miércoles, 13 de marzo de 2013
"Hola, soy Bergoglio"


Buenos Aires.Ignacio PERALES

La sorpresa fue de tal magnitud que alguno exclamó: ¡Milagro! El cardenal Jorge Mario Bergoglio, el mismo que la gente se cruzaba en el subte (metro) o veía paradito en el colectivo (autobús), era el nuevo Papa. Argentina no lo esperaba. Ni siquiera lo imaginaron los periodistas que se quedaron atribulados al escuchar su nombre. Tampoco la gente que estaba pegada a la televisión y tuvo que abrir varias veces los ojos para reconocer al arzobispo de Buenos Aires, todo vestido de blanco, asomarse al balcón del Vaticano. Pero era cierto, era Jorge Mario Bergoglio, el hombre que adoptaría el nombre de Francisco como flamante Pontífice.

En Buenos Aires algunos automovilistas comenzaron a hacer sonar las bocinas. Los que se encontraban cerca de la catedral Metropolitana cambiaron el rumbo y enfilaron al templo que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner no quiere pisar porque veía en Bergoglio al demonio que no pudo callar. En pocas horas, la Catedral estaba a reventar. Los comentarios eran variados. “Dios es argentino, Messi, Maradona…Bergoglio. ¡Argentina sigue sorprendiendo!”, vociferaba uno. A su lado, una mujer intervenía, ”Y Máxima, reina!”.

A los argentinos, como a la mayoría de los países del mundo, les viene bien una noticia celestial. En los próximos días saldrán otras que muestren las debilidades del nuevo Pontífice que, como todos, las tiene pero ahora, en ese momento, era tiempo de festejar y de recordar el rostro y las obras de un hombre de 76 años, austero y humilde, que ha entregado su vida a los demás.

Gustavo Boquín, portavoz del Papa antes de que no lo fuera, le conoce bien. “Dotó a las villas de emergencia (barrios miserables) de muchos sacerdotes. Es un hombre de servicio pastoral. Nuestra relación, como sacerdotes, era muy fluida. Te llamaba y sin protocolos, te decía: Hola, soy Bergoglio”.

El cardenal  le pisó los talones a Benedito XVI durante la elección del nuevo Papa en 2005 . Algunos pensaban que por razones de edad quedaría descartado en esta ocasión pero Bergoglio, considerado un moderado en el seno de la Iglesia, fue el elegido. Ex arzobispo de Buenos Aires y Primado de Argentina, es un jesuíta frontal cuyas homilías el Gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, mira con lupa. Las relaciones entre Bergoglio y el matrimonio Kirchner fueron históricamente tensas y no cambiaron tras la muerte del ex presidente.  Cuentan los vaticanistas, las monjas que trabajaban con él y políticos locales, que en el Cónclave en el que Ratzinger fue electo Papa, Bergoglio manifestó su deseo de que se le excluyera de esa votación. No quería ser el nuevo Pontífice. Ahora, ya estaba listo para heredar el trono de Pedro. Era su turno y lo sabía o lo supo cuando el resto de los cardenales no acertaban con el nombre de consenso para dirigir la Iglesia y el humo negro no dejaba paso al blanco.

“Dios nos dio un milagro.Dios se apiadó de nosotros los argentinos”, repetía a las puertas de la Catedral una mujer. Los seguidores de San Lorenzo, el club de fútbol del Papa, piensan igual. Este Pontífice no es de River Plate ni de Boca Junior, los equipos que parten en dos Argentina. El último presume de tener como seguidores a “la mitad más uno” de la población. Pertenecer a otro equipo es pertenecer un poco a todo al país. La idea se puede extender al mundo porque ser Papa, también trata de eso, de ser un poco de todos, de estar cerca y no lejos. La unidad es un término y un concepto en el que se mira este descendientes de italianos. Tampoco está mal tener estos orígenes para consolar a la Italia que soñaba con repetir Papa.

Durante la crisis del 2001, cuando Argentina parecía que se rompía en pedazos, la diputada socialdemócrata Elisa Carrió (Coalición Cívica) mantuvo una reunión con Bergoglio. Al salir, exclamó, “Este hombre va a ser Papa”, La premonición se la había manifestada a él mismo minutos antes. Se ha cumplido. Bergoglio, en Argentina,  solía recibir a políticos y, en privado, expresaba sus preocupaciones sobre el rumbo de Argentina. Gabriela Micheti, otra diputada (Pro), tenía por costumbre ir a visitarle. “Siempre salgo reconfortada”, comentó en una de esas ocasiones.

El primer Pontífice argentino lo es también de Latinoamérica,  de los jesuítas y del continente. Francisco salió en la quinta votación. El primer acto como Sumo Pontífice fue rezar un Padre Nuestro y un Ave María. Una vez en el “Salón de las lágrimas” se probó “el traje blanco”, como narraba un locutor. Con la casulla, la mitra, la estola y el alba, hecha a mano por el sastre colombiano Luis Abel Delgado quedaba “empilchado” como Dios manda en un Papa. A diferencia de Benedicto XVI no se calzará los zapatos rojos del artesano peruano Antonio Arellano. Seguirá con los suyos negros, los argentinos. Igual, todo queda en casa, en Sudamérica.

Blanco y radiante Francisco –homenaje a Francisco de Asis- salió al balcón. Como no es muy alto le colocaron una peana. Su primer saludo fue: “Fratelli e sorelle, buona será!”. Después diría otra frase que hará historia, “mis hermanos cardenales han ido a buscarle (al Papa) casi al fin del mundo. Os gradezco la acogida”. Su primer deseo fue una promesa: “Comenzamos un camino de fraternidad, de amor, de confianza. Recemos para que haya una gran fraternidad en todo el mundo”. Lo dijo con naturalidad y en voz alta -su tono es más bien bajo- Lástima que ahora que es Papa no puedapresentarse, como le gusta: «Hola, soy Bergoglio».

Enlaces vinculados:

Cristina Fernández y Bergoglio, diferentes en el fondo y en las formas

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El jesuíta secuestrado en la dictadura está «en paz» con Bergoglio

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Francisco, un joven estudioso que nunca soñó ser papa

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