jueves, 25 de agosto de 2016
Guerra en paz en Sudamérica


sudamericahoy-columnistas-carmen-de-carlos-bioPor Carmen DE CARLOS

La chispa argentina bautizó con el término “Cristileaks” las cientos de transferencias internacionales (casi 500 millones de dólares) del clan que rodeó a la ex presidenta, Cristina Fernández de Kirchner. El dinero “B” o “la ruta del dinero K”, se abre camino gracias a periodistas valientes que ahora sirven en bandeja las pruebas del crimen a una justicia que no las quiso ver.

El colaboracionismo de, prácticamente, todas las instancias del Estado con el desfalco y el latrocinio cometido durante la larga década kirchnerista arroja imágenes inverosímiles pero reales. Evangelina Abbona, la ex Procuradora General, por instrucciones de la viuda de Kirchner, se ocupaba de ocultar la prueba del delito (3.500 páginas de giros al exterior con cientos de millones de pesos). La misma señora y su marido no muestran síntomas de arrepentimiento o vergüenza. Por el contrario, atrincherados en Santa Cruz bajo la Gobernación de Alicia Kirchner, se animan a responder con un manotazo al periodista que esperaba palabras por respuestas.

En Brasil Dilma Rousseff libra la batalla final para recuperar el poder y la dignidad. A diferencia de Collor de Melho da la cara y se defiende. Hizo con los fondos del Estado lo mismo que sus antecesores, la partida que tenía que ir aquí la pongo allí y viceversa. Fernando Henrique Cardoso y Luiz Inacio Lula Da Silva se libraron de reproches y de juicios pero, en ambos casos, lo que hicieron no era muy distinto. Otra cosa es la otra corrupción y el saqueo pero por eso, no se la juzga. Con Brasil agotado, física y psicológicamente tras las Olimpiadas, todo parece indicar que la primera mujer en llegar a la Presidencia batirá un récord exclusivo: tiene todas las de perder aunque no está dicha la última palabra. Por cierto, Collor prefirió marcharse antes del juicio donde… fue declarado inocente.

Vencedores y vencidos son, en simultáneo, los colombianos con el acuerdo de paz firmado entre las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias) y el Gobierno de Juan Manuel Santos. La guerrilla terrorista más antigua del continente se compromete a dejar las armas, abandonar el narcotráfico y a integrarse en la vida democrática. Atrás quedan 260.000 muertos, seis millones de personas desplazadas y 45.000 desaparecidos. Adelante les espera un sitio de privilegio en el Congreso, con voz pero sin voto, durante los próximos dos años. También, una justicia especial para ellos. Las familias de las víctimas quieren condenas y no impunidad. El 2 de octubre un referéndum dirá si Colombia acepta la paz a ese precio o prefiere la guerra con lo que queda de las FARC y el ELN (Ejército de Liberación Nacional), el otro grupo que sigue fuera de la ley campando a sus anchas en la selva. Alvaro Uribe, hoy como ayer, piensa que tanto las FARC como el ELN no son lo que eran y ahora sí, podían y pueden ser vencidas, en su terreno, sin negociar nada.

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El secretario general de la OEA, Luis Almagro, volvió a declarar lo que es evidente: “Venezuela no es una democracia… No rige ninguna libertad fundamental ni ningún derecho civil o político”. El uruguayo al que el ex presidente Alejandro Toledo, le concede unos atributos masculinos excepcionales, dice y hace lo que los países miembros del Mercosur no se atreven. Estos, en su lugar, orquestan extrañas maniobras para arrebatarle la presidencia pro tempore a Maduro. ¿Por qué no le aplican la carta democrática, expulsan a Venezuela del bloque y aquí paz y después gloria? Mauricio Macri, desde que fichó como canciller a Susana Malcorra, dio marcha atrás con ese objetivo. Una pena, perdió la oportunidad que Almagro está aprovechando. Dicho de otro modo, de presentarse al mundo como un líder regional.