domingo, 16 de febrero de 2014
Nostalgia del 53, un engañoso doble calco

Pablo MendelevichPor Pablo MENDELEVICH  (La Nación)

Hay quienes desde la oposición, incluso, le reconocen a Cristina Kirchner cualidades como la audacia, la originalidad y la imaginación para afrontar los tiempos difíciles. Se equivocan. La pista de que en realidad usa papel carbónico la dio la propia Presidenta. «Estaba releyendo el otro día un discurso de Perón del año 53, año en que nací yo, es increíble, pero lo que decía de los especuladores y lo que estaban haciendo podría aplicarse exactamente lo mismo ahora», dijo el miércoles, fingiendo asombro, al hablar en el segundo patio (recuérdese que ahora el discurso principal viene con una promo de dos minidiscursos para la militancia, balcón interno).

Tiene razón la Presidenta, es increíble. Está repitiendo los razonamientos antiinflacionarios de quien gobernaba aquella Argentina de mitad del siglo XX, en la que no sólo nacía ella, también la inflación. Perón, quien la introdujo como problema en la economía criolla, hablaba de «la inequidad creada a raíz de la especulación, de la explotación del agio por los malos comerciantes». Si lo que Cristina Kirchner releyó fue el famoso discurso del 15 de abril de 1953, es una suerte que sólo le hubiera prestado atención a la idea de que los especuladores -un descalificativo recurrente en el léxico del general- traen bajo el poncho el propósito de desestabilizar los gobiernos. En aquel momento, Perón desarrolló lo de que cada argentino «es el mejor inspector que defiende su bolsillo». Frase que un minuto después se convirtió en «vamos a tener que volver a la época de andar con el alambre de fardo en el bolsillo […] Eso de la leña que ustedes me aconsejan [de la multitud surgían gritos de «¡leña, leña!»], ¿por qué no empiezan ustedes a darla?».

En medio del discurso había hecho el link entre subidores de precios y conspiradores criminales debido a que lo había interrumpido el estallido de una bomba en Plaza de Mayo que -él lo sabría más tarde- mató a cinco personas. Al desconcentrarse, grupos de manifestantes peronistas incendiaron la Casa del Pueblo, sede del Partido Socialista, la Casa Radical, el local del Partido Demócrata Nacional y el Jockey Club, zonas previamente liberadas, se diría hoy, por la policía y los bomberos. Al lado de ese antecedente, los escraches con fotos de supermercadistas que hizo el kirchnerismo, las acusaciones por cadena y las instigaciones a defenderse de quienes «saquean» a los argentinos parecen un juego inocente. Pero tienen reminiscencias del Estado policial. Si es por la inflación, hay que admitirlo, a Perón no le fue mal con sus métodos de mano dura. Eso sí, hace 61 años había control de precios y de salarios, los opositores iban presos con frecuencia y algunos comerciantes de barrio que cobraban caro el jamón cocido, también. El miedo y las persecuciones eran los grandes protagonistas.

Cristina Kirchner toma retazos de ese pasado en el que la deslumbra un duelo de héroes y villanos que ella cree renovado. Hay diferencias sustanciales con el presente, claro, pero también un doble calco. Por un lado, la división de la sociedad en buenos y malos, patria y antipatria. Por otro, el encastre de ese reparto binario con la dinámica económica. Como si se ignorara que las decisiones macroeconómicas son las que determinan si la especulación se desinhibe o si la inflación se desmadra.