viernes, 7 de junio de 2013
Hijos, hijas, probetas y la ley argentina

Carmen De CarlosPor  Carmen DE CARLOS, paraSudAmericaHoy (SAH)

El Congreso argentino dio luz verde esta semana a una ley de fertilización para “todos y todas”. La norma, obliga a la sanidad pública y a la privada a prestar los tratamientos que sean necesarios, para poder tener descendencia, a aquellas personas con problemas de fertilidad. La ley es universal. Es decir, en teoría, no hace distinción por razones de orientación sexual o estado civil. Dicho de otro modo, también en teoría, a ella podrán recurrir parejas, solos, solas, matrimonios tradicionales o del mismo sexo.

Las agrupaciones homosexuales en la Cámara Baja argentina celebraron la aprobación de una ley que, prácticamente, salió por unanimidad (9 abstenciones y un voto negativo). Consideran la norma un logró histórico pero no son ingenuos. “No es la ley que queremos pero es una ley”, confesaron.

El reglamento de la misma será el que decida si les abre la puerta del tratamiento gratis para tener hijos propios o se la mantiene cerrada como hasta ahora.

El mismo razonamiento es aplicable a las mujeres que desean tener hijos sin la presencia y participación de un padre. En ambos casos requieren tener acceso a un banco de donantes y  someterse a tratamientos de alta complejidad además de muy caros.

En Argentina hay seiscientas mil parejas (tradicionales) con problemas para concebir hijos. La ley contempla la donación de gametos y embriones pero, en teoría, se dirige a aquellas personas que tienen problemas de esterilidad. No a los que  están sanos. Con esta premisa es difícil pensar que homosexuales y “singles” puedan beneficiarse de ella.

Las incógnitas quedaran despejadas en un reglamento que, antes de su redacción, viene condicionado por las advertencias de las aseguradoras privadas sobre las consecuencias económicas que sufrirán en sus arcas si se produce una avalancha de solicitudes de tratamientos de infertilidad. También los fondos del Estado y las pre pagas sindicales se resentirán. Los números no serán los mismo. Tampoco las letras de las pólizas de los asegurados que, con certeza, se incrementarán.

Hasta entonces, mientras las dudas no se despejen, los que tienen fondos en el bolsillo podrán afrontar –por su cuenta- los tratamientos y los que no, como siempre, se quedaran con los ganas.