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Discurso de Gabriel Boric
Por Carmen DE CARLOS, para SudAméricaHoy
La abdicación del rey de España tuvo efecto inmediato a este lado del Atlántico. De México a Argentina se sucedieron las reacciones (algunas con más prisa que otras). Presidentes y Gobiernos, sin excepción, se manifestaron sobre una noticia que, tranquilamente, les podía haber dejado indiferentes. No fue así.
Los periódicos impresos y sus ediciones digitales dieron, con todo lujo de detalles, la información. Columnistas de primera fila escribieron sobre la evolución de la monarquía española. Los análisis sobre el futuro de la Corona y el del Príncipe que hará historia como Felipe VI, se reflejaron en todos los medios de comunicación. Fueran estos tradicionales o programas del corazón. La noticia y sus aristas (elefante, Corinna, Urdangarín etc) encontraron espacio en emisiones de radio y de televisión de todos los colores. El tema fue un filón para lograr audiencia.
La familia real se convirtió en “trending topic” de las redes sociales y de la calle, también por estas tierras. En Facebook no eran pocos los latinoamericanos que hacían comentarios con el mismo entusiasmo que españoles. Palabras irónicas o desafiantes hacía una monarquía que no es suya pero conocen tan bien como si lo fuera.
Una periodista argentina, de muy bajo perfil, escribió en su muro de FB: “Por aquí seguimos antimonárquicos, anticlericales y ateos”. Los “like” superaron el centenar y entre los comentarios, el de otra colega de la misma nacionalidad, resulta llamativo: “Yo estuve haciendo campaña todo el día para ayudar a nuestros hermanos de la Madre Patria a que tengan su Revolución de Junio y volvamos a empezar la historia” (sic). Una tercera, ésta mexicana, colgó una foto de la Puerta del Sol con la manifestación republicana y escribió: “!Vámonos a Madrid!” . Las observaciones en los “muros” -algunas muy ingeniosas- corrieron como la pólvora encendida. Para mi sorpresa, buena parte de esas expresiones remitían a cuadros de otros siglos pero no reflejaban -con todos sus defectos y sus virtudes- la España actual. Y eso, lo saben monárquicos, republicanos, anarquista y anti sistema de un lado y otro del Atlántico.
Tras 40 años de franquismo España construyó la transición que dio paso a la democracia. No fue fácil. Se hizo con los aciertos y errores de una época que hay que poner en contexto y cuya factura, en muchos aspectos, se está pagando ahora con los problemas territoriales.
El el 6 de diciembre de 1978, más del 88 por ciento del electorado votó una Constitución que establece como sistema político la Monarquía Parlamentaria. Se votó, nadie impuso nada. Las instituciones no tienen por qué ser eternas. España puede reformar la Carta Magna y volver a votar lo que se le antoje. Los ciudadanos eligen libremente a sus representantes y saben con qué programa llegan debajo del brazo. La España desencantada del 2014 tiene, de sobra, donde elegir.
Nadie vive en un régimen absolutista, bajo el yugo de la guillotina, perseguido por el terror de la Santa Inquisición o sometido por una dictadura militar. Pensar y escribir como si así fuera es, deliberadamente, malicioso. Se haga esto en Madrid, México, Bogotá, Quito, Lima, Santiago, Montevideo, Asunción o La Paz, capitales donde, por cierto, sus presidentes, sin excepción, han expresado su reconocimiento al rey que se va y al que llega. Al menos, de palabra.