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Sofía Terrile
Buenos Aires, 5 dic (EFE).- En un taller de Buenos Aires, una caja roja protege el símbolo del traspaso del poder presidencial en Argentina: un bastón de madera y plata, con el escudo del país grabado en su empuñadura, diseñado por el orfebre Juan Carlos Pallarols y cincelado por tres millones de personas.
El presidente electo, Mauricio Macri, recibirá el bastón el próximo jueves en el Congreso, tras una crispada polémica con la mandataria saliente, Cristina Fernández, sobre los detalles del traspaso de poderes, que llegó a salpicar al propio Pallarols.
El orfebre fue instado el jueves a entregar el bastón presidencial al Gobierno de Fernández bajo amenaza de ir a buscarlo «con la policía».
«Espero que no sea un botín de guerra. No debe ser un botín de guerra el bastón», dijo Pallarols, aliviado tras recibir disculpas del área de Ceremonial del Gobierno.
Y añadió, en una entrevista con Efe: «Considero que el verdadero dueño del bastón es el pueblo, y que el pueblo es quien se lo entrega por cuatro años al presidente electo para que rija los destinos de la nación».
El artesano comenzó a preparar el bastón hace un año, mucho antes de las elecciones presidenciales y de saber que sería Macri su destinatario.
«Me parece más democrático trabajar con el mismo cariño sin importar si es amigo o si es del partido que yo quiero», explica Pallarols sobre la antelación con la que emprendió su tarea.
Desde entonces, ha viajado por todo el país para lograr un «bastón federal», una tradición que estrenó en 1983, con el retorno de la democracia tras la última dictadura militar (1976-1983).
En su recorrido, cerca de tres millones de personas dejaron su marca en el bastón presidencial.
«Además de golpear el bastón, la gente puede escribir mensajes en un libro. Los comentarios son increíblemente hermosos y conmovedores», relata Pallarols.
El artesano se detiene en una historia que lo emocionó: «Hace pocas semanas, una señora me pidió si podía dar dos golpes por sus dos hijos varones, muertos en la Guerra de Malvinas (1982)».
«Quiso dejar esos golpecitos como testimonio del afecto y del patriotismo» de sus hijos, continúa.
A Pallarols le encantaría que el futuro presidente pudiera leer algunos de esos mensajes, que reúne en un libro que hoy aguarda en una mesa pequeña de su taller, en el barrio porteño de San Telmo, repleto de símbolos patrios, como el cuadro del general José de San Martín, prócer de Argentina, que ocupa casi una pared entera.
El bastón presidencial, apunta, es «federal» y «criollo», con empuñadura de plata, y no de oro ni con borlas, «al estilo europeo», como se utilizaba en el país antes de la dictadura militar.
Pallarols rompió con la «tradición europea» en 1983 y diseñó este bastón «criollo» para el primer presidente de la democracia, Raúl Alfonsín, quien le llamó y le confirmó que quería usarlo.
Alfonsín tenía tanto apego por el bastón presidencial que en 2009, cuando falleció, su familia lo colocó sobre su pecho durante el velatorio de sus restos, en el Congreso.
Como marca la tradición, Pallarols recibe una factura de un peso argentino (apenas 10 centavos de dólar) de la Casa Rosada por el bastón.
«El bastón no cuesta mucho dinero, ya que la madera de la que está hecha es económica y la empuñadura es de plata, que vale 1.000 pesos (alrededor de 102 dólares)», aclara el artesano, que siente que es «un privilegio, un lujo» elaborarlo y por eso «pone a trabajar» al pueblo argentino.