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Mar Marín
Buenos Aires, 4 dic (EFE).- El cambio que abanderó Mauricio Macri para llegar a la Presidencia argentina ya ha empezado a notarse, al menos en las formas, tras doce años de kirchnerismo.
Ingeniero de formación, Macri, de 56 años, tiene una práctica de trabajo muy diferente a la que mantuvieron sus antecesores, el fallecido expresidente Néstor Kirchner (2003-2007) y su esposa y sucesora, Cristina Fernández, que hicieron gala de liderazgos fuertes e imprimieron a la Presidencia un marcado carácter personalista.
Macri trasladará a la Casa Rosada la fórmula que utilizó durante sus ocho años de gobierno en la ciudad de Buenos Aires: trabajo en equipo y diálogo.
Por primera vez en doce años, volverá a haber reuniones del consejo de ministros -los lunes era el día fijado durante su gestión en la Alcaldía de la capital- e información regular sobre las decisiones gubernamentales.
Además, es partidario de descentralizar y celebrar algunas de las reuniones del consejo fuera de la Casa Rosada.
No quiere «superministros». El hombre fuerte de su Gobierno será el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y el área de Economía se repartirá en seis ministerios.
Madrugador, Macri desayuna en familia, acude al gimnasio e inicia su jornada laboral a primera hora de la mañana porque intenta cortar antes de anochecer para cenar con su esposa, Juliana Awada, y con Antonia, de 4 años, la más pequeña de sus cuatro hijos y la única con su tercera esposa.
Los fines de semana acostumbra a descansar a su finca de Tandil -en la provincia de Buenos Aires- y aprovecha para jugar al fútbol o al paddle con amigos.
Entre los encargos a sus ministros ha incluido una comunicación fluida, aunque no es amigo de discursos largos ni comparecencias interminables.
Durante su gobierno habrá, ha adelantado, más ruedas de prensa y menos cadenas nacionales, como se conoce en Argentina a la transmisión obligatoria de los discursos presidenciales a través de las emisoras de radio y televisión del país.
Ha pedido también a sus colaboradores que impulsen la administración electrónica para facilitar trámites a los ciudadanos y ha dado una especial instrucción a su equipo económico: no hablar mal de sus compañeros.
Toda una novedad para los argentinos, que más de una vez escucharon a la presidenta regañar en público a alguno de sus ministros.
El estilo «M» constituye un cambio radical respecto a la era «K». Néstor Kirchner y Cristina Fernández sustituyeron los consejos de ministros por encuentros privados con sus colaboradores en la residencia presidencial de Olivos.
El fallecido expresidente (2003-20007) solía citar a sus ministros y asesores para cenar y prolongaba la sobremesa hasta bien entrada la madrugada con discusiones políticas.
Fernández despachaba también en la residencia presidencial con un estrecho equipo en el que figuraba su hijo Máximo.
Reuniones privadas que evitaban que los ministros estuvieran al tanto del día a día de sus compañeros de Gobierno.
Los Kirchner apostaron sin rodeos por la Patagonia (sur), cuna de su movimiento y centro de los negocios familiares, mientras Macri se ha comprometido con el norte argentino, una de las zonas más empobrecidas, con inversiones millonarias en infraestructuras.
La vocación de diálogo será otro de los cambios que introducirá el presidente electo.
En minoría parlamentaria, Macri está condenado a buscar aliados y y ha tendido la mano a legisladores y gobernadores de todo signo político.
En su Gobierno ha incluido a un funcionario de Cristina Fernández -el ministro de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao-, un peronista renovador -Adrián Pérez, en la secretaría de Asuntos Políticos- y a su principal opositor en la capital, Martín Lousteau, nuevo embajador en Washington.
Un mensaje muy distinto al «vamos por todo» alimentado por el kirchnerismo, especialmente durante los últimos años de gestión de Cristina Fernández.
Se acabaron, además, las multitudes militantes abarrotando los patios de la Casa Rosada, tan habituales en los actos de la presidenta saliente.
Mauricio Macri es organizado y puntual, hasta el grado de haber establecido multas para sus colaboradores en la ciudad de Buenos Aires por llegar tarde a sus reuniones.
Otro cambio significativo para los funcionarios nacionales, acostumbrados a los notables retrasos de Cristina Fernández, incluso en citas internacionales.
Antes de estrenar la Presidencia, Macri ya ha dado muestras del nuevo modelo: presentó a su Gabinete en el Jardín Botánico de Buenos Aires, a cielo abierto, sin militancia ni proclamas partidistas.
Y respondió a preguntas de la prensa. Una novedad después de doce años.
La consigna: Información y apertura, resume uno de sus colabores.