EL VIDEO
Discurso de Gabriel Boric
Por Marta NERCELLAS, para SudAméricaHoy (SAH)
Soñemos por un momento que aquello que le roguemos a Santa Claus con devoción, el personaje robado de otras culturas, lo va a hacer realidad.
El Poder Judicial argentino y sus «operadores» no son ajenos al entramado de los otros poderes. Tampoco es indiferente al clamor de la masa que presiona para obtener un resultado armónico con su deseo.
Los legisladores han abdicado de gran parte de sus obligaciones: debatir, controlar, definir políticas de Estado. El debate que ellos no dan, se desarrolla en los pasillos judiciales, permitiendo en su devaneo que los procesos se prolonguen “sine die”, que los tiempos del debate se acomoden a las circunstancias que la política baraja, que el lujo de la mentira y el secretismo se pasee largamente sin obstáculos por las fojas (hojas) de legajos que se van amarilleando.
Algunos medios masivos de comunicación y presuntos periodistas “especializados” se disfrazan con una toga que nadie les entregó y dictan sentencias. Cuestionan las decisiones judiciales o las aplauden cuando coinciden con el final que ellos auspician. Nos comunican “detalles” de un crimen que ponen en vilo una investigación a causa de su inoportuna intromisión, demostrando que un punto de rating verdadero o deseado, vale más que hallar a los que cometieron el crimen. Las cámaras muestran a los delincuentes que retienen a desafortunados rehenes donde están apostadas las fuerzas de seguridad para que puedan organizar su huida.
Los abogados, los peritos, los que se supone que conocemos la materia en conflicto, colaboramos con esa mala caricatura de la justicia. Convertimos una investigación en un show o en un ring donde peleamos cosas diferentes a la búsqueda de la verdad. Hablamos de lo que no sabemos. Imaginamos lo que está escrito en un expediente que nunca vimos. Algunos se colocan del lado de la víctima, otros imaginan indicios para defender a un imputado que no los convocó para la tarea. Unos y otros perjudican la finalidad del proceso. Confunden a quienes escuchan esas explicaciones. Lo “trucho” (falso) es mirado con éxtasis por quienes creen en el “éxito” de cualquier manera.
Ser y lo contrario. Da igual. Si el Vicepresidente puede vivir en un médano (páramo) y el INDEC (Instituto Nacional de Estadística) puede afirmar mentiras que a nadie engañan sin reproche del pueblo, si hemos normalizado los estados de excepción no para proteger sino para sacar ventajas, ¿Por qué no podemos deformar todo que tocamos?
La legalidad es una tierra arrasada a la que casi nadie quiere llegar. La indignación ante las falsedades se fue enfriando y yace inerte entre nosotros sin que nadie parezca advertirla.
Vivimos revisando el pasado para no tener que hurgar el presente al menos hasta que éste no sea pretérito. El cajón más bajo del escritorio del juzgador contendrá la investigación hasta que el imputado pierda su poder.
No es un invento Kichnerista. Los piratas que surcaban los mares en los siglos XVI a XVIII atacando a las naves comerciales europeas, eran encubiertos por algunos gobiernos. Isabel I de Inglaterra armó caballero al pirata Drake. Ello en recompensa por los exitosos ataques a los puertos y barcos españoles. Luego el perdón incondicional a todos y la autorización para retener los frutos de sus felonías. (¿Nos ocurrirá lo mismo?)
Medidas inobjetables en su enunciado son el caballo de Troya para lograr la impunidad cuando la pérdida de poder determine en los jueces una defección estratégica. Democratizar la Justicia. Cambiar las reglas de los procedimientos y las de las responsabilidades. El Estado y sus funcionarios van siendo cubiertos de un hule que les permita no mojarse si la lluvia del escarmiento amenaza con alcanzarlos. Cláusulas de convenios secretos convertidas en Decretos o Leyes tratando de legitimar lo que hicieron fuera de la legalidad.
¿Qué deseo que traiga a mi país el gordo forastero llamado Papá Noel? Que aprendamos a distinguir legalidad de legitimidad. Que el leviatán del poder no se coma el deber ser porque dejaría sin contenido a la República. Que la aritmética de la política no banalice la lógica de las conductas. Que democracia no siga siendo sinónimo de impunidad, de derechos adquiridos sin contraprestación de obligaciones, de privilegios de compradas mayorías que desconocen la existencia de la minoría. Que la sofisticación del crimen organizado no se esconda entre los pliegues del poder. Que éste sea su más aguerrido adversario y no su cómplice o encubridor silencioso.
