EL VIDEO
Discurso de Gabriel Boric
Sólo existe algo más aburrido para alguien que trabaja con la realidad sudamericana, que la recurrencia. La obviedad. Recurrente es ver como varios ex presidentes se quedaron aún con ganas de más y fueron por ello, con performances electorales fantásticas como la chilena Michelle Bachelet, que sin pagar costo alguno por los desatinos de su anterior gobierno, se impuso holgadamente. Al punto tal que obtuvo un caudal político envidiable que, ya antes de asumir, comenzó a malgastarlo en nombres de poca monta institucional. Unos cuantos miembros de su Gabinete anunciado a mediados de enero, o renunciaron o están por hacerlo, debido a los cuestionamientos que recibieron. No de parte de una oposición que aún está tildada, sino desde las redes sociales, cada vez más activas y más calientes, en un Chile destinado sí o sí, a ingresar en otra etapa histórica.
Pero Bachelet y su aparente “miedo escénico” (a la hora de no tener un opositor tangible) no es la única que se sumerge en esos menesteres de no observar lo que pasa fehacientemente a su alrededor. Ollanta Humala, atraviesa el meridiano de su presidencia sin mayores sobresaltos, por eso decidió duplicar el salario de los ministros de poco más de 5000 dólares a más de 10 mil, como una forma de darle un poco de vértigo a sus días en el Palacio de Pizarro. Tal vez se estuviese aburriendo después de la victoria pírrica sobre Chile en la Corte de La Haya, y las protestas no se hicieron esperar. No es menos Juan Manuel Santos en Colombia, justo ahora que las encuestas por primera vez en cuatro años le son favorables de cara a su ansiada reelección. El espionaje militar a los negociadores de La Paz, demuestra que a pesar de los esfuerzos poco o nada cambia, políticamente, en Colombia, desde los tiempos de Jorge Eliecer Gaitán. La “elite” se pone nerviosa cada vez que tiene que contemplar a actores nuevos en el escenario político.
Mientras el Brasil de Dilma Rousseff lucha con sus propias contradicciones, quedan al desnudo los graves problemas que tiene el país para organizar un torneo de lo que mejor sabe hacer, que es jugar al fútbol. En Uruguay, “la monada”, como le gusta llamar al pueblo al presidente José Mujica, puede fumarse un cigarro de marihuana sin temores y poco más. Hay gobiernos por aquí abajo que se esmeran en cumplir al pie de la letra, lo que a la hora de anticiparlo era más que obvio: que algunos gobiernos y presidentes iban camino a colocarse sus respectivos países de sombrero.
Hugo Chávez aún estaba con vida, o al menos no oficialmente muerto si nos circunscribimos a algunos relatos de inteligencia, cuando hablábamos de la imposibilidad de un chavismo sin Chávez o de la estirpe del presidente, Nicolás Maduro y del presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello. Ya se observaba que Venezuela, en manos de ellos, podía durar lo que un huevo en las manos de un loco.
Ahí está la realidad. Como si aquello escrito al calor de la crisis de entonces y observando a los actores, hubiese sido el guión de la hecatombe, económica, política, social y cultural que atraviesa por estas horas Venezuela Su la puesta en escena.
Un presidente abrumado y una oposición que no existe. Un mandatario que primero culpa de golpista a un poeta residente en México, después a un ex presidente colombiano y ahora al Imperio. Un canción más trillada que “Moliendo café”. Sin reconocer que un régimen que se dice revolucionario e imperialista, se sostiene, mínimamente, de la venta de su petróleo a ese Imperio.
No será una semana fácil para un chavismo que tambalea y para un país que se sabe en un callejón sin salida. Al igual que hace un año, cuando todo estaba por pasar, la salida, parece ser militar. Lo que equivale a una No-salida. Y eso por no abusar de alternativas bélicas en un país donde la violencia es, por estas horas, un lugar común.
Pero si este presente en Venezuela era ya una obviedad por entonces, lo que ocurre en Argentina sólo es posible por el afán de toda una nación por no ser menos. En este caso, en el contexto internacional. En medio de la crisis económica y social, ahí anda el país y sus gobernantes viendo como hacen para recrear un narcotráfico a la altura de las circunstancias. Con carteles, con amenazas a periodistas (como ocurrió con los trabajadores del Periódico El Sol) y policías y jueces debidamente untados por el dinero espurio. Como si la serie “El patrón del Mal” (vida y obra de Pablo Escobar) fuese una fuente de inspiración constante para muchos aquí.
Aunque el flagelo no es nuevo, el Gobierno ya decidió reconocerlo. Lo hizo en menor tiempo que la inflación. Mientras, la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, sigue recreando un discurso de centro izquierda, esboza medidas económicas ortodoxas, con intereses por las nubes y lo hace, presumiblemente, en un intento por enfriar la economía. Todo lo que siempre dijo que no iba a hacer.
Tampoco contó la presidenta cual fue su actividad en su reciente viaje a Cuba para participar de la reunión de la CELAC y almorzar con Fidel Castro y su familia. Así como la semana que pasó, decidió que el Lago Lacar “es mitad argentino y mitad chileno” cuando en realidad está ubicado en territorio argentino, bien podría tratar de explicar si, en verdad, aprovechó su viaje a La Habana, no ya como Maduro para buscar recetas a la crisis, sino para consultar a un neurólogo de renombre, tras la operación a la que fue sometida en octubre pasado. Si fuese capaz de eso, de algo tan sencillo como abordar un tema de Estado que es la salud presidencial, todo aquí sería menos recurrente y, mucho menos, obvio.