EL VIDEO


Discurso de Gabriel Boric
Buenos Aires. Por Carmen DE CARLOS, para SudAméricaHoy
“Tenemos que evitar los negocios irregulares y especulativos. Nadie podrá sacar ventajas indebidas”. La frase de Michelle Bachelet forma parte de la respuesta a la pregunta sobre los turbios negocios que hizo su hijo, Sebastián Dávalos, con su nuera, Natalia Compagnon, poniendo como tarjeta de presentación aquello de: Usted, ya sabe quien soy yo.
La Presidenta de Chile, cuando se destapó el escándalo de corrupción familiar, tardó en reaccionar y aseguró que se había enterado del mismo por la prensa. Olvidado ese “lapsus”, Bachelet recuperó los reflejos y el sentido de la decencia política y lanzó esta semana una batería de medidas para, según sus palabras, “acabar con las irregularidades, la corrupción y las faltas a la ética”.
En un mensaje a La Nación reconoció el daño que le ha hecho a su país, -hasta entonces identificado con la transparencia-, la secuencia de escándalos que se sucedieron una vez que saltó el primero de su hijo. “Esto es grave porque deteriora nuestra democracia y crea abusos, privilegios y desigualdad”, reflexionó la madre de Sebastián Dávalos. Dicho esto, Bachelet, preocupada, reconoció, “los chilenos y chilenas están molestos”.
Lo que hizo la presidenta, que además está decidida a redactar una nueva Constitución y darle carpetazo a la de Augusto Pinochet, fue, con justicia, celebrado en su país. Los chilenos saben reconocer cuando alguien corrige el rumbo equivocado.
La presidenta de Chile durante su mensaje a la Nación
El paso adelante de Bachelet se celebró también al otro lado de los Andes. Los argentinos hicieron su análisis comparativo de inmediato. La intervención de la chilena en Cadena Nacional (así se llama) la consideraron algo extraordinario por lo que dijo y por cómo lo dijo. No les pasó lo mismo con el mensaje, el mismo día, de su presidenta.
Aficionada a interrumpir las emisiones de radios y televisión para hablar, la mayor parte de las veces, de nimiedades, Cristina Fernández de Kirchner, en su tiempo de Cadena para inaugurar un centro de almacenamiento y destrucción de armas incautadas judicialmente, habló, además de pistolas y de fusiles, del número de salchichas que comen los argentinos.
También de que ahora la población está entusiasmada con el jamón, que Argentina va fenomenal y este paraíso indiscutible lo creó ella y su difunto marido. De paso, dijo que no le busquen cuentas en paraísos fiscales porque no tiene a su nombre (al de otros está por ver).
Ah, y también se refirió “a mi pobre hija” porque los sabuesos de la prensa le adjudicaron en su día un apartamento en Nueva York donde Florencia –ella sí sabe vivir- lo pasó de lo lindo. Lo malo es que no le dio tiempo a terminar sus cursos de cine. Igual, la presidenta piensa que aquella conspiración (sus temitas de los bancos y el patrimonio) forma parte de una «campaña de desprestigio contra la República Argentina», encabezada «por los fondos buitres» (ver minuto 27 del video).
La jefa del Estado, en su cadena, no hizo mención al batacazo de su partido en las primarias de Buenos Aires de unos días antes, ni a sus derrotas en otras convocatorias como la de Santa Fe. Tampoco explicó –ni el martes ni nunca- cómo fue capaz de aumentar más del 700 por cien su fortuna en una década (del 2003 al 2010) mientras la de los argentinos se escurre entre la inflación y la recesión.
La presidenta de Argentina en el depósito de armas
Los escándalos de corrupción de su Gobierno, los suyos propios con su otra cadena, la de hoteles, dejaron de sorprender a los argentinos hace tiempo. Los ciudadanos se han acostumbrado a que les vacíen las arcas del Estado, les digan que siguen llenas y hasta les convenzan, aunque sea por media hora, de que el fracaso de su candidato fue un triunfo.
Cualquier día de estos, al levantarse, descubrirán que Amado Boudou, el vicepresidente procesado por quedarse con una de las imprentas que fabrican el dinero, en realidad es un buen chico. Pero de eso, como de todo lo que huele a trampa y latrocinio, Cristina Fernández no habla y si lo hace es para negar la evidencia. Diferente a Bachelet pero, a fin de cuentas, todos saben quien es ella. ¿O no?