miércoles, 5 de febrero de 2014
Latinoamérica a ralentí y Argentina cuesta abajo

sudamericahoy-columnistas-jose-vales-bioPor José VALES, @joservales

El ejercicio de mirar alrededor para buscar consuelo ya no sirve. Al menos por unos cuantos años más. Latinoamérica entra en una etapa económicamente resbaladiza, según lo afirman las entidades internacionales de crédito, las calificadoras de riesgos, los más prestigiosos medios económicos del mundo y los analistas.

Si se observa el desarrollo en materia de crecimiento, baja de desempleo y actividad económica de países como Perú, Colombia o Chile, nada de esto parece tener asidero. Pero allí están Venezuela con su desmadre en todos los órdenes, Brasil con su imposibilidad de volver a crecer como hace tan sólo cuatro años y Argentina, que insiste con la conducta que lo caracterizó a lo largo de gran parte de su historia, dispararse en el pie una y otra vez.
A Nicolás Maduro, lo chiflaron en público. La asfixia de la sociedad, a la hora de ir al supermercado o de intentar viajar fuera del país, generó esa reacción y provoca que a diario miles y miles de venezolanos busquen mejores horizontes en el extranjero. A Dilma Rosseff, le preocupa lo inmediato: El Mundial de Fútbol y las casi seguras protestas en su contra. Los gastos para el evento terminarán trepando casi al doble de lo presupuestado y existen aún graves demoras. De ahí que el gobierno lanzara una millonaria campaña para revertir la ira social en comprensión justo en un año electoral. 
Y Cristina Kirchner sigue allí. Sumando problemas de salud y encerrándose en si misma y en el pequeño círculo de confianza, mientras la devaluación hace estragos, los empresarios y los bancos ven como se agrava su panorama y el Banco Central asiste exhorto a la merma cotidiana de reservas. Incluso los gobernadores peronistas a los
que ella también había domesticado en estos años, comienzan a inquietarse, a reunirse y buscar soluciones para que «el peronismo y el país no se vaya al garete», aseguran.
Est5a semana fue el gobernador de Misiones, Maurice Closs, quien le pidió al gobierno que reaccione «para no terminar como los gobiernos de Ricardo Alfonsín y Fernando De la Rúa», que terminaron con saqueos, violencia e inflación desatada. Esos fantasmas parecen ir corporizándose con el correr de los días.
Y es justamente Argentina a donde se dirigen todas las miradas a la hora de evaluar a la región y su desempeño económico de los próximos meses como a la hora de ver lo qué puede pasar con los países emergentes.  Pero a Argentina y su gobierno, poco le importa. Hace rato que el slogan aquí era «Vivir con lo nuestro», aunque se buscó negociar la deuda externa con el Club de París y hasta recuperar lo nuestro, como cuando la presidenta Kirchner en el 2012 decidió expropiar YPF, la petrolera alguna vez estatal,  por la que ella y su esposo, Néstor Kirchner, por entonces diputada y gobernador de Santa Cruz, respectivamente,  lucharon por privatizar. Así, los argentinos, terminarán pagando esa empresa tres veces, cuando la Justicia
internacional determine que el gobierno deberá resarcir a la española REPSOL. Cabe recordar que no alcanzan las reservas monetarias que el gobierno dice tener para pagar esas deudas.  Tampoco alcanza para soportar un drenaje diario de 250 millones de dólares para frenar el tipo de cambio ahora que los argentinos volvieron a recordar que su moneda, el peso, siempre fue una ficción.
En los últimos días, todos reclaman soluciones y se mofan del ministro de Economía, Axel Kicilloff. Pero las soluciones no llegan y la presidenta lo único que trajo de su viaje a Cuba son unos autógrafos de Fidel Castro y una bursitis en la cadera. Todos alertan de que si no se enmienda el rumbo el final, económico y político está cada vez más cerca. Los sindicalistas, divididos en la última década, se reagruparon y esperan listos para dar batalla. Nadie mejor que ellos y su olfato para saber cuando la situación tiene el aroma de la muerte.
Eso en lo que respecta a una definición política y económica, pero la crisis del país es mucho más profunda y de largo aliento. Una crisis de difícil resolución porque es una crisis cultural que se viene arrastrando de décadas y que tuvo su momento cumbre en los años del menemismo (1989-1999).
En el medio, el narcotráfico no para de crecer en las provincias y en el conourbano bonaerense, porque encontró el terreno fértil para su desarrollo. La lumpenización de la sociedad, la corrupción que atraviesa a los organismos de seguridad y judiciales, una carencia legislativa y una clase política donde los dogmas se cuentan en monedas.
Si algo le faltaba al kirchnerismo para cerrar su «década ganada», es autorizar a las Fuerzas Armadas a realizar tareas de inteligencia, dentro del país. Para ello ascendío a general y colocó al frente del Ejército a César Milani, acusado de violación de los derechos humanos durante la última dictadura militar (1976-1983). La mejor forma de borrar todo lo avanzado en materia de derechos humanos y de justicia en estos años y demostrarle al mundo que ellos, los Kirchner, no eran lo que parecían, sino que esas banderas de memoria y reparación de justicia y sus consecuentes políticas eran parte del «relato» del gobierno, no de la realidad.  Ahora, relato y realidad, quedaron fundidas en una sola fotografía que está en vías de hacerse añicos.