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Discurso de Gabriel Boric
Buenos Aires. Por Mar CENTENERA/Efe
«Sin contacto con Manila», anotó varias veces en su diario Ernesto Che Guevara antes de morir en Bolivia. Detrás de esa frase se esconde, según el veterano periodista cubano Alberto Müller, «el abandono» del líder cubano Fidel Castro al célebre guerrillero argentino.
Manila era el nombre en clave de Cuba, asegura Müller a días de la presentación en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires de su obra «Che Guevara. Valgo más vivo que muerto».
El título, tomado de la supuesta frase que pronunció el Che Guevara cuando fue descubierto en la aldea boliviana de La Higuera, contrapone el deseo de sobrevivir del guerrillero frente a las órdenes dadas por Castro de evitar ser capturado vivo y supone otro ejemplo de las «grandes diferencias» existentes en 1967 entre ambos, según Müller.
El autor destaca que en La Habana existía una unidad guerrillera preparada para salir a rescatar a Guevara, pero «Fidel nunca autorizó el rescate» y lo abandonó a su suerte.
El Che fue fusilado el 9 de octubre en la aldea boliviana de La Higuera.
«Murió de forma lamentable. Sin medicinas para el asma, sin botas sino paños en los pies, sin agua, sin comida y sin aliados», indica Müller.
Para entender la retirada de apoyo de Castro a Guevara, el periodista lleva al lector a lo que considera un punto de inflexión, la conferencia Afroasiática celebrada en Argel en 1965.
A su juicio, el discurso pronunciado por el guerrillero en el encuentro supuso «un rompimiento del Che con la Unión Soviética que daña la relación de Fidel».
Guevara criticó a los soviéticos, a los que acusó, sin citarlos, de ser «cómplices de la explotación imperial» de Estados Unidos, en un momento en que el líder cubano buscaba cerrar acuerdos de colaboración militar con el Kremlin.
Según Müller, el distanciamiento entre los dos crece con el paso del tiempo, se agrava con la retirada del Congo pactada por Castro a las espaldas del Che y culmina con la misión a Bolivia, que el entrevistado considera «un suicidio inducido».
«¿Por qué Bolivia?», le preguntaría el periodista a Castro si lo tuviese delante.
«La posición del Che corría en contra de los intereses de Fidel» -aventura como posible respuesta- «Se convirtió en un apestado para la revolución cubana, una piedra en el zapato».
Como varios historiadores y biógrafos del Che que consultó en su investigación, el autor subraya que el Guevara «se quería ir a Argentina, a su tierra, a liberarla» y cree que «en la Habana le inventan Bolivia».
Müller descubrió que Castro había admitido dos años antes que Bolivia «no tenía condiciones para la guerrilla» y que los campesinos no necesitaban una revolución porque eran propietarios de las tierras gracias a una reforma agraria previa.
Aún así, el líder cubano envió allí a Guevara y meses después retiró el enlace con La Paz, lo que aumentó el aislamiento de los guerrilleros y empeoró su situación.
«Creo que el Che tiene que haber muerto muy consciente de su traición», sentencia.
El autor se muestra convencido de que con el tiempo la Historia se encargará «de separar la revolución del Che de la de Fidel» y defiende que el primero era «más puro», «dio su vida por un ideal» y murió «con una moral intachable».
Además, conjetura que, de estar vivo, «el Che estaría más cerca de la madre Teresa de Calcuta que de Fidel» y se indignaría con la situación actual de la isla caribeña.
Müller, residente en Miami (EE. UU.), remarca que «el pueblo cubano ha sufrido mucho» en el último medio siglo y aplaude el acercamiento entre Raúl Castro y el Gobierno del presidente estadounidense, Barack Obama.
«Me parece formidable. Han sido 50 años de bloqueos y embargos sin mucha justificación. El aislamiento no debería ser nunca una política de gobierno», concluye.