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Discurso de Gabriel Boric
Por Mar MARÍN/Efe/SAH
La tormenta económica que sacude Argentina está golpeando directamente a los «hombres fuertes» del Gabinete de Cristina Fernández, que guarda silencio tras bambalinas sobre los problemas del país mientras aumentan las críticas y las encuestas reflejan una caída en su imagen.
En medio de una sacudida económica sin precedentes en la última década, la presidenta ha dejado que el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, y el ministro de Economía, Axel Kicillof, se ocupen de poner la cara cada día ante los ciudadanos.
Aquejada ahora de una lesión en la cadera que requiere tratamiento de fisioterapia, la presidenta, de 60 años, se mantiene en un discreto segundo plano y con una agenda muy reducida, tras la neurocirugía a la que se sometió el pasado octubre, y custodiada por un estrecho círculo en el que figura su hijo Máximo, líder de La Cámpora, la agrupación de las juventudes kirchneristas, y el secretario legal y técnico, Carlos Zannini.
Son Capitanich, exgobernador de la provincia del Chaco, peso pesado del peronismo y contador público de formación, y Kicillof, un cuadro de La Cámpora de formación marxista, los encargados de explicar el giro en la política económica del Gobierno.
Desde que asumió el cargo, en noviembre, Jorge Milton Capitanich cambió la estrategia de comunicación del Gobierno con comparecencias diarias ante los medios a primera hora de la mañana en la Casa Rosada (sede de Gobierno), una rutina que inicialmente le sirvió para mejorar su imagen pero que, a la larga, le está provocando un intenso desgaste.
«Coqui», como le conocen sus allegados, fue ministro de Economía durante el efímero Gobierno de Ramón Puerta, en 2001, en pleno crack económico, y pasó luego a ser jefe de Gabinete de Eduardo Duhalde (2002-2003).
A sus 49 años, no oculta sus aspiraciones presidenciales, pero su alta exposición mediática y las contradicciones internas del Gabinete le han alejado de las quinielas de posibles candidatos.
También acusa el desgaste Kicillof, con una imparable carrera desde La Cámpora y bajo la tutela de la sombra de la presidenta.
Activo militante en la agrupación TNT (Tontos pero no tanto) durante su etapa en la facultad de Economía de la Universidad de Buenos Aires, Kicillof cultiva un aire juvenil y desenfadado, con trajes sin corbata y un rostro aniñado.
«No vamos a hacer nada que genere bruscos cambios en la economía», dijo cuando asumió la cartera de Economía, en noviembre pasado.
Apenas dos meses después, argumenta que el desplome del peso y la flexibilización del polémico cepo al dólar beneficia a los «más desfavorecidos», pese a que afecta solo a un 20 por ciento de los cotizantes y amenaza con desbocar una inflación que cálculos privados cifran en más del 30 por ciento.
Un papel difícil para quien, el pasado abril, cuando aún era viceministro, cargó contra los «papagayos que repiten la idea de que hay que devaluar al moneda».
Considerado el cerebro de la nacionalización del 51 por ciento de las acciones de Repsol en YPF, en 2012, Kicillof sugirió entonces que no habría indemnización para la petrolera española y adelantó que «Repsol va a tener que pagar por el daño ambiental».
En noviembre, sin embargo, hablaba del acuerdo de compensación alcanzado con Repsol y sostenía que «es imposible (no pagar) porque es ilegal».
Con menos exposición pública, otro de los más activos funcionarios del Gabinete económico es el joven secretario de Comercio, Augusto Costa, de 38 años, que procedía de la Cancillería y sustituyó al polémico Guillermo Moreno.
El protagonismo del equipo económico en los medios en los últimos días ha eclipsado prácticamente al resto del Gobierno y le está pasando factura, según los sondeos.
El 60 por ciento de los argentinos desaprueba la gestión económica del Gobierno, según la última encues ta de la consultora Opinión Pública Servicios y Mercados (OPSM), que señala que la imagen negativa de Cristina Fernández ha trepado hasta el 48 por ciento.
Además, un 60 por ciento considera mala o muy mala la gestión de Kicillof, un 65 por ciento desaprueba también a Costa y un 45 por ciento rechaza a Capitanich.
Una pesada carga para cualquier funcionario con aspiraciones políticas futuras.