viernes, 15 de marzo de 2013
La dictadura argentina divide la figura del Papa

Buenos Aires. Carmen DE CARLOS para SudAmericaHoy

¿Combatió o colaboró con la dictadura argentina? La pregunta sobre el papel desempeñado por el Papa durante el régimen militar (1976-83) ha dado la vuelta al mundo. Las aguas que apoyan una y otra opción se dividen pero el cauce de la inocencia fluye con mayor fuerza y abundacia de testimonios en Argentina.

La política y el “Kirchnerismo” no son ajenos a la polémica. El periodista pro gubernamental, Horació Verbitsky lanzó la primera piedra. Utilizó palabras del difunto Emilio Mignone (fundador del Cels), para acusar al Pontífice en el diario oficialista Página 12 –lo había hecho antes en un libro- de ser uno de “los pastores que entregaron a sus ovejas al enemigo sin defenderlas ni rescatarlas”. A la presidenta de la asociación Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, también alineada con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, hasta la fecha no se le conocía declaración alguna sobre esa supuesta connivencia del ex arzobispo de Buenos Aires con los militares. Ahora intervino en la polémica y dijo de él: “Nunca habló ni se nos acercó a las Abuelas para ayudarnos. Ha ayudado en otros temas, muy lacerantes, pero no el nuestro”. A renglón seguido, añadió, “Bergoglio pertenece a esa Iglesia –y hoy la representa- que oscureció al país”.

La embestida contra el flamante Papa vino acompañada de la cadena de twitteros oficiales y hasta de la novia del vicepresidente de Argentina, Amado Boudou, que escribió “no me llena de orgullo. No”, la designación de su paisano como Papa. “Dejan a las segundas líneas para que avancen -contra Bergoglio- mientras en el Gobierno guardan silencio”, advirtió en antena el periodista Edgardo Alfano. La idea de que el Ejecutivo orquesta entre bambalinas una campaña de desprestigio contra Bergoglio flota en el ambiente y se da por segura en buena parte de los círculos políticos e intelectuales que no comulgan con la ideología “K”. En este contexto, el cineasta Michael Moore difundió por Twitter una fotografía falsa de Bergoglio con Videla. El «kirchnerismo» la rebotó cuantas veces pudo. Advertido Moore del montaje, por el mismo medio, pidió disculpas. A esa hora un grupo de represores, entre otros, el ex jefe del Tercer Cuerpo del Ejército, Benjamín Menéndez, era retratado en el banquillo de los acusados con escarapelas en la solapa con los colores del Vaticano. Lo que faltaba para echar más leña al fuego de la discordia.

De ser correcta la apreciación de que el Gobierno de Cristina Fernández de kirchner instiga la operación anti Bergoglio, ésta no rueda por los carriles deseados. La ex defensora del Pueblo y ex jueza, Alicia Oliveira, perseguida por la dictadura, salió al paso con una experiencia propia, “Jorge (Bergoglio) me llevaba desde donde estaba, escondida en el auto y me dejaba en el patio del colegio para que pudiera ver a mi hijo”, relató en una entrevista con el diario argentino La Nación. “Ayudó a muchos en la dictadura” recordó antes de contar: “Salvó a un hombre que no podía cruzar la frontera. Era parecido a él y Jorge le dio su cédula y su “clergyman” (camisa con alzacuello). Pudo irse. Eso no lo hacía cualquiera”.

A favor de Bergoglio también salió el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, “No se le puede acusar de ser cómplice de la dictadura”, zanjó. Graciela Fernández Meijide, ex miembro de la Conadep (Comisión para la Desaparición de Personas) y madre de un hijo desaparecido, también intervino en su defensa, “no tengo ningún dato que pueda relacionarlo con la dictadura”, insistió tras hacer una semblanza ejemplar del actual Papa.

La veda abierta contra el Pontífice se encontró de la noche a la mañana con más voces que salían en su defensa y hasta el Vaticano denunció una “campaña difamatoria…Jamás ha habido una acusación creíble contra él. La justicia argentina le interrogó pero como persona informada de hechos y jamás fue imputado por algo”. Federico Lombardi, el portavoz de la Santa Sede, recordó que una vez nombrado arzobispo de Buenos Aires, Bergoglio, “pidió perdón en nombre de la Iglesia por no haber hecho bastante durante el periodo de la dictadura”. Lo hizo consciente de la deplorable conducta de una institución que se hizo cómplice en las más altas jerarquías locales y algunos de sus vicarios, llegaron a participar en las sesiones de tortura de los cientos de centros clandestinos que se extendían por Argentina en los años de plomo.

Uno de los hombres que, según Verbitsky, debería tener cuentas pendientes con el Pontífice entró en escena pero no le pasó la factura que demanda el periodista que, también, escribió una manual para la Aeronaútica por encargo del régimen militar. Se trata del jesuita Franz Jalics, secuestrado durante la dictadura, torturado y liberado cinco meses más tarde con el difunto Orlando Yorio. El sacerdote difundió un comunicado en el que hace repaso de las atrocidades del régimen militar , desea “al Papa Francisco la bendición de Dios en su pontificado”, asegura no poder hacer “declaración alguna” que afecte a la conducta de aquella época a Bergoglio con quien pudo “hablar de lo ocurrido” y asegura, “Me concilié con todo lo ocurrido y lo di por cerrado” .