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Mar Marín
Buenos Aires, 28 oct (EFE).- «Los peronistas somos como los gatos. Cuando nos oyen gritar creen que nos estamos peleando, pero nos estamos reproduciendo». La frase de Juan Domingo Perón describe la guerra abierta en la «gatera» peronista tras el revés electoral del domingo.
La amarga victoria del oficialista Daniel Scioli, por apenas 2,5 puntos sobre el conservador Mauricio Macri en la primera vuelta de las presidenciales, ha desatado un maremoto en las revueltas aguas del peronismo ante la segunda vuelta, el 22 de noviembre.
Ya antes de las elecciones, el llamado «núcleo duro» del kirchnerismo no ocultaba sus reservas sobre Scioli, un peronista de raíz no kirchnerista a quien consideraban demasiado próximo al centro y a quien la presidenta, Cristina Fernández, eligió por su perfil en las encuestas frente a aspirantes afines que no remontaban en los sondeos.
«El peronismo es un partido complejo donde cohabitan muchas tendencias políticas. Scioli pertenece a uno de los grupos, en el centro. No es el candidato deseado por el kirchnerismo, pero fue el candidato posible», apunta a Efe Orlando D’Adamo, del Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano.
Con los resultados en la mano, un magro, 36,8 por ciento de votos, los reproches se multiplican, alimentados por el silencio de Cristina Fernández.
Todo indica que ni siquiera ha hablado con Scioli tras las elecciones y, en contra de lo anunciado por medios locales, tampoco le recibirá hoy, según el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, excandidato al gobierno de la provincia de Buenos Aires.
Precisamente Fernández, golpeado por su derrota en el principal distrito electoral del país, ha denunciado el «fuego amigo» como causa de su fracaso, en un comentario que analistas locales interpretan como un dardo contra Scioli.
«A la única que reivindico es a la presidenta», dijo hoy el funcionario preguntado sobre su apoyo al candidato.
«Cuando Cristina (Fernández) propuso la fórmula (de Scioli) dije que no me gustaba», recordó hoy la titular de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini.
«Votaremos desgarrados», insistió Horacio González, director de la Biblioteca Nacional y miembro del grupo de intelectuales kirchneristas Carta Abierta, que considera que tanto Scioli o Macri representan «una derecha difusa».
La respuesta del sciolismo ha sido contundente: «Me gusta ver los dinosaurios en Jurassic Park, no en la política (…). Todos los que quieran que Scioli sea el próximo presidente tienen que sumarse y dejarse de distraer con huevadas (sic)», dijo hoy Gustavo Marangoni, presidente del Banco Provincia y estrecho colaborador del candidato.
«El peronismo es así. El debate sirve para la reorganización. Es un movimiento con 70 años de historia, en su mayoría en el poder», señala a Efe un miembro del equipo de Scioli que prefiere el anonimato.
«Hay que buscar el voto, si hace falta casa por casa», continúa. «Estamos ante la gran final y hay tiempo hasta el 22 de noviembre».
«Tiene poco tiempo», opina sin embargo el analista Patricio Giusto, convencido de que Scioli «quedó entrampado en el discurso kirchnerista» y habrá que ver cómo sigue su relación ante «una crisis interna en el Gobierno y en el oficialismo de desarrollo impredecible».
«Hay un vacío de liderazgo que se debate ya en las filas peronistas» y «el peronismo no promueve a derrotados», afirma Giusto.
Scioli «siempre fue resistido por el kirchnerismo. La percepción de que puede llegar a perder abre más todavía las diferencias internas», señala D’Adamo, que aventura que la presidenta terminará por «darle algún tipo de apoyo».
No obstante. «no creo que se cierren las heridas internas, puede que se maquillen, pero están abiertas», puntualiza, y no descarta que un sector del peronismo termine por apoyar a Macri.
Es el caso del peronista disidente Sergio Massa que, con los cinco millones de votos conseguidos el domingo -un 21% del total-, es clave en el actual rompecabezas político y podría, ante una derrota de Scioli, aspirar a liderar el Justicialismo.
Además, Scioli -continúa el analista- tiene poco margen de negociación porque arriesgó anunciando su gobierno antes de las elecciones. Macri, sin embargo, «tiene las manos libres» para ofrecer cargos ante posibles alianzas.
Un apoyo de sectores peronistas a Macri, opina D’Adamo, no se vería como «traición» porque «el peronismo recibe a los hijos descarriados que vuelven con las maletas con votos. Los perdona siempre».
Esta vez, los «gatos» de Perón tiene poco tiempo para resolver sus diferencias.