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Discurso de Gabriel Boric
Presidentes con escasa credibilidad, fugas de divisas fruto de la inestabilidad económica y la caída en los precios de las materias primas, como el petróleo y el cobre, así como promesas de campaña incumplidas, van caracterizando la actualidad de casi todos los países sudamericanos. Mientras, el delito se cuela por las rendijas judiciales o por los medios de comunicación.
Los saqueos en el Estado venezolano de Bolívar de los últimos días, parecen conformar una suerte de prefacio de lo que puede venir en Venezuela en las próximas semanas. El clima se enrarece cada vez más, a medida que se acerca la fecha de las elecciones legislativas, cruciales para la suerte de Nicolás Maduro. En Brasil, Dilma Rousseff deberá preparar las redes de contención para el momento en que los representantes de las empresas constructoras comiencen a declarar, como prometieron, todo lo que saben ante los jueces, a cambio de poder seguir licitando en el Estado. Se puede perder la libertad, como en el caso de Marcelo Odebrecht y otros empresarios, pero no “la gallina de los huevos de oro” con la que los contratistas construyeron su inmenso poder.
Más urgente, y más temeraria aparece en el horizonte la campaña electoral argentina, de cara a las elecciones primarias de este domingo. Se juega la sucesión de Cristina Kirchner, lo que se deduce que todo, absolutamente todo, está en juego. Hasta los negocios más inverosímiles. Sólo hay que asistir a la disputa, descarnada por momentos, en la provincia de Buenos Aires. Es el principal bastión electoral del país, donde el actual gobernador y candidato a la presidencia, Daniel Scioli, parece sacar ventajas sobre Mauricio Macri, alias “Freddo” (El Padrino) y donde el oficialismo postula a dos candidatos para el cargo de gobernador. Por un lado al presidente de la Cámara de Diputados, Julian Dominguez, al que todos señalan como “el candidato del Papa Francisco” y por el otro a un viejo conocido, Aníbal Fernandez, jefe de Gabinete y de una profusa carrera dentro del peronismo y altamente competente a la hora de abonarse a escándalos diversos. Todos ellos con barras bravas, actos de corrupción en el municipio de Quilmes cuando era alcalde o con narcóticos.
En los últimos 25 años fue menemista, duhaldista y kirchnerista con la misma pasión que siente por su querido Quilmes Atletich Club del que es presidente. Pero ya desde muy joven su nombre estuvo presente tanto en las páginas políticas como en las policiales. En 1991 asumió como intendente de su ciudad. Eran los días en que el comisario Pedro Klodczyk, dejaba su influencia en la Unidad Regional de Quilmes para ascender a la jefatura de la siempre cuestionada Policía Bonaerense.
Desde entonces los nombres de Eduardo Duhalde, por entonces gobernador, Fernández y Klodczyk, estarían abonados a reiteradas denuncias de narcotráfico, “territorios liberados” y otros delitos, muchos de los cuales seguirán esperando resolución.
La carrera de Fernández fue siempre en ascenso. Ministro de Duhalde en la provincia y en su interinato, en la presidencia, fue heredado por Néstor Kirchner y no dejó de ascender como Ministro del Interior o Jefe de Gabinete, cuando no como defensor mediático de lo indefendible. Allí, justamente, radica una de sus grandes habilidades además de tocar la guitarra.
Pero fue un viejo compañero suyo, el ex gobernador bonaerense y candidato a reincidir, Felipe Solá, el que ayudó a que los desmemoriados argentinos revisen el currículum de Fernández. “Si gana Fernández se dispara la droga en la provincia…”
Solá sabía de qué hablaba. No sólo de los tiempos en que Duhalde era el jefe, sino cuando en 2008 un Triple Crimen en la localidad de General Rodríguez, sacudió a la opinión pública que terminaba de convencerse de que Argentina no es un país de pasó de la droga como repite Fernández sino un paraíso de la efedrina libre y de cocinas incipientes de drogas sintéticas a lo largo del país.
Sebastían Forza, Leopoldo Bina y Damián Ferrón, eran tres empresarios que traficaban efedrina a México. Buscaron desligarse de uno de los empresarios que les proveía esa sustancia, de exportación permitida gracias a un decreto impulsado y firmado por el entonces ministro Fernández y terminaron ajusticiados el 7 de agosto de 2008. Esa misma noche un periodista bien informado al que se le consultó por el caso arriesgó un pronóstico: “por qué no le preguntan por el Triple Crimen a José…”
“¿Qué José?” Preguntaron sus interlocutores. “José Efedrina…. “ Fue la respuesta. Ese era el apodo que desde entonces carga el jefe de Gabinete en los vericuetos de la política y la inteligencia mexicano-argentina.
El posterior Juicio por el triple crimen terminó con los hermanos Cristian y Martín Lanatta, en prisión como autores materiales del crimen. Ambos trabajaron tanto en el Club Quilmes como en la gobernación de Buenos Aires, junto a Fernández y a su ladero José Luis Meiszner, ex director del Registro Nacional de Armas (RENAR), ex presidente de Quilmes y actual dirigente en la Comebol.
El domingo uno de los Lanatta, Martín, denunció a Fernández de haberse quedado con el negocio de la Efedrina y confesó desde la cárcel “haber llevado una vez 250 mil y otra vez 3 millones de dólares a la casa de Aníbal que enviaban narcotraficantes mexicanos”. Aquella fría noche de agosto del 2008, el periodista estaba en lo cierto: José Efedrina sabía tanto sobre el caso, que ahora termina no sólo salpicando su carrera política, sino tal vez sellando la suerte de un gobierno y, por qué no, de un país.