martes, 27 de enero de 2015
Nisman, una muerte en el Olimpo

Adolfo Athos AguiarPor Adolfo ATHOS AGUiAR para SudAméricaHoy

Periodistas ajenos al metier judicial manifiestan su extrañeza ante la sensación de estupefacción y temor que ha despertado entre fiscales y jueces el desenlace de Nisman.
Se sorprenden ante la sorpresa, que les provoca una pregunta recurrente: Si se mueven y desempeñan en un entorno peligroso, donde las amenazas son materia frecuente, ¿Realmente no eran conscientes de que un evento así finalmente se podía producir?
La muerte de un par (el homicidio jamás será descartado) les parece inaceptable, una ruptura mayor de la regla de su universo.
En corros y corrillos surge la referencia al complejo olímpico de los agentes judiciales y un consiguiente sentido de inmunidad.
La invocación no es disparatada, porque corresponde íntimamente a la psicología de la organización.

Alberto Nisman en una imagen de la semana pasada

Alberto Nisman en una imagen reciente

Abundan en la literatura técnica las referencias antropológicas, psicológicas e históricas de la asimilación de la judicatura a la divinidad.
Aparecen en papeles de trabajo de investigaciones organizacionales, entrevistas, evaluaciones psicológicas y narrativas varias. Surge frecuentemente en los estudios clínicos de una profesión altamente psicopatogénica.
No es ajena a la descripción propia de su función de muchos magistrados, ni privativa de nuestra sociedad ni de nuestra época.
Está presente en las súplicas estilísticas del trabajo forense cotidiano, como la tosca Temis en la iconografía de los ambientes judiciales.
Ningún estudio que conozca ha pasado de la descripción de un fenómeno que carece de explicación racional, pero debemos conceder que la equiparación a lo sobrenatural quizás sea un precio razonable para las dificultades psicológicas inherentes a la administración de justicia.
En este caso, el valor de la observación adquiere valor como comparación en la mecánica de la institución judicial.
La administración de Justicia imita la estructura del Panteón grecorromano y sus crisis son asimilables, al menos en lo simbólico.
La perspectiva no resulta disparatada como herramienta de observación ni como plataforma para la comprensión, porque no es la agresión física y la muerte de Nisman la única conmoción que han recibido en su percepción cósmica los jueces y fiscales federales.
La permanencia y pertenencia al panteón eran relativas, porque como la misma inmortalidad dependían de los demás dioses, en una complejidad histórica y jerárquica que se traducía en alianzas y conflictos
Los dioses olímpicos no eran primordiales ni originarios, no eran los creadores ni la suprema referencia universal. Aun para la más cruda creencia popular, eran mediadores con el Todo o con el Logos.
La supremacía relativa de los doce dioses olímpicos mayores surgió del desplazamiento violento de sus propios antecesores y progenitores, la destrucción de las jerarquías anteriores, cuestionando y cuestionada por desplazados y por aspirantes.
Debajo de los olímpicos mayores, que siempre debían ser doce, había un conjunto de dioses menores.
Frutos de una genealogía estricta, su pertenencia y permanencia al Olimpo dependía de la obediencia a las reglas, sujeta al cumplimiento de una etiqueta olímpica, y al juego político de alianzas y acatamientos.
No eran ajenos a las intrigas y pasiones de los mortales, de los que eventualmente se valían como juguetes o instrumentos para dirimir sus conflictos, interfiriendo en sus destinos.
Estos seis aspectos anteriores sostienen semejanzas con nuestro Panteón Judicial, y con su percepción de ocaso.
La manipulación de los reglamentos de selección y designación, las designaciones ad hoc y los subrogantes, y la expansión del número de jueces y fiscales ha puesto en severa cuestión el status genealógico de nuestros magistrados.
Las embestidas contra Campagnoli (fiscal) y Bonadío (juez federal) han demostrado que no basta la voluntad de los pares para protegerlos de los embates externos.

El fiscal Campagnoli

El fiscal Campagnoli

Los miembros del Panteón Judicial ven diluirse su naturaleza especial, su legitimación de grupo y su inmunidad, arrollada por una avalancha que brutal y desagradable, con la que no pueden negociar.
Nisman ha sido el último episodio, cruel e irreversible, de un Ocaso Olímpico que ahora parece más cercano.
No sólo con su muerte ha trasgredido la norma del Olimpo judicial, sino también con su intempestiva semana previa.
Su espectacular retorno, su estentóreo anuncio, su voluminosa denuncia sorprendió a sus colegas tanto o más que a sus enemigos. Aun cuando fuera una simple medida de autodefensa, su estrépito aturdió a sus congéneres, que en general lo aislaron, escudados en las vacaciones.
Su respaldo explícito en la oposición política y en la prensa descolocó a los usuales protagonistas de la escena, necesariamente lentos para reaccionar.
Su muerte, a la que ya no se le podrá quitar el apelativo de heroica, los arroja a escenarios que por hoy perciben insostenibles.
No es para nada ajeno a esta reflexión el papel de un tributo simbólico poco conocido de nuestro panteón:

La presidenta de Argentina y el juez federal que la investiga, Claudio Bonadío

La presidenta de Argentina y el juez federal que la investiga, Claudio Bonadío

Las custodias personales a los jueces y fiscales no tienen una definición técnica específica.
Hace años, oficiales intermedios del Servicio de Custodias Judiciales hicieron una advertencia seria, profesional y honesta acerca de su irregularidad y sus peligros.
Aunque en muchos casos obedecían a amenazas episódicas, sin riesgo actual ni eventualidades identificables, existía una inercia institucional en suspenderlas, adecuarlas o levantarlas.
Ante la imposibilidad de diferenciar las necesarias de las superfluas, no se podía desarrollar una hipótesis de protección efectiva. No es asimilable el enojo de un inquilino desalojado a una fatwa condenatoria.
Con toda crudeza, identificaron casos en que el papel de la custodia incluía ir al supermercado o pasear el caniche toy.
Una primera y superficial compulsa demostró que pocos jueces estaban dispuestos a renunciar a estos servicios.
Para la jerarquía de la Policía Federal, entonces incondicionalmente alineada con el ministro del interior, era una oportunidad inmejorable de atisbar en la intimidad de sus custodiados
Hoy, después que el Fiscal mejor custodiado de la Argentina murió sin que nadie se diera cuenta, algún caniche sigue paseando.