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Discurso de Gabriel Boric
Buenos Aires. Por Aldana VALES
Una treintena de antiguas tabernas, más conocidas como «pulperías», permiten a los turistas gozar de las tradiciones y costumbres del siglo XIX en el interior de la provincia de Buenos Aires.
En aquel tiempo, la provincia contabilizaba 350 pulperías, una suerte de taberna y pequeña tienda, donde los gauchos (vaqueros) de la pampa argentina podían beber aguardiente, jugar a las cartas y comprar carbón para sus casas, todo en el mismo sitio.
Pero a partir de 1900, la mayoría de las pulperías desapareció o fue reemplazada por tiendas y bares, establecimientos que cumplían casi las mismas funciones.
Actualmente, unos 30 establecimientos que antaño funcionaban como lugares donde los gauchos podían beber caña e improvisar con sus guitarras, hoy son restaurantes o museos que todavía conservan la estructura de hace casi dos siglos.
Cada uno de estos sitios funciona como una ventana al pasado, principalmente para el turismo local que elige los pueblos de la provincia como destinos para las escapadas de fin de semana.
Uno de los casos es el de La protegida, ubicada en la localidad de Navarro, a unos 100 kilómetros de la capital argentina, que toma su nombre de una de las compañías de diligencias que a principios del siglo XIX transportaba cargas de Buenos Aires a Navarro.
Su dueño, Raúl Lambert, decidió que, además de ofrecer sabrosas comidas como tablas de fiambres y quesos, empanadas caseras y dulces artesanales, también La protegida sería un espacio para coleccionar los objetos antiguos del pueblo.
Por ese motivo, allí «hay desde vajilla y bebidas antiguas hasta herramientas del almacén de mi infancia», observa Lambert sobre el patio de la pulpería donde se pueden observar objetos del Navarro de antaño.
Lambert también aseguró que allí son atractivas las peñas folclóricas y noches de tangos que se celebran en el patio trasero del local.
A 95 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, el pueblo de Escalada está compuesto por las viejas casas de sus primeros pobladores y edificios antiguos entre los que resaltan la pulpería y el almacén (tienda).
Se trata del almacén de «Rolo», lugar que ya va por los 140 años y que, antiguamente, era un dispensario de bebidas y mercancías.
Hoy, algunas mesas, un mostrador de madera, la salamandra que todavía calienta, una cancha de petanca y un abrevadero para los caballos en el exterior son el escenario ideal para tomar un aperitivo y, como antaño, conversar con los paisanos del lugar.
También se puede viajar en el tiempo en el paraje de La Paz, a unos 135 kilómetros de Buenos Aires, donde se encuentra «La Pulpería», una construcción de adobe con techo de paja, habilitada en 1832 por el entonces gobernador bonaerense Juan Manuel de Rosas.
A pocos metros de allí, se levanta el Almacén La Paz, un establecimiento inaugurado en 1859 que funcionó como uno de los principales de la zona durante mucho tiempo y contaba con tienda de comestibles, ferretería, corralón de madera, acopio de frutos y cereales, farmacia y peluquería.
«Viene mucha gente de capital sobre todo los domingos, cuando vienen con el auto porque algún conocido vino antes y se lo recomendó o vio imágenes en Internet», comenta Gisela Márquez, que atiende los sábados con su novio Julián Gómez, el dueño del sitio.
Allí, los visitantes «pueden entrar, recorrer y tomar algo en el almacén y de día también pueden visitar la vieja pulpería que está al lado», relató Márquez.
Más de 150 años después de su creación, el local sigue funcionando como almacén y despacho de bebidas y, en la parte trasera, se creó una muestra de objetos antiguos que recrea también cómo se desarrollaba la vida en aquel tiempo.
Así, rodeadas de casas de un estilo antiguo y de calles todavía de tierra, en las pulperías de los pueblos del interior no hace falta una máquina del tiempo, pues allí se respiran las tradiciones de hace casi 200 años, pero en pleno siglo XXI.(Efe)