EL VIDEO
Discurso de Gabriel Boric
Cristina Terceiro
Buenos Aires, 6 sep (EFE).- La inmigración rural, factor clave en la construcción de la sociedad argentina, fue fundamental para que el país se convirtiera en «la octava potencia mundial en 1907-1908» según «Inmigrantes 1860-1914», el nuevo libro del periodista y escritor argentino Daniel Muchnik.
Un viaje a las colonias judías argentinas, creadas en 1892 en la provincia de Entre Ríos (este), llevó a Muchnik a aventurarse en este proyecto, que para él supone la oportunidad de realizar un pequeño y emotivo homenaje a sus orígenes judíos al tiempo que analiza los motivos que llevaron a diversas colectividades europeas a abandonar su continente en busca de nuevos horizontes.
El libro, de marcado componente histórico, refleja la primera gran oleada migratoria hacia Argentina, protagonizada por quienes «venían corridos (empujados) por el hambre y buscaban una tierra mejor que les brindara todo lo que no les brindaba Europa», aseguró el autor a Efe.
Pero el hambre no era la única razón que les llevaba a emprender un éxodo peligroso y desagradable sino que la explicación esconde «muchas sorpresas», detalló Muchnik.
Cada colectividad tenía sus propios motivos, entre los que destacaban la miseria, la huida del servicio militar, la persecución política o el intento de evitar una muerte segura.
Ante este panorama, las leyes de promoción de la inmigración fomentadas por las autoridades argentinas de la época, que apostaban por un «crecimiento vertiginoso de la población que supiera trabajar la tierra a diferencia del criollo, que no sabía», eran la motivación idónea para quienes luchaban contra la desesperación del otro lado del Atlántico, según el autor.
«Entre 1860 y 1914 vinieron cuatro millones (de inmigrantes a Argentina), pero se volvieron a sus países dos millones», recalcó Muchnik, obligados porque «no cumplían las espectativas que tenían», o bien porque habían logrado reunir el dinero deseado.
Para el escritor y periodista, estos inmigrantes aportaron mucho al país, como la creación de la lechería argentina, el cuidado y trabajo de la oveja, el cultivo del girasol que no existía, la creación del cooperativismo agrario o la exterminación de plagas como la langosta, entre otros.
Aportaciones no siempre valoradas pues, a pesar del fomento por parte de las autoridades, también fueron especialmente despreciados por los autóctonos.
«Primero, los grandes pensadores los necesitaron y los convocaron, y después, las clases altas los despreciaron. Hubo mucho desprecio por el inmigrante hasta bien entrado el siglo XX», sostuvo Muchnik.
Por este motivo, ahora, con una Argentina en la que «la sociedad está tan fragmentada y dividida ideológicamente», el periodista considera que «es fundamental volver a las raíces. Todos bajamos de los barcos», afirmó.
La colonización judía, protagonista de un capítulo relevante en la obra, «fracasó» para el autor, al no contar con «raíces profundas»; por ello, busca «destruir la nostalgia» de quienes consideran a estos ciudadanos héroes y dar a conocer que fueron, en realidad, «gente explotada por la organización que los trajo».
En este sentido, Muchnik encuentra «matices parecidos» con la situación que viven actualmente aquellos ciudadanos africanos que intentan acceder a Italia o España en busca de un destino mejor.
«Inmigrantes 1860-1914» llega en pleno debate internacional sobre la figura del migrante, ante la crisis en Europa por la masiva llegada de refugiados procedentes de zonas en conflicto, como Siria.
En ese contexto, Argentina, que habitualmente reivindica su multiculturalismo y capacidad de acogida, ha recalcado su postura de «fronteras abiertas» y recordado, por ejemplo, que cuenta desde 2014 con una política especial para la acogida de ciudadanos sirios, según destacó recientemente el jefe de Gabinete del Gobierno, Aníbal Fernánez.