El Código Penal tiene un título que acuña importantes delitos casi nunca investigados: “Los delitos contra la administración pública”. El cohecho, el tráfico de influencias; la malversación de caudales públicos aplicando esos recursos en forma indebida o directamente sustrayéndolos; los negocios incompatibles con el ejercicio de la función pública; las exacciones ilegales ; el enriquecimiento de los funcionarios y empleados; el omitir o retardar actos propios de su función; el nombrar para cargos públicos personas que no reúnan los requisitos legales entre los que sobresale la idoneidad; el aceptarlo esos cargos sabiendo que se carece de esas exigencias; el dictar resoluciones u órdenes contrarias a la Constitución o a las leyes e inclusive ejecutar esas órdenes ilegales. Debemos recordar que son delito porque las estadísticas judiciales parecen ignorarlo y nuestros Jueces y Fiscales también.
En el imaginario árbol de navidad de la patria, colgaré envuelto en ilusión mis deseos para mi País: que no se sigan adulterando los contenidos de la CN (Corte Nacional), las legislaciones fundamentales, los tratados Internacionales , el principio de legalidad y el de división de poderes. Que los Derechos Humanos no sean sólo los que fueron arrasados en el pasado sino que se integren los que merecemos disfrutar los ciudadanos de hoy: libertad (de pensamiento, de opinión, de información …); dignidad; trabajo (no sólo subsidios que calmen el hambre pero aquieten la conciencia ); igualdad (que los amigos y los etiquetados como enemigos sean medidos con idéntica vara) Que se sustancien investigaciones sinceras para investigar los delitos que se cometieron desde el poder. Que el motor que las movilice no sea la venganza política ni el revanchismo, sino la necesidad de reconstruir lo que ha ocurrido en nuestra vida comunitaria para poder volver a dar contenido a las instituciones y a la República. Que esas averiguaciones movilicen la piel de la moral de los ciudadanos indiferentes a la corrupción y las ilegalidades, si en sus bolsillos encuentran los centavos que sacien sus deseos que siempre son inmediatos e imprescindibles. Que esas indagaciones prevengan a los funcionarios presentes y futuros que la impunidad no será más moneda de curso legal ni mientras conserven el poder ni cuando lo pierdan. Que se desbaraten las negociaciones de protección con los nuevos habitantes de los recintos oficiales.
Que la reforma del Código Procesal Penal no esconda una estrategia para lograr el control de la justicia. Que la designación de los Jueces de la Cámara de Casación Penal y de nuevos fiscales, no procure privilegiar la impunidad de quienes los designan. Que la distribución de las causas no sea arbitraria, dejando en manos “amigas” las que preocupan al poder político. Que los cambios que, aceleradamente y autoritariamente se están imponiendo no logren blindar a sus diseñadores dejando impune los delitos perpetrados.
Que sepamos construir la valla que haga realidad el principio: “En la casa del más pobre de los ciudadanos entra el hambre, el frío, la lluvia pero el Rey no”. Que no permitamos que el “rey” pueda todo sin cuestionarlo, porque a la sombra de sus desmanes crecen nuestros bienes materiales.
Que la “Ultima ratio” de las decisiones políticas no resulten ser las necesidades de caja de un Estado angurriento que claudica sin sonrojarse de los principios que sostuvo un rato antes. Que sus decisiones tengan como objetivo proteger el interés de la sociedad y no los apetitos de los poderosos sean políticos, económicos o de cualquier catadura. Que los legisladores, los miembros del Poder Judicial y del Ejecutivo no encorseten sus decisiones a ambiciones personales o a respaldos incondicionales a quienes ejercen las más importantes Magistraturas del país. Que no se siga adulterando la verdad: la histórica, la estadística, la del devenir cotidiano. Que el oscurantismo de lo que conviene no naturalice esa deformación.
Iba a enunciar mis deseos referidos a la Justicia pero me resultó imposible escindirlos de la vida, de lo que ocurre en cada lugar de poder; el entrelazado entre esas fibras del Estado es consistente e inseparable. No puede haber una Justicia ejemplar si los espacios institucionales están corroídos por la soberbia y la prepotencia. No hay poderes públicos trasparentes si la Justicia bosteza cuando se delinque desde ellos y sólo comienza a despertarse cuando los criminales van perdiendo su poder. Alfredo Palacios decía: “No hay Patria sin Justicia” creo que deberíamos agregar con la experiencia acumulada: “No hay justicia en una patria donde la anomia es la regla y tener poder es sinónimo de tener impunidad”-
Como Fernando Pessoa advertía en el “Banquero anarquista” “¿Cómo puede tener escrúpulos quien está trabajando para la liberación de la humanidad?”