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Discurso de Gabriel Boric
Buenos Aires. Por Mar MARÍN (Efe)
El retorno de la democracia permitió a la sociedad argentina aprender a conocerse tras el horror de la dictadura, sostiene en una entrevista Ricardo Alfonsín, en el aniversario de la muerte de su padre y expresidente Raúl Alfonsín, el hombre que comandó la restauración democrática. «Fue un ejemplo para el mundo llevar a la Justicia a quien todavía estaba con el poder militar intacto», afirma Alfonsín en el quinto aniversario de la muerte del expresidente, que falleció el 31 de marzo de 2009, a los 82 años. «Llevamos a la barbarie ante la Justicia cuando todavía la barbarie tenía poder de reacción», recuerda el diputado de la Unión Cívica Radical (UCR), convencido de que más allá del empeño de su padre por condenar a los responsables de crímenes de lesa humanidad, los juicios fueron un mérito de toda la sociedad argentina.
En 1983, el radical Raúl Alfonsín se convirtió en el primer presidente de la democracia tras seis años de una cruenta dictadura que dejó 30.000 desaparecidos, según organismos de Derechos Humanos. Durante su gestión, enfrentó todo tipo de presiones en su intento por afianzar la democracia y logró, en 1985, sentar en el banquillo a los jerarcas del régimen en un juicio histórico a las Juntas Militares. Sin embargo, tras rebeliones y asonadas militares, entre 1986 y 1987 impulsó las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, que libraron de responsabilidad a más de un millar de acusados de delitos de lesa humanidad.
En 1989, después de trece huelgas generales convocadas por la principal central sindical -peronista-, en un contexto de hiperinflación y conflictividad, dejó el poder seis meses antes de lo previsto en manos del justicialista Carlos Menem. «Lo más importante fue el hecho de que la sociedad pudiera conocerse a sí misma e incorporar a la cultura argentina anticuerpos y defensas ante cualquier experiencia de esa naturaleza hacia adelante» después de «haber sido capaces de producir un momento de horror en la historia».
Para Ricardo Alfonsín, se trató de una transición «única» que logró el objetivo de mantener la memoria de las víctimas porque «el olvido habría deslegitimado la democracia». Una tarea difícil, admite, en la que Raúl Alfonsín puso todo su empeño y tuvo que enfrentar una frontal oposición del peronismo e incluso presiones externas. «Se llegó a decir que por juzgar a los militares en Argentina se estaba poniendo en riesgo la democratización de América Latina», recuerda Alfonsín, que saluda el hecho de que hoy los países vecinos reconozcan el ejemplo argentino.
También la figura de Raúl Alfonsín se ha situado en el lugar que le corresponde en la historia argentina tras las duras críticas que sufrió al final de su mandato. La noticia de su muerte, el 31 de marzo de 2009, llevó a miles de personas a la calle en una expresión espontánea de respeto. «Su velorio fue un acto multitudinario», recuerda su hijo, que admite que no imaginaron una movilización tan masiva pese a que poco antes de su muerte se vivía una suerte de «revalorización de la transición». Pese a las dificultades, «logró algo que no se había logrado desde 1930 en Argentina, pasar el Gobierno a un partido que ganó en las elecciones».
Asegura su el expresidente no conservó un sabor amargo de su aventura política, aunque se sorprendió por la dureza de la oposición peronista que «fue destructiva», y mantuvo «la idea de que cuanto peor, mejor». Aún así, «alguna vez preguntaron a mi padre y dijo que no podía sentir rencor», continúa Alfonsín, que admite que su padre era conocido por ser «bien gallego», «chinchudo y corajudo» en términos argentinos. «Era serio, pero con sentido del humor y le fastidiaba mucho cierta falta de seriedad. Un hombre de muchas convicciones y con desinterés por lo material». Ricardo Alfonsín, que no competirá por la presidencia en las elecciones de 2015, guarda en su memoria la sensibilidad de su padre frente al sufrimiento inútil y su creencia en que los políticos deben ser, sobre todo, «buena gente».