jueves, 17 de julio de 2014
Nazis, gauchos y otros ejemplares del Mundial


Carmen pequeñaPor Carmen DE CARLOS, para SudAméricaHoy (SAH)

El mundial de fútbol y el de la estupidez no terminaron al mismo tiempo. El primero se acabó en el Maracaná con el partido entre Alemania y Argentina, dos países que empiezan y terminan con la misma letra (la música es otro cantar). Y el segundo, el de la estulticia, se prolongó, más de la cuenta, en los medios de comunicación y otros escenarios dramáticos (por lo teatral) a un lado y otro del Atlántico.

Los siete golazos de Alemania a Brasil destaparon la debilidad de la selección del país anfitrión y, en simultáneo, la crueldad de su vecina Argentina. Periodistas y locutores se burlaron sin descanso, en pantalla y en antena, de la desgracia de la «canarinha». El caso de Marcelo Tinelli, showman por excelencia de la televisión, resultó insólito. Argentino, argentino, se declaró más alemán que nunca, proclamó su felicidad por la eliminación de la selección de Brasil y su desprecio por las lágrimas de los jugadores de la «verde-amarela». “No me dan ninguna pena”, repetía con una sonrisa de oreja a oreja el hombre que goza, año tras año, de una audiencia fabulosa en televisión. Como parte del espectáculo, a marchas forzadas, Tinelli reprodujo con personajes grotescos la goleada en el plató. Y eso que aún Argentina no había probado las gotas de la amarga medicina alemana que le estaba esperando en la final de Río.

La ocurrente canción, “Brasil, decime qué se siente”, con letra y música hecha a medida donde más le dolía a Brasil, se creó y se impuso en un abrir y cerrar de ojos. Niñas de no más de 10 años, la cantaban en el patio del colegio y en el parque. La sintonía y la imagen de las dos manos mostrando siete dedos, se convirtieron en telón de fondo de programas, informativos incluidos, de todo pelaje. La lesión de Neymar siguió generando burlas y chistes contra el “brazuca”, término despectivo donde los haya. La juerga estaba servida y una parte de Argentina, gozó como nunca con el sufrimiento ajeno. “Cosas del fútbol, no tiene importancia, son “gastadas” (bromas) que forman parte del espectáculo”, insisten los entusiastas del balón.

Llegó la hora de la verdad y Alemania se preparó para enfrentar a Argentina. Brasil se pintó la cara con los colores de Berlín (duele más la ofensa fuera de la cancha que la derrota en el campo) y algunos argentinos, todavía, se sorprendían del gesto. En la “rock and pop”, emisora atrevida, moderna y alegre, el humor dio paso al miedo a la derrota y el miedo a la agresión. “Son unos nazis”, decía el locutor en vísperas de que empezara el partido que se le atragantó a la Argentina.

La venganza de los brasileños tuvo a Messi de víctima

La venganza de los brasileños tuvo a Messi de víctima

Terminado el campeonato y con él la aventura de la «albiceleste» en el Mundial, los brasileños, prensa incluida, le devolvieron los favores a su vecino. Alejandro Sabella, un seleccionador prudente, elegante y de buen carácter, tuvo que responder a la pregunta, “¿Decime qué se siente?” frente al fracaso. En Buenos Aires, entre tanto, el Obelisco se convirtió por momentos en tierra de nadie.

Los alemanes, por su parte, sabían y habían tomado nota de todo. Llegaron a la puerta de Brandenburgo triunfantes, celebraron y escenificaron su germánico “baile del gaucho”. Entonces, se armó el escándalo. La prensa alemana se dividió entre los que  consideraron de mal gusto hacer leña del árbol caído y los que veían otra “gastada” sin importancia. Los futbolista salieron a disculparse y aclarar que nunca tuvieron intención de ofender . Demasiado tarde. Ya tronaba la voz de Victor Hugo Morales, el locutor estrella del “kirchnerismo”, el que proclama desde radio Continental, todas las mañanas, donde está el bien (siempre en la Casa Rosada) y dónde se oculta el mal (en las otras casas). El viejo locutor, airado, les recordó a aquellos jovenzuelos, por si lo habían olvidado, que eran “unos nazis asquerosos” que “pensando como ellos, mataron seis millones de personas” , que “asesinaron a gitanos y judíos”, que “lo menos que merecen es que los metas en una cámara de gas” y que  “hay una parte de Alemania muy enferma” que  “no cambió tanto”.

Podría ser otra “gastada” pero, por desgracia, no lo fue.

Borges decía: “La estupidez es una cosa popular. Eso lleva a la gente al insulto, a la calumnia, a la humillación. Porque siempre, los que ganan, se burlan de los pierden”. Hablaba de fútbol.