un lado y los
encuestadores y esos medidores sociales que suelen ser los medios de
comunicación, iban por otro. Ni Daniel Scioli ganó en primera vuelta y
tampoco obtuvo nueve puntos, sino 2,5 % sobre su rival Mauricio Macri,
quien realizó una permormance muy superior a sus pretensiones en los
últimos días.
Pero el dato destacado fue la provincia de Buenos Aires. Allí el
peronismo cayó derrotado después de 28 años de gobierno y muchos de
los varones bonaerenses fueron derrotados en sus feudos. No era de
extrañar. El candidato oficialista, Aníbal Fernández (más conocido en
el submundo de la política “José efedrina”), actual jefe de gabinete,
está señalado de ser el autor intelectual de un triple crimen y de
liderar una organización que trafica esa sustancia esencial para la
confección de drogas sintéticas. En los últimos días se había conocido
un video donde emisarios de él visitaron en la cárcel a Martín
Lanatta, condenado por ser el autor material de esos crímenes y quien
acusó a Fernández, con el sólo fin de persuadirlo de que cambie la
declaración. Letal.
Fernández cayó frente a María Eugenia Vidal, una poco conocida
dirigente del partido de Macri y generó conmoción en el gobierno. “A
Anìbal que siempre le gusta mostrarse como el rey de los mafiosos le
ganó ´una maestra de jardín de Infantes´ (Kinder)”, maldecía uno alto
dirigente kirchnerista en la larga noche del domingo. Eso, después de
que Scioli saliera, a destiempo, a certificar la segunda vuelta
visiblemente enojado y tirando propuestas y críticas a diestra y
siniestra, pero aferrándose contraproducentemente a la única culpable
de lo que ocurrió ayer en Argentina: la presidenta Cristina Kirchner.
Desde hace tiempos se vislumbra que la jefa de Estado se cansaba de
instalar, dentro de sus posibilidades (que no eran pocas), a Macri
como su reemplazante. Eran los errores sistemáticos del contrincante
el que eclipsaba esa posibilidad. A la hora de armar las candidaturas
con vistas a la elección de ayer, ella seleccionó cada uno de los
candidatos, colocó a Carlos Zaninni como compañero de fórmula de
Scioli, y lanzó a Fernández y su rémora de sospechas como candidato en
la provincia y siguió hostigando al gobernador bonaerense, quien se
vio acotado a tener que defender el “proyecto” y no a proponer el
cambio que la sociedad, harta ya de 12 años de una ficción que ayer
llegó a su fin, reclamaba. Allí están las consecuencias. Jóvenes, para
quienes el kirchnerismo fue su primera experiencia política, llorando
porque esa “década ganada” comienza a convertirse en decepción y un
Macri, emblema del empresario que se enriqueció a las costas del
Estado en los últimos 50 años, celebrando su paso fundamental en la
carrera a la presidencia.
La presidenta debería sentirse orgullosa de si mismo. Hay que ponerle
mucha cabeza y mucho tiempo a generar un escenario como el actual, o
hay que ser terriblemente mediocre a la hora de hacer política para
sufrir semejante paliza electoral. Sería sano que la mandataria pueda
explicarle al país cómo lo hizo. Cómo se puede pelearse durante años
con los medios de comunicación, en especial con el Grupo Clarín y
ahora confluir con ese entramado empresario apoyando al mismo
candidato: Scioli. Pero este es un país enfermo, conducido por un
poder más enfermo aún.
Lo cierto que ayer, en Argentina se produjo un cambio político
singular de cara a la crisis económica que se avecina, gracias a la
herencia económica que deja este gobierno. El que parte con ventaja
ahora es Macri. Hasta puede contar con los favores del árbitro de esta
contienda que es Sergio Massa, si logra entender el momento en el que
lo colocó la ciudadanía.
Por eso, el próximo 22 de noviembre, los argentinos deberán elegir
entre dos viejos amigos, enfrentados ahora por las circunstancias,
para ver quién será el que pilotee el ajuste fiscal de los próximos
años. Ese libreto y lo que vendrá, tiene como autora indiscutible a
Cristina Elizabet Fernández de Kirchner. Sencillamente, ella.