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Aldana Vales
Buenos Aires, 25 nov (EFE).- El «cambio» que el presidente electo de Argentina, Mauricio Macri, ha usado como estandarte en su campaña política, llegará en breve a las relaciones exteriores, no vano la primera designación anunciada para su futuro gabinete ha sido la de Susana Malcorra, la próxima canciller.
Con ella, Macri espera recuperar «una buena conexión con el mundo», pues Malcorra es la jefa de Gabinete de Ban Ki-Moon en la Organización de las Naciones Unidas.
«Una persona altamente capacitada, conectada con el mundo», la calificó Macri tras anunciar su designación.
«Estamos todos de acuerdo en que este nivel de aislamiento no ha sido bueno para nuestro país», afirmó el presidente electo, que asumirá el cargo el próximo 10 de diciembre.
Macri ha adelantado ya su interés por impulsar el papel internacional de Argentina y estrechar relaciones con sus vecinos, especialmente con Brasil, su principal socio económico, que será, además, destino de su primera visita tras ganar las elecciones.
También busca un impulso a las relaciones con la Unión Europea, y con Estados Unidos.
Entre las primeras definiciones de su política exterior, Macri ha subrayado su intención de pedir sanciones contra Venezuela por el tratamiento a los opositores, en especial a Leopoldo López, en la próxima Cumbre de Mercosur, en diciembre, su estreno en citas internacionales.
Ha adelantado también su voluntad de derogar el memorándum de entendimiento firmado entre el Gobierno de Cristina Fernández e Irán en 2013 para investigar el atentado ocurrido en 1994 contra la mutualista judía AMIA en Buenos Aires.
El acuerdo fue el eje de la denuncia del fiscal Alberto Nisman, que investigaba la causa AMIA y fue hallado muerto en enero de este año, cuatro días después de demandar a Fernández por supuesto encubrimiento a terroristas.
Denunciado por las entidades judías y la oposición, el memorándum aguarda en la Justicia argentina un veredicto sobre su constitucionalidad.
Diplomáticos occidentales apuntan en privado que Argentina, la tercera economía latinoamericana, podría ahora liderar un cambio de mirada en la región y recuperar a sus aliados tradicionales, alejándose del círculo del Alba -que encabeza Venezuela-, y revisando sus estrechos vínculos con Rusia, China o Irán, impulsados durante los doce años de gestión kirchnerista.
El otro gran desafío que enfrenta Macri será la resolución del conflicto con los fondos de inversión que se dirime en la Justicia de Estados Unidos.
Llamados «fondos buitres» por el Gobierno de Fernández, los acreedores de deuda emitida en 2001 reclaman a Buenos Aires 1.300 millones de dólares más intereses.
La resolución del conflicto permitiría a Argentina volver a los mercados crediticios internacionales.
Macri se ha mostrado proclive al acuerdo aunque ha evitado dar detalles sobre cómo abordaría una posible negociación.
Para facilitar el camino, apuntan expertos en relaciones internacionales, Macri debería viajar a Washington «tan pronto como sea posible» y a Nueva York, el centro financiero del mundo.
También Bruselas le abre las puertas al nuevo presidente argentino, que tendrá oportunidad de avanzar en sus contactos internacionales el mismo día de su toma de posesión, el próximo 10 de diciembre, a la que previsiblemente, acudirán varios mandatarios de la región y representantes de la Estados Unidos y la UE.