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Cristina Anta
Buenos Aires, 11 oct (EFE).- Una veintena de artistas de distintos países ofrecen en Buenos Aires su propia mirada sobre el fenómeno de las migraciones en una exposición de arte contemporáneo que reflexiona sobre un problema que sacude a las sociedades actuales.
La exposición, organizada a partir de dos grandes preguntas, ¿quién está dónde? y ¿cuál es el lugar del arte contemporáneo?, busca que el espectador reflexione sobre «nosotros» y sobre los que son considerados los «otros», explica a Efe la comisaria de «Migraciones en el arte contemporáneo», Diana B. Weschler, del Muntref de Buenos Aires.
No se trata de una experiencia fotográfica documental como la que aparece en los periódicos, anclada a un sentido especifico, sino «una mirada abierta, una perspectiva en donde cada pieza en diálogo con las otras está librada a detonar sentidos diversos en cada espectador», aclara la comisaria.
«Entre el afuera y el adentro que marcan las fronteras, estos conjuntos de individuos -en referencia a los migrantes- pasan a integrar una masa de personas a las que los estados tienen problemas en definir» expone Weschler, también subdirectora del Museo de la Universidad Tres de Febrero (Muntref), que ha recuperado precisamente el antiguo Museo del Inmigrante para sus exposiciones.
«Las políticas de fronteras abiertas son las que habría que intentar ensayar, en lugar de generar espacios de aislamiento para inmigrantes o evitar su entrada» añade.
Las obras seleccionadas para la muestra, de 22 artistas de distintos orígenes, atraviesan con sus trabajos problemas de migraciones, exilios, identidad, itinerancia, pertenencia, límites y fronteras, que plantean una reflexión sobre las formas de producción en el arte contemporáneo.
Para Diana B. Wechsler el arte se presenta en esta propuesta como una intensificación de las experiencias del mundo, e intenta con cada una de las obras elegidas poner en escena uno de los actuales problemas de la sociedad.
La obra «Momentum», de la argentina Silvia Rivas, «plantea el tiempo suspendido en el que se encuentra el migrante, ese momento de tensión entre la vida que se deja y la que se va a emprender, esa fantasmagoría en la que se habita» explicó a Efe la comisaria de la exposición.
Entre las piezas destaca «Climbing down», del artista camerunés Barhélémy Toguo, seis camas superpuestas y cuatro escaleras con bolsas, una construcción que evoca el sentido de las migraciones en África y plantea la promiscuidad y la falta de lugar privado del migrante.
Algunos de las trabajos que más impactan por su potencia simbólica son, la instalación sonora «Océano», de Hugo Aveta, un viejo piano destripado con una sonoridad atormentada que recuerda la incertidumbre en medio de la noche, y el vídeo «Hula de alambre de púas» de la israelí Sigalit Landau.
En la última sala del recorrido, la instalación que ordena el espacio es «Rituales de identidad con una alambrada, con púas en la cima, inaccesibles, imposibles de traspasar» de la artista chilena Catalina Swinburn, que sitúa una reja entre el espectador y la obra, como la que divide las fronteras entre Palestina e Israel.
Según ACNUR, el número de refugiados asciende a 60 millones de personas, obligadas a desplazarse de sus lugares de origen, por lo que la muestra «debería convertirse en un espacio de pensamiento», apunta Weschler.
Hasta fin de año, «Migraciones en el arte contemporáneo» acercará a los visitantes la realidad de los desplazamientos forzosos de la mano del arte.