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Discurso de Gabriel Boric
Si todo no pasara más que de una cuestión de género, el análisis no tendría sentido. Felizmente no es así y estas tres mujeres vienen de semanas más que intensas, en el contexto de tres países con sus respectivas crisis, más o menos, sobre sus faldas. Michelle Bachelet, atravesó el primer trámite en su regreso al Palacio de La Moneda (sede del Ejecutivo) pautado para el 11 de marzo, de no mediar inconveniente hasta entonces. La gestión más difícil ahora es la convocatoria a las urnas. Cristina Kirchner, fiel a su estilo, siguió profundizando su enfrentamiento con el poder judicial. Para ello no descansa ni los fines de semana. El sábado desoyó una orden judicial y mandó a levantar el histórico monumento a Cristóbal Colón de parque contiguo a la Casa Rosada. Esa orden no llevaba junto a la firma ni la leyenda “Será Justicia”, “Ni archívese”, sino “Me ne frega”, que muchos argentinos tomaron del italiano para decir “Me importa un carajo…”.
La tercera de ellas, lejos está en parecerse a un personaje de Almodóvar, pero estuvo al borde de un ataque de nervios y ahora está virtualmente en llamas. Dilma Rousseff, que se destaca de sus colegas mujeres por sus cualidades intelectuales y su dedicación, casi militante al trabajo, vio como su nombre cayó en las encuestas 27 puntos en tres semanas, según el último estudio de Datafolha. Algo parecido a un derrumbe de su gobierno después de las estruendosas y sorpresivas manifestaciones que sacudió a Brasil durante la Copa de las Confederaciones.
Pero el certamen futbolístico, que algunos rebautizaron como “la Copa de las Manifestaciones” pasó y la bronca persiste.
Si la semana pasada fue difícil para Dilma ésta se vislumbra aún peor. Ella tomó el camino que cualquier político de fuste debe tomar en estas circunstancias escucharla voz de la calle y presionar a su base aliada, crema y nata de la cuestionada clase política, para que lleve adelante la reforma política. Algunas de los reclamos de los manifestantes y de la propia presidente ya se cumplieron. El senado aprobó la ley que considera a la corrupción un crimen hediondo y se pena hasta 12 años de cárcel y los prefectos (alcaldes), gobernadores y hasta jueces, andan cumpliendo demandas populares como de encarcelar a un diputado condenado hace 13 años para que cumpla su condena. Se parecen mucho a bomberos desesperados, porque el incendio no termina de extinguirse.
Si algo le faltaba a Dilma y a esta crisis que vive el Brasil para entenderla es el factor Lula. Callado como estuvo en los primeros días, el pasado viernes hizo pública su queja a cómo Dilma se manejo en algunos pasajes de la peor etapa de la rebelión. Para entonces ya era Vox Pópuli, que la pelea dentro del Partido de los Trabajadores no era menor. Que allí el disconformismo con la presidente y el clamor para que Lula fuese el candidato en el 2014, se anunciara cuanto antes. Previo, incluso, a que se conozcan las encuestas, en la que el ex presidente y líder aparece con su popularidad casi intacta. No hay que olvidar que el hombre ya demostró que está hecho de teflón. Nada se le pega. Ni siquiera la investigación que lleva adelante el Tribunal Superior de Justicia (TSJ) para saber si “el hombre” tuvo participación activa o pasiva en “el Mensalao” (el pago de sobresueldos a diputados aliados para que garanticen la gobernabilidad de su gobierno). Una investigación que, si bien no apoyó abiertamente, Dilma nunca hizo mucho por frenarla. Es trabajo de los periodistas y los historiadores, el conocer el papel de cada actor en los días previos al estallido de bronca en la calles brasileñas.
En octubre de 2006, durante una charla con Frai Betto, el sacerdote domínico tan amigo de Fidel Castro como de Lula, este periodista le preguntó si él que lo conocía bien a Lula lo veía presidente por mucho tiempo más. Después de todo, Betto habla con Dios. La respuesta o dejó lugar a dudas. “El cumplirá su segundo mandato y en el 2014 volverá porque Lula no es ya un político, ni el líder del PT. Se convirtió en un mito…”
A mediados del 2011, volví a contactar al fraile por teléfono. Era para preguntarle por la salud del ex presidente. “El está francamente recuperado pero difícilmente volverá a la presidencia, después de la enfermedad. Aunque con él difícilmente pueda saberse…”
Recién ahora las cosas están un poco más claras. Con Dilma, los tres candidatos precandidatos de la oposición crecieron después de las protestas. Un sector del PT patrocina ya a Lula porque se siente más protegido, dicen. Lo que no toman en cuenta que Lula, por estas horas en una Cumbre en Addiss Abbeba, ya no tiene partido. Su liderazgo supera las estructuras partidarias. Ese su principal activo en la presente coyuntura y él no lo ignora. De ahí que ya esté trabajando en consecuencia para hacer más difíciles aún los días por venir de Rousseff.
Tampoco se percibe en la carta astral de la argentina, Kirchner, una etapa de relax ni nada que se le parezca. En el seno del kirchnerismo finalmente se le abrió una grieta con la candidatura Diputado en la estratégica provincia de Buenos Aires, de Sergio Massa, su ex jefe de Gabinete y actual intendente de la localidad bonaerense de Tigre, arrastrando a aquellos que ya piensan en el poskirchnerismo. Algunas encuestas lo muestran con ventaja a Massa, un neoliberal al estilo del vicepresidente, Amado Boudou, pero siempre bajo el ala de algunos de los barones de la corporación sindical, como es el caso de Luis Barrionuevo, quien lo conoce desde que ambos eran vecinos en la localidad bonaerense de San Martín.
“Massita”, como lo llamaba Kirchner, no aporta nada nuevo más allá que su juventud y su rol de canalizar el voto antikirchnerista en la principal provincia del país. Tal vez si el electorado argentino pudiese tomarse el tiempo para el análisis sesudo, debería pensar dos veces antes de caer en la trampa. Con Cristina ganando en las legislativas, y luego tentada como está de avanzar a la reelección, será la calle la que se ocupe del kirchnerismo. “E com voce, Cristina!”, para decirlo con el tono de las protestas brasileñas actuales. Ya lo dijo, el ex ministro de Hacienda brasileño, días pasados. “hay un malestar absoluto con la democracia representativa así como lo plantean los gobiernos…”
El camino es más armonioso, en Chile para Bachelet, pero lo que le espera no es menor. Allí también las calles arden, al compás de los reclamos de los estudiantes que tuvieron la sagacidad de convertirlo sus demandas de mejor educación en un reclamo nacional de una mejora social después de 23 años de democracia. No será fácil la tarea. Como no le fue fácil a un Sebastián Piñera que volvió a cometer el gravísimo error de todo empresario devenido en presidente. Creen que un país se maneja como una empresa. La elección de Pablo Longueira, de la Unión Democrática Independiente (UDI), el partido socio del gobierno, muestra hasta dónde llegó el descrédito del presidente.
Esta es la historia de tres mujeres y de tres crisis que se seguirá escribiendo en los próximos días, mientras las tres sociedades, seguirán buscando el momento, el lugar y el cauce por dónde drenar sus demandas y sus democráticas frustraciones.