martes, 8 de enero de 2013
Messi, el mundo a sus pies y el Mundial en el alma

Zurich.Daniel ARUCCI Cancha Llena
En el centro del brillante escenario del Kongresshaus, se puso nervioso como nunca lo haría en el corazón del área. Pero, esta vez, no era sólo porque naturalmente él se siente más cómodo en un campo de juego que en cualquier otro sitio, sino porque había tomado conciencia, en un segundo, que estaba haciendo añicos todos los libros de historia del fútbol mundial.

Lionel Messi sonrió como él lo hace, ladeando apenas la boca, sostuvo como pudo el Balón de Oro al mejor futbolista del mundo, el cuarto consecutivo que consiguió, lo que nadie, y en el más puro rosarino, aspirando las eses, dijo lo que le salió del alma: «¿La verdad? es increíble poder recibir este premio otra vez, poder conseguir el cuarto y que sea seguido? Es impresionante? Quiero compartirlo y agradecerles a mis compañeros del Barcelona, especialmente a Andrés? Es un orgullo poder estar al lado tuyo hoy y entrenar conmigo… con vos [sic]. Y compartirlo con mis compañeros de la selección argentina? Con la gente que vota, con los capitanes, los jugadores, los entrenadores? No sé, estoy muy nervioso? Nada. Agradecer a mi familia, a mis amigos y por último y muy especialmente a mi mujer y mi hijo que es lo más lindo que me dio Dios. Muchas gracias».

Y enfundado en su llamativo esmoquin negro con lunares blancos, de Dolce &Gabbana, se quedó plantado allí, en el centro del escenario, al tiempo que el auditorio se iba poniendo de pie. Durante un par de minutos lo aplaudieron todos, desde Platini hasta Beckenbauer, desde Blatter hasta Gérard Depardieu, pasando por Bilardo y el Pibe Valderrama; Gullit, que condujo perfectamente la ceremonia, y casi todos sus colegas que formaron parte del deslumbrante equipo ideal, aunque Cristiano Ronaldo aprovechó para enviarle un mensaje a alguien con su teléfono celular en ese momento. El mundo del fútbol, el mundo se estaba rindiendo a sus pies, dicho esto con toda intención.
«No sé, la verdad que por la felicidad, por la alegría de haber conseguido otra vez este premio, me quedé un poco en blanco, no me salían las palabras?», explicaría después, ya más sereno, plenamente feliz y todavía abrazado a su trofeo, en un rinconcito de la zona mixta, hablando en argentino para los argentinos.

-Ya lo ganaste todo, Leo. ¿Ahora es el Mundial con la selección?

-Para el Mundial todavía falta. Mi objetivo es seguir haciendo lo mismo que hasta ahora, con mi equipo, con la selección.

-Para muchos futbolistas, la plenitud llega a los 25 años, tu edad.

-No sé, lo que yo sólo espero es seguir creciendo, seguir consiguiendo títulos.

«Ya lo dije, ser campeón del mundo con la selección no se cambia por nada», dijo en una entrevista con ESPN. «Sólo espero seguir creciendo», agregó el futbolista que en 2012 rompió todos los récords habidos y por haber. Y que se propone seguir haciéndolo en este 2013 y también en los años por venir. Así, cumplirá con la premonición de un tal Johann Cruyff, que dijo que Leo «ganará seis o siete balones de Oro». Anoche, Radamel Falcao García, seguramente en nombre de cada uno de sus colegas, fue por el mismo camino: «Ganará todos los balones que él quiera».
Seguirá viniendo, entonces, a esta ciudad que ya se ha habituado a recibirlo en un ritual que no tuvo muchas variaciones esta vez.

Vestido con gastados jeans grises y una campera de lana con capucha del mismo color, había despegado de Barcelona poco antes del mediodía en un vuelo privado, que aterrizó dos horas después, acompañado por sus compañeros premiados y candidatos -Iniesta, Xavi, Piqué, Alves-, los principales dirigentes y algunos familiares. En su caso, su papá, Jorge, y sus hermanos Rodrigo y Matías. El resto de la familia se quedó en Rosario, incluida su mujer Antonella y su hijo Thiago, con la mamá, Celia, y la hermana Marisol.

Así vestido como llegó se mostró por primera vez. Y fue un Messi auténtico. La pregunta inicial que respondió fue la de un chico de 8 años, Zoe, de Zurich, que había ganado un concurso para estar allí y hacerla.

-Cuando tenías mi edad, ¿también eras el mejor?

-No sé, a esa edad no pensás si sos el mejor o no. Ni lo hago ahora. Lo que me interesa es jugar a la pelota y disfrutar de eso. Y cuanto más, mejor. No pensar nada más?

También fue auténtico cuando tuvo que contestar si 2012 había sido su mejor año: «No, no creo que haya sido mi mejor año. Me interesan más los premios a nivel de equipo que los míos propios, individuales, o los récords. Hubo otros años donde conseguimos muchas más cosas y fueron mejores».

Temprano, en la tarde, compartió el escenario por primera vez con Cristiano Ronaldo, con Iniesta sentado en el medio de los dos, como separando dos estilos. En ese momento, habló de la selección argentina, con un orgullo y un agradecimiento profundos: «Es verdad que la selección argentina dejó un cambio este año: se nos dieron los resultados, no perdimos ningún partido y lo más importante es que lo hicimos jugando de una manera muy buena, cosa que años atrás no se estaba dando. Con tranquilidad. Tenemos que seguir creciendo como equipo. Nos tenemos que preparar para el Mundial ese, pero todavía está lejos?».

Y partió a cambiarse. Un rato después, media hora antes de la ceremonia, era posible volver a charlar con él, ya ataviado con el llamativo esmoquin que ha dado que hablar: «Ya había arriesgado el año pasado y ahora me puse esto? Pero no es lo más importante».

Lo más importante, claro, estaba por venir. Con su papá, se subió a una combi Mercedes-Benz negra que lo llevó exactos 120 metros por Gotthardstrasse, desde una puerta lateral del Hyatt, hasta la alfombra roja del Kongresshaus. Antes de subirse, se detuvo a firmarle autógrafos a gente de todas las edades y nacionalidades que lo aclamaba desde atrás de una valla. La misma ovación, distinta, recibió cuando llegó a su destino.

Se perdió en las profundidades del predio y reapareció sentado en la primera fila, a la izquierda del escenario. Otra vez, Iniesta aparecía en el medio, con Cristiano al otro lado. A los costados, la candidatas al Balón de Oro de fútbol femenino. Detrás, el resto del once ideal, un compendio de Barcelona y Real Madrid. Un poco más atrás, los autores de los mejores goles -Falcao, Neymar, Stoch- y Pep Guardiola con Vicente Del Bosque. Todas las miradas estaban puestas en ese sector.
Una ceremonia propia del cine, conducida por Ruud Gullit, comenzó con suiza puntualidad. Y con suiza puntualidad, a las 20 horas del lunes 7 de enero de 2013, el italiano Fabio Cannavaro abrió un sobre y dijo: «Lió Messi».

Y el mundo del fútbol se detuvo. O empezó a andar.