sábado, 27 de diciembre de 2014
Principios en conserva

Adolfo Athos AguiarBuenos Aires. Por Adolfo ATHOS AGUIAR

Asistimos a un reverdecimiento verbal de los principios. Todos los actores institucionales declaman sobre sus principios y su vigencia, su misión institucional, sus deberes funcionales y sus sustentos éticos.

El presidente de Shell Argentina, Juan José Aranguren, sostiene que “los empresarios se enteraron tarde de que hay principios inquebrantables» y que “si alguien (En IDEA, UIA, Copal) hubiese tomado conciencia en 2005 con el caso de Shell, habría podido predecir lo que ocurriría después, porque ese tipo de conductas se fueron exacerbando” y que “ningún activo en el país vale tanto como sus principios de negocios. Es como la Constitución”.

Juan José Aranguren, presidente de Shell Argentina

Juan José Aranguren, presidente de Shell Argentina

En el Foro de Convergencia Empresarial se criticó a los empresarios “que actúan como gerentes sin visión de largo plazo y los dirigentes que privilegian vínculos con los funcionarios, en vez de defender a sus representados”.

Los empresarios argentinos honran al dicho campero “plata en mano, culo en tierra” y reconocen que por su principio de lucro abandonaron los demás principios. A la vez plantean el juego semántico entre la ética y la etiqueta, cuya tensión los psicoanalistas Michel Benasayag y Gerard Schmit vinculan a las “pasiones tristes” de Spinoza.

La etiqueta tiene un significado doble: Refiere a una pauta compartida de comportamiento grupal y al marbete o rótulo que identifica y clasifica un producto, un agente o una función. El rótulo funcional de cada individuo (juez, empresario, político, periodista) remite a una función y a un grupo social de pertenencia y referencia, que hace expectable un comportamiento regulado.

Frente a la ética, la etiqueta grupal es un código de comportamiento que no requiere el mismo sustento argumentativo. La ética profesional define la misión de la profesión y otorga una estructura de justificación de la conducta profesional. Impulsado por una ética con pretensión más universal, (con la que ha sido coherente durante años), la invectiva de Aranguren (Shell) pone en evidencia la costumbre de su grupo de separar norma y acto, persona e historia, apariencia y circunstancia. Rompe la etiqueta norma de su grupo, tolerable en un esquema social que no engaña a nadie, y a su vez retira una etiqueta rótulo que es apenas una máscara.

Foro Convergencia Empreaarial

Foro Convergencia Empresarial

La impostura no se limita al sector empresario. En otras dirigencias la discusión es más hipócrita, porque no estamos hablando sólo de principios morales o éticos.

Como bien sugiere Aranguren al comparar los principios con la Constitución, todo sector dirigencial en Argentina debe enfrentar un acto de contrición similar. Aun aquellos que tienen deberes impuestos por la constitución han puesto sin mayores problemas sus principios profesionales y funcionales en conserva, guardándolos para ocasión más propicia.

Los principios científicos y estadísticos se descubren por recurrencia y regularidad, y por las relaciones y funciones entre fenómenos. De manera similar se formulan los principios históricos, económicos, jurídicos y sociales, que a su vez formulan un modelo de gobierno y de sociedad y sus variaciones y evoluciones.

Si se despoja de sus principios formuladores, ningún sistema o modelo tiene consistencia. Ningún grupo con responsabilidad ha tenido problemas en poner todo principio conocido en conserva, cediendo (Como dice Aranguren) a meras distribuciones de poder percibido y preservando sus propios espacios.

Los actores creen que su función puede separarse de su misión, y que los principios pueden guardarse en conserva esperando que les llegue su momento de oportunidad. Que es más útil un principio suspendido, que defenderlo ante su violación concreta. Si este extremo es difícil de aceptar en sectores agrupados por un interés, es inadmisible en aquellos que son regidos por un deber explícito, o por una función constitucional.

Sin embargo, jueces, políticos y funcionarios son los primeros en postergar sus principios institucionales, propiciando el resguardo de sus potestades, amparados bajo un código etiqueta de tolerancia que es mera complicidad con la irregularidad que los desconoce.

Si el código etiqueta se viola les produce sufrimiento porque desvela lo que hay debajo de sus etiquetas marbetes. La etiqueta rótulo se revela como una foto estática y pasiva frente a la realidad que acepta. La etiqueta norma, como una conducta compartida que adquirió una flexibilidad inerte, que una vez desvelada no tiene ninguna vinculación con la ética, con el valor social, con la ley ni la misión institucional.

Ahora que una hegemonía más arrogante que bruta entra en aparente decadencia, se muestran como soldados (siempre guardados para la próxima) saliendo de un estado de hibernación, mostrando los dientes contra la polvareda del ocupante que se aleja. Soslayan que su colaboracionismo ha sido esencial para la consolidación de la hegemonía y de su crisis. Y que será esencial para la próxima, cuando invariablemente llegue.

Es un episodio cíclico en nuestra historia, repetido siempre que han ocurrido consolidaciones de poder prolongadas y que ha garantizado la pervivencia de fósiles sociales a través de los tiempos y los gobiernos. Suele suceder en el arte de la conserva que a veces, cuando se abre el frasco, el contenido se ha podrido, y ya no sirve para nada. Como nuestros principios